EEUU advierte sobre la posible salida de Irán de Siria acuciado por el coronavirus

Irán uranio
Hasan Rohani, primer ministro de Irán. (Foto: AFP)

Estados Unidos ha señalado que la República Islámica de Irán puede irse de Siria debido a la crisis sanitaria de la enfermedad COVID-19. Una plaga que está dejando centenares de miles de muertos y millones de contagiados en todo el mundo y que está ejerciendo una especial presión en la nación iraní, muy afectada por esta problemática.

El enviado especial de EEUU para asuntos iraníes, Brian Hook, ha explicado que Irán tiene ahora más motivos de peso para salir de territorio sirio, donde se lleva desarrollando una guerra civil desde 2011 que enfrenta al régimen del presidente Bachar al-Asad contra los rebeldes insurgentes atrincherados en el último reducto opositor de la provincia de Idlib; y donde la nación persa tiene una gran influencia a través de las Fuerzas Quds, división internacional de la Guardia Revolucionaria Islámica (cuerpo de élite del Ejército iraní), y de formaciones chiíes aliadas, como la milicia de origen afgano Liwa Fatemiyoun en este caso. Hook concedió una entrevista al medio Foreign Policy en la que ha indicado que EEUU acumula indicios sobre “una retirada táctica de las fuerzas iraníes en Siria”.

El responsable norteamericano sobre asuntos iraníes también ha añadido que la extensión de la influencia persa en la región de Oriente Medio para ganar mayor protagonismo en la zona se ve muy afectada por el duro impacto de la pandemia del coronavirus en territorio iraní, donde se han registrado ya de manera oficial más de 7.200 fallecimientos y en torno a 130.000 casos diagnosticados. Cifras que podrían ser mucho mayores a tenor de lo que se especula en EEUU.

Teherán lleva tiempo desarrollando una campaña de ampliación de su esfera de influencia para intentar manejar asuntos internos de otros países vecinos. A través de la actividad internacional de las Fuerzas Quds trata de entrometerse en otras naciones y, para ello, cuenta con la estrecha colaboración de formaciones chiíes asociadas con las que coopera en estos países; caso de Líbano, con las milicias de Hizbulá; Yemen, a través los grupos rebeldes hutíes que tratan de socavar el Gobierno reconocido internacionalmente de Abd Rabbuh Mansur al-Hadi; Irak, mediante las Fuerzas de Movilización Popular; o el propio caso de Siria, con Liwa Fatemiyoun.

Por su parte, Morgan Ortagos, portavoz del Departamento de Estado de Estados Unidos, ha destacado también el principal objetivo de la maniobra estadounidense para poner máxima presión contra el régimen iraní de cara a obligarlo a abandonar su postura beligerante y atenerse al diálogo. Ortagos, en una entrevista con el medio Iran International, de la que se ha hecho eco Al-Arabiya, ha dicho que Estados Unidos quiere que los países del mundo preocupados por la dignidad humana se unan a las sanciones contra el régimen iraní y no toleren su actitud. Ha agregado que el pueblo iraní debería saber que Estados Unidos está de su lado y continuará apoyándolo, y que se enfrentará al régimen iraní cada vez que sea testigo de una violación de los derechos humanos.

En este sentido, son de dominio público las últimas muestras de desencanto entre la población iraní, con manifestaciones por las calles, ante la delicada situación que vive el país, sumido en una grave crisis económica y afectado duramente por la pandemia del coronavirus.

El presidente de Irán, Hasán Rohaní, ya alertó hace escasas semanas que la nación debía prepararse para posibles momentos económicos muy difíciles a causa del parón de la actividad, obligado por la crisis del coronavirus; y, de hecho, el Gobierno persa inició hace poco una estrategia de apertura comercial y relajación de las medidas de confinamiento y de cierre establecidas para frenar la propagación del coronavirus de cara a reactivar la maltrecha economía nacional.

En este escenario, Irán se ve ahogado por las sanciones políticas y económicas que le impuso el Gobierno norteamericano de Donald Trump cuando este se salió en 2018 del pacto nuclear suscrito con Teherán en 2015 (JCPOA, por sus siglas en inglés), junto con China, Rusia, Francia, Reino Unido, Alemania y la Unión Europea (UE), por el que se limitaba el programa atómico persa, sobre todo en materia armamentística, después de la denuncia estadounidense sobre incumplimientos de sus términos por parte iraní. Estos embargos se centraron sobre todo en el comercio de petróleo, principal fuente de financiación persa.

El propio presidente Hasán Rohaní respondió amenazando con reducir al mínimo sus compromisos en el acuerdo nuclear, con seguir comerciando con su crudo y con bloquear el estrecho de Ormuz, principal zona de tránsito comercial petrolero del mundo. A raíz de esta situación, se produjeron incidentes relacionados con buques cargueros en aguas del Golfo y ataques contra infraestructuras petrolíferas y aeroportuarias en Arabia Saudí (gran rival en Oriente Medio de Irán y principal representante de la rama suní del islam, contrapuesta a la chií patrocinada por el régimen de los ayatolás). Unas ofensivas que fueron atribuidas a Irán y a agentes pro-iraníes, como los insurgentes hutíes yemeníes.

A pesar de la inflexible postura estadounidense, llegó un balón de oxígeno a Irán a través de la iniciativa de la UE enmarcada en la propuesta INSTEX. El bloque comunitario trató de salvar el JCPOA e implementó el sistema INSTEX, un mecanismo diseñado para sortear las sanciones norteamericanas mediante transacciones hechas sin utilizar dólares, a través del cual se ha suministrado, por ejemplo, material médico a Irán para hacer frente al actual durísimo contratiempo de la COVID-19.

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