El pederasta de En Marea a la niña que violó: «Quiero morderte en la mesa del profe, ¿tienes vibrador?»
OKDIARIO desvela los mensajes explícitos del pederasta prófugo a una niña de 12 años

Martiño Ramos Soto, el profesor de música de Orense y ex dirigente de En Marea –coalición promovida por Yolanda Díaz– que permanece en busca y captura desde septiembre, enviaba mensajes de contenido sexual explícito a sus alumnas menores de edad a través de Instagram.
OKDIARIO desvela las conversaciones en las que el docente preguntaba a niñas de 12 años si tenían vibradores marca Satisfyer, les hablaba de BDSM (Bondage-Esclavitud, Dominación, Sadismo, Masoquismo) y sadomasoquismo. Dijo a una alumna suya de 12 años a la que luego agredió sexualmente: «Quiero morderte. Comerte. Encima de tu mesa. Y luego. Ponerte en la mesa del profe».
El caso ha destapado un patrón sistemático que el condenado, que hoy tiene 50 años, desplegó durante años utilizando perfiles falsos de Instagram (el grooming). Ramos Soto se hacía pasar por otros menores bajo alias para ganarse la confianza de varias alumnas del colegio público de un pueblo de Orense donde era interino como profesor de música.
Las conversaciones cotejadas por el juzgado revelan el modus operandi del depredador sexual. El profesor se presentaba inicialmente como una figura de apoyo emocional para después solicitar material pornográfico.
«Se presentaba inicialmente como una figura de apoyo, para después ya pretender que las menores le enviasen fotografías o videos de ellas desnudas o en prácticas sexuales», dictaminó la justicia en su resolución.
Los mensajes interceptados muestran conversaciones de alto voltaje sexual con varias menores diferentes. En una de ellas, Ramos Soto escribía a una alumna de 12 años: «Y la noche que estabas con tu amiga no te pusiste cachonda porque estaba ella. Pero la idea del BDSM te da curiosidad».
Cuando la menor respondió «¿BDSM?», él le indicó «busca». Ante la reticencia de la niña («si van a salir cochinadas [sic.] prefiero no buscar»), el profesor insistió: «Bueno, porque aún no te has iniciado. Pero cuando empieces, ya verás».
La conversación continuaba con instrucciones explícitas del docente: «Pues lo primero es experimentar contigo misma. Si no conoces tu propio placer, no vas a saber cómo disfrutar cuando estás con alguien». Después preguntaba a la menor: «¿Le estás contando a tu amiga nuestra conversación?».
Perfiles falsos en Instagram
El condenado utilizaba perfiles de Instagram con nombres falsos para ocultar su identidad. Sabía perfectamente quiénes eran las menores de su propio colegio a las que contactaba, pero ellas desconocían que, tras aquellos alias, se escondía su antiguo profesor de música.
La investigación tecnológica ha demostrado que el acusado accedió en 162 ocasiones a la cuenta de Instagram desde la dirección IP de su domicilio. Otros 42 accesos se produjeron desde el domicilio de su madre. La prueba pericial descartó que pudiera tratarse de otra persona.
«Martiño, te descubrimos»
Las menores que declararon como testigos explicaron cómo descubrieron la identidad del acusado. Le pidieron que les enviara un audio. Ramos Soto mandó una grabación silbando. Inmediatamente le escribieron: «Martiño, te descubrimos». El profesor las bloqueó de inmediato.
En las conversaciones cotejadas, el docente preguntaba a las niñas sobre sus prácticas sexuales y les pedía que realizaran actos en ese momento. «Ya te estás tocando», escribía a una de ellas. Cuando la menor se negaba a enviarle material, él respondía: «Vaya. No coló».
A varias menores les preguntó directamente si tenían «Satisfayer», un juguete sexual. También les pedía «fotos desnudas, vídeos y cosas así», según el testimonio de una de las víctimas. Les preguntaba «a qué se dedica tu familia» y les pedía «vídeos, más con el cuerpo», que las menores interpretaban como de contenido sexual.
Chantaje emocional a la víctima
El profesor no solo pedía material pornográfico, sino que ejercía un sofisticado chantaje emocional sobre sus víctimas. En una conversación tras los abusos, cuando la menor intentaba romper el contacto, Ramos Soto le escribió: «Te quiero de verdad», y añadió: «¿No te sienta bien que haya cuidado de ti todos estos años?».
La víctima principal, que sufrió las prácticas desde los 12 hasta los 16 años, respondió: «Me he hecho creer a mí misma que esto estaba bien, pero ahora creo que no lo está. Lo he pensado mucho». El profesor contestó: «Yo también he tenido ese proceso. Te hice partícipe de él hace unas semanas».
Cuando la menor insistió en que no quería continuar, escribiéndole «no quiero seguir, no me siento cómoda y no me gusta», recibió una notificación de WhatsApp con el mensaje «el amor de mi vida», intentando mantener el control emocional sobre ella.
Las sentencias recogen cómo el docente alentaba a las menores a masturbarse «para relajarse cuando estaban mal, nerviosas o con ansiedad por los problemas diarios».
Según un informe pericial del Instituto de Medicina Legal de Galicia (Imelga): «Para la menor el acusado era su profesor favorito, lo definía así, y entendía que ella tenía que compensarle [con los vídeos] porque la comprendía y daba buenos consejos, y la cuidaba.»
El patrón de captación era siempre el mismo. El profesor se informaba sobre la situación familiar de las menores, identificaba a las más vulnerables y se presentaba como figura de apoyo. «Él sabía quién era ella, y ella no sabía quién era él, para ella era una persona anónima. Lo vio como un apoyo, como una figura paternal», indicó el perito. «El testimonio es altamente creíble», concluye ese informe oficial.
Ramos Soto preguntaba insistentemente por las notas escolares de las menores, se preocupaba por sus estudios y conocía detalles de su vida familiar «por razón de su cargo», según recoge la sentencia de la Audiencia Provincial.
El Tribunal Superior de Justicia de Galicia y el Tribunal Supremo han confirmado la condena rechazando los argumentos centrales de la defensa. El tribunal consideró que hubo «prueba abrumadora y contundente» contra el acusado. La sala descartó la teoría defensiva de que la víctima principal inventara los abusos para cambiarse de colegio.
El tribunal subrayó que «el conjunto de la prueba muestra una realidad que en modo alguno ha sido simulada en la denuncia». No hay «ánimo espurio presunto», como decía la defensa.
Mientras Ramos Soto permanece en paradero desconocido, las conversaciones recogidas en las sentencias evidencian la calculada estrategia de un depredador que utilizaba las redes sociales para perpetrar sus delitos. Un profesor que predicaba feminismo en público mientras escribía a niñas de 12 años sobre prácticas sadomasoquistas, en una dicotomía tan perturbadora como reveladora de su auténtica naturaleza depravada.