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Patri Psicóloga: «Lo que vemos en redes sociales nos hace pensar que nuestra vida es una mierda»

Patricia Psicóloga
Patricia Ramírez, conocida como Patri Psicóloga. @ Toni Galán
María Villardón

Psicóloga, ex psicóloga del RCD Mallorca y el Real Betis, y autora de Cómo tener tiempo para todo (Grijalbo). Patri Psicóloga –Patricia Ramírez (Zaragoza, 1971)– invita al lector a que piense en el tiempo que dedicamos a los demás y el que nos dedicamos a nosotros mismos. Confiesa que para organizarse y tener tiempo para todo no hay ningún truco: «En la vida tenemos que renunciar a cosas sí o sí, no podemos contentar a todo el mundo», determina.

Por eso, debemos aprender a decir que no. «Decimos sí a todo porque con ello sentimos que nos validan como personas, y con esto no digo que tengamos que decir no a todo, lo que tenemos que aprender es a valorar qué tiempo damos y qué tiempo nos quitamos», expone. Y termina: «Debemos pensar si haciendo la vida más sencilla a esa persona, nos estamos complicando la nuestra».

Defiende que llevamos prisa a todas partes, con el fin de cumplir una agenda llena de planes que no nos deja tiempo para estar con nosotros mismos. «Estamos deshumanizados e irascibles, lo que nos hace saltar por todo. Si el día tuviera 28 horas, también las llenaríamos, muchas veces queremos estar ocupados para no ver las mierdas de nuestra vida», concluye.

Tras leer tu libro he descubierto que hago muchas cosas mal. 

Espero que también hayas descubierto las que haces bien.

Sí, eso también. 

Mi condición de medio alemana me ha hecho ser muy organizada y muy puntual, por lo que muchas veces, la gente me pregunta que cómo llego a todo. Pero, lo cierto es que la gente ve lo que hago, pero no ve lo que no hago o a qué cosas renuncio o delego. Para que te quepa todo en la agenda, tienes que sacar muchas cosas de ella. Eso es lo que quería explicar en el libro.

Uno de los problemas a los que haces alusión a lo largo de las páginas es la dificultad que tenemos a decir que no.

Es más, decimos sí a todo porque con ello sentimos que nos validan como personas. No queremos enfrentarnos al rechazo de otros y nos hemos acostumbrado a recibir amor, agrado y afecto cuando somos serviciales y cuando nos damos a los demás. Es así como la gente está muy contenta contigo.

Es cierto que gracias a esa ayuda mutua que nos prestamos, las personas podemos sobrevivir y somos una tribu; pero hay veces en que el tiempo que tú le das a otra persona sólo por facilitarle la vida, te complica la tuya. Por tanto, tenemos que poner en una balanza cada vez que decimos que sí a un favor. Pensar si ese favor que le haces a esa persona mejorando su vida es más importante que lo que te quitas de la tuya. Puede que ese favor esté arrancándote tiempo de tus momentos de autocuidado, por ejemplo.

No hay que decir a todo que no, pero tenemos que aprender a valorar qué tiempo damos y qué tiempo nos quitamos. Y también decir que no a proyectos que pueden ser interesantes para nosotros, María. Profesionalmente nos pueden llegan un montón de cosas súper chulas, pero tenemos miedo a decir que no, por si no nos llaman más, no nos promocionan, no nos ven como mujeres ambiciosas, seguras, etc. La realidad es que hay cosas que nos tenemos que perder, incluso de nuestra vida personal.

¿Qué papel tienen aquí las redes sociales? Puede que tendamos a compararnos y eso provoque frustración.

Hay cantidad de cosas atractivas en las redes sociales, te muestran que hay nuevas cafeterías en Madrid donde ir a tomar el mejor brunch, las mejores terrazas, un rooftop que no te puedes perder con tus amigas, etc. No sé, mil cosas. Y tú, al final estás en tu casa haciendo unas croquetas y pensando: ‘Madre mía, vaya vida de mierda tengo’. Miras todo lo que hay y deseas tener más y más planes, llenar la agenda y el tiempo, y tenemos que aprender a estar bien con nuestra vida, con nuestra calma y a disfrutar cuando decidamos ir a algún sitio, pero no estar corriendo para llegar a todo. Es un plan equivocado de vida.

Has citado dos conceptos que me interesan. Prisa y autocuidados. Con respecto a la prisa: ¿no somos acaso una sociedad que cabalga todo el tiempo sobre este concepto?

Sí, y es algo que hemos normalizado, y ese es el gran error. Para nosotros llegar a todo es sinónimo de éxito profesional, así que llenas la agenda y para cumplir con todo el mundo con el que has quedado tienes que correr.

¿Y cómo nos planteamos la vida para no llevar tanta prisa?

