Las protestas en Líbano dejan docenas de heridos

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Picos de violencia en las manifestaciones en Líbano. Militantes de Hizbulá han atacado a manifestantes antigubernamentales en el centro de Beirut; cuando la Policía ha intervenido, se ha valido de porras, pelotas de goma y gases lacrimógenos. Docenas de personas han resultado heridas consecuencia de los combates, que podrían reproducirse en el curso de las próximas horas. Testigos afirman que militantes chiíes encapuchados han arremetido contra la concentración de manifestantes contra el Gobierno. No es la primera vez que un episodio así ocurre. A partir de ahí, la violencia ha ido escalando y se ha recrudecido con la llegada de la Policía.

Los incidentes más violentos se han registrado en el barrio más cercano al Parlamento. Los manifestantes han montado barricadas y quemado contenedores en torno a los edificios institucionales. Igualmente, la han emprendido contra las tiendas de un centro comercial. Los efectivos de las fuerzas de seguridad que han acudido a despejar la zona han sido recibidos con hostilidad. Según ha informado la agencia Reuters, algunos de los participantes en las concentraciones les han lanzado objetos y piedra. La Policía afirma que veinte agentes han resultado heridos.

Los cuerpos de seguridad han respondido haciendo uso de cañones de gases lacrimógenos. También han lanzado pelotas de goma a los ciudadanos que han actuado con más violencia. Es la primera vez, según el portal Gulf News, que los policías libaneses echan mano de este recurso. La Agencia Nacional de Noticias ha documentado varios casos de desvanecimientos en plena calle por los gases. Las cifras de heridos varían: Cruz Roja habla de 33, mientras que la Defensa Civil Libanesa eleva el número hasta 54, de los cuales más de la mitad han precisado atención médica en los hospitales cercanos. El periódico Arab News informa de que el pronóstico de algunos de ellos es grave.

La situación en la capital libanesa es, ahora mismo, incierta, ya que se prevé que estallen nuevas revueltas en la tarde del domingo y la semana que viene. Las protestas de Líbano han alcanzado, de este modo, un pico de intensidad y violencia cuando están a punto de cumplirse dos meses desde su inicio.

Crisis en política y economía

La ola de manifestaciones que asola el país desde mediados de octubre comenzó cuando el Gobierno, entonces detentado por Saad Hariri, anunció que tenía la intención de gravar los servicios de voz de aplicaciones de internet, como WhatsApp y Facebook. Ese fue el detonante, pero los ciudadanos libanes encontraron pronto muchos más motivos para protestar. Millones de personas salieron a manifestarse en todo el país contra la corrupción sistémica, el rígido sectarismo que domina el reparto de poder en la esfera política y, sobre todo, contra una situación económica muy compleja.

Las cosas, sin embargo, no han ido a mejor. A pesar de que Hariri decidió renunciar a su cargo a finales de octubre, junto con todo su gabinete, el país está instalado, desde ese momento, en una situación de parálisis política de la que no es capaz de salir. El presidente Michel Aoun ha organizado rondas de consultas con el atomizado arco parlamentario, pero sus intentos por proponer un nuevo candidato a jefe de Gobierno aún no han sido fructíferos. Se espera que las negociaciones sean retomadas el lunes de la semana que viene.

Mientras los ciudadanos reclaman respuestas del poder público, es difícil que mejore su poder adquisitivo. Líbano se halla en una crisis de financiación muy profunda, con la libra bajo mínimos y unos niveles de deuda muy elevados -una deuda que las agencias de calificación más destacadas califican de bono basura. Sin embargo, mientras los políticos no tomen medidas para facilitar la inversión extranjera, el dinero no llegará.

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