La prisa no está mal, pero la usamos mal para hacer un montón de actividades que no nos caben en un día, así que tenemos que hacer renuncias sí o sí, y a la gente no le gusta hacer renuncias. La prisa es necesaria cuando estás en peligro o en una urgencia, porque la prisa es lo que te permite poner el foco de atención en salvar una situación. Eso sí corre prisa, pero no puede ser que todo lo que pasa en nuestro día sea con prisa.

Además, lo que hacemos es que nuestro cerebro interprete que estamos viviendo en un lugar hostil, donde hay amenazas, y no entiende que estés todo el día corriendo. El cerebro entiende, y es así, que tú corras para cazar un jabalí y poder comer, pero que luego descanses en la caverna, te eches la siesta y te repongas. Ahora nos sobra comida, no hace falta tener al cerebro en esa constante prisa, no estás en peligro. La respuesta a todo esto es de ansiedad, tenemos todo el día activo el sistema nervioso, generando cortisol, generando adrenalina y generando trastornos psicosomáticos como problemas de la piel, caída del caballo, dolores de estómago, bruxismo, problemas para conciliar el sueño o agotamiento físico y mental. Es decir, mil cosas que vienen provocadas por este estilo de vida que hemos normalizado, pero que no es normal. No podemos tener el cuerpo todo el día a 200 km/h.

Ante este escenario,  ¿es cuando entran los autocuidados? ¿Pueden verse como un acto de egoísmo?

María, yo digo que las mujeres hemos inventado la palabra autocuidado para poder dedicarnos tiempo sin culpa. Normalmente, los caballeros cogen su bicicleta o se van a jugar al fútbol el fin de semana y listo.  Te dicen: ‘Me voy a jugar al fútbol con unos amigos’. Pero, tú, como mujer, dices –y te dices a ti misma–: ‘Me voy al gimnasio, que llevo una semana dura y si no lo hago, reviento’. Lo dices así para poder justificarte porque no te vas tranquila.

Dicho esto, el autocuidado son todas esas actividades que te conectan contigo y que cuidan de tu salud física y mental. Y hemos inventado este concepto para no sentirnos mal por estar en el sofá sin hacer nada, a pesar de pensar que debemos poner una lavadora o preparando la comida de mañana. Además, le das un codazo a tu pareja para decirle: ‘Vamos, levantate de ahí, que estás perdiendo el tiempo, y tenemos cosas que hacer’, cuando puede estar descansando. Insisto: hay que descansar.

El autocuidado puede ser desde tu rutina de belleza, ir al fisio una vez al mes, hacer deporte de manera regular, comer de forma saludable, aprender a cocinar, quedar con amigas y echarte unas risas, hacer yoga, pilates, lo que tú quieras que te permita tener tiempo de calidad contigo.

Hablas de ladrones de tiempo. ¿Quiénes o qué son? Para que lo podamos identificar.

Hay mucha gente que interrumpe y no respeta el tiempo de los demás, le da igual. Por ejemplo, en una oficina, para que no haya ladrones de tiempo, podemos poner unas banderas sobre la mesa. La roja es que estamos concentrados; la verde es que podemos atender en ese momento a todo el munndo. Al principio, soy consciente, será un cachondeo, pero luego habrá respeto.

En mi caso, soy una persona que me concentro con mucha facilidad y soy eficaz y muy resolutiva, y que estén quebrándome esa atención me da mucha rabia. En mi casa el despacho es abierto y conectado a la cocina, el otro día mi marido no paraba de hablarme de lo mucho que habían crecido las plantas mientras estaba haciendo una cosa de trabajo. Al final le tuve que decir que necesitaba un poco de concentración, que más tarde lo mirábamos. Lo entendió, me pidió disculpas y yo terminé lo que debía hacer invirtiendo menos tiempo.

Detectemos cuáles son los ladrones del tiempo y tratemos de manejarlos. En este caso, por supuesto, fue una conversación amorosa con él que entendió perfectamente, pero otras veces los ladrones de tiempo pueden ser la tecnología, el correo electrónico, mirar una página tras otra en internet, y de repente llevas media hora. A los ladrones de tiempo hay que acotarlos, y cada uno debe identificar a los suyos.

Los quejicas son ladrones de tiempo.

Son una mala compañía y generan desgaste al estar escuchando todo el rato sus lamentos. Todo ello repercute en un estado anímico decaído y esto provoca que seamos menos apasionados y menos ilusionados por las cosas.

¿Crees que las personas que llaman por teléfono todo el tiempo o sin preguntar si pueden llamar son conscientes de su interrupción? 

Fíjate como empiezan las llamadas de hoy en día: ‘Hola, no te robo más de cinco minutos, estarás muy liada’. De entrada, ya sabemos que estamos llamando a alguien que está muy liado.

¡Pues no llames!

Claro, no llames o también quitémonos esa etiqueta de que todo el mundo está siempre muy liado. A mí cuando me llaman y cojo el teléfono, a veces sí que digo: ‘No, no estaba haciendo nada. Si estuviera ocupada, no te cogería el teléfono’. A la gente eso le descoloca, cree que siempre tengo que estar haciendo algo u ocupada; pues no, hay momentos del día en los que me gusta no hacer nada, o tomarme un café tranquila. Pero a la gente no le cabe en la cabeza que tú no estés haciendo nada.

¿La prisa de los adultos se contagia a los niños? ¿Padres con prisas; hijos llenos de prisa?

Los niños nacen con la capacidad de estar presentes, es decir, estar en una sola tarea y fluir muy bien. Pero, nosotros les solemos dar 20 instrucciones una tras otra: ‘¿Te has metido ya en la ducha? Espero que hayas terminado los deberes. Te estoy esperando para cenar. Venga, date prisa, no tenemos toda la noche. Los deberes. Baja a cenar, etc’. Así les quebramos muy rápido. Los niños salen por las mañanas estresados de casa, y nosotros también porque elegimos batallas que no tenemos que tener.

Hay muchos niños a los que les gusta desayunar y a otros que no, por ejemplo. ¿Qué hacemos todos los días diciendo al niño que desayune? Querida madre o querido padre, si todas las mañanas estamos igual con el desayuno es porque tu hijo puede que por la mañana no tenga hambre o porque se ha convertido en un momento aversivo. Entonces, dejemos a nuestros hijos sin desayunar, que no pasa nada. Les metemos un bocadillo en la mochila y cuando tenga hambre, se lo tomarán. Nuestros niños están sobrealimentados, ninguno se va a morir de hambre.

Quizá podemos motivarles poniéndoles música, decir que en el tiempo de la canción deben ser capaces de vestirse. No gritar todo el tiempo con todo lo que deben hacer. Con esa rabia, los niños sólo reciben mensajes de ira y la culpa de no salir a la hora es nuestra.

¿La prisa nos ha deshumanizado?

Totalmente. Yo no soporto entrar en alguna parte y que nadie diga ni hola, ni buenos días, ni nada. Entro en los sitios, digo ‘hola’ y a veces la gente me mira como si fuera una lunática, y no te saludan. Bueno, es que ni te miran. La prisa y nuestro actual estilo de vida nos ha deshumanizado, y eso es algo que no es natural. Las personas somos seres sociales, nos arropamos y nos sentimos mejor dentro de una tribu.

Esa deshumanización nos ha llevado a este carácter irascible y a tener una piel fina que nos hace estar saltando a la primera de cambio y a estar todo el día corriendo y ocupados para no ver la mierda de vida que tenemos. Nos evadimos constantemente con la televisión, series, etc., y no somos capaces de afrontar la realidad de nuestros pensamientos, de aquello que nos duele, del duelo que tenemos en este momento o lo que nos preocupa.

¿Crees que también esta prisa es fruto de profunda soledad que sufrimos?

El otro día leí una noticia de que en Madrid se había puesto de moda una aplicación para quedar a cenar con gente que no conoces. ¿Lo sabías?

No, no lo sabía. Pero, sin ligar ni nada de eso.

Sólo para cenar. Gente sola que queda con gente sola, esa es la aplicación. Por un lado me parece bien, al menos hay interés en acercarse a las personas; pero qué triste que hayamos tenido que llegar hasta ese punto donde la gente está tan sola que se crea una aplicación que conecta a gente desconocidos para que se sienten a cenar juntos.

La gente está muy a tope, quiere seguir unos ritmos fuera de lo común y se abusa de bebidas energéticas, por ejemplo. Hablando de algo legal, por supuesto. Esta mañana a las 8 de la mañana un chico de alrededor de 45 años iba bebiendo una de estas bebidas energéticas, ne he quedado pasmada, pero me parece un hecho revelador.

Yo esta mañana me quedé pasmada al entrar en una cafetería a las 8,30 horas y ver a una persona tomando un resfresco de cola. ¿A las 8 de la mañana? Será para seguir el ritmo, entiendo. Estará agotado o vendrá de fiesta, no sé muy bien, la verdad. Pero cuando tú tienes que estar forzando la máquina con este tipo de bebidas energéticas, tienes que plantearte un cambio de vida ya.

¿El tiempo, el dinero, la prisa y éxito van de la mano?

A veces el dinero es una forma de parchear las emociones, igual que el alcohol o la comida basura. Es decir: como tengo una vida con la que me siento frustrado porque igual no sé estar solo o porque no he conseguido algo, compro sin parar. Y en el momento en que compro, siento momentáneamente una pequeña satisfacción. Pero al rato, lo cierto es que vuelves a reencontrarte otra vez contigo mismo y con tus miserias, y esto lo solucionas a través de autoconocimiento, exploración y aprendiendo a saber estar en la vida sin más exigencia que la de estar. La gente seguirá parcheando sus emociones y llenando su vida de cosas para escapar de su realidad, la cual no quiere afrontar.

@MaríaVillardón

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