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Así es vivir bajo la sombra de los terroristas de Hizbulá: el día a día en el kibutz Misgav Am en Israel

Los terroristas de Hizbulá lanzaron tres misiles en 2023 contra este kibutz

Hizbulá Israel

La vida en el kibutz Misgav Am bajo en el norte de Israel transcurre bajo la amenaza de los terroristas de Hizbulá. Este grupo terrorista está financiado por Irán para atacar Israel. «Si se lee lo que tengo en la espalda, pone el kibutz en el fin del mundo», ha explicado a OKIDIARIO Badi Dumitrescu, con una mezcla de ironía y resignación este miércoles 10 de septiembre. «No porque lo sea, sino porque es como el fin de la civilización occidental. Vivir aquí no es fácil, pero es nuestro trabajo. Y tenemos que hacerlo porque no hay nadie más que pueda hacerlo por nosotros. Tenemos que estar aquí», ha destacado. Hizbulá controla el pueblo de enfrente. En noviembre de 2023, los terroristas de Hizbulá lanzaron tres misiles contra el centro educativo todavía en ruinas de este kibutz del norte de Israel.

Misgav Am, fundado en 1945, es un kibutz enclavado en la ladera norte de Galilea, a escasos metros de la frontera con el Líbano. Desde sus colinas se divisan con claridad los pueblos libaneses bajo control del grupo terrorista Hizbulá. Esa cercanía geográfica convierte cada jornada en un recordatorio de la fragilidad de la paz en esta zona, que ha sido escenario de guerras, incursiones y hostigamientos durante décadas.

Los habitantes del kibutz están acostumbrados a vivir en tensión, con refugios cercanos y planes de emergencia siempre presentes. Aun así, intentan mantener la normalidad: niños que juegan en los jardines, agricultores que cuidan los campos, familias que comparten cenas comunitarias. Pero todos saben que, en cualquier momento, una sirena puede interrumpir la rutina y obligarlos a correr bajo tierra.

«Si me preguntas mi opinión personal, creo que si tuviéramos una segunda enmienda como en Estados Unidos, probablemente el 7 de octubre, aunque ocurriera, no sería a esa escala», ha explicado durante la entrevista con OKIDIARIO. El encuentro se produce en el norte de Israel durante un viaje organizado por EIPA (Europe Israel Press Association).

A la izquierda territorio controlado por Hizbulá, a la derecha Israel.

Habla con franqueza de la sensación de vulnerabilidad que sienten muchos en Israel tras el ataque terrorista sorpresa de los terroristas de Hamás contra el sur del país en 2023, que dejó una cicatriz profunda en la sociedad israelí. Para él, la diferencia radica en la capacidad de cada ciudadano de responder de inmediato ante una agresión.

El testimonio de Dumitrescu no es teórico. Él mismo ha señalado con la mano el lugar donde antes se levantaba el centro educativo del kibutz, orgullo de la comunidad. Era un edificio moderno, con capacidad para cien personas, grandes ventanales y vistas despejadas sobre el valle. Hoy apenas quedan ruinas ennegrecidas. «Al comienzo de la guerra, a principios de noviembre de 2023, tres misiles antitanque lanzados desde el pueblo justo enfrente impactaron nuestro edificio. Uno atravesó las ventanas, otro cayó en las rocas y el tercero dio en la parte trasera, provocando un incendio muy grande. Eso fue lo que pasó aquí», ha destacado

El centro educativo nunca pudo ser reconstruido. Sin embargo, la comunidad se resiste a rendirse. «Lo mejoraremos», ha asegurado Dumitrescu con un tono firme, casi desafiante. Es la actitud que define a los residentes de Misgav Am: la certeza de que su vida en este rincón fronterizo no es solo una elección personal, sino una misión colectiva.

La historia de Misgav Am refleja esa tensión permanente. Durante la guerra de 1948 fue escenario de combates; en 1980 sufrió un ataque terrorista en el que militantes palestinos tomaron rehenes dentro del kibutz; y en la guerra de 2006 contra Hizbulá, los cohetes cayeron con intensidad sobre la región. En los últimos años, la situación no ha mejorado: Hizbulá ha multiplicado su arsenal en el sur del Líbano y, desde el estallido de la guerra de Gaza en octubre de 2023, la frontera norte se ha convertido en un frente abierto, con intercambios diarios de fuego entre la milicia chií e Israel.

Para los habitantes de Misgav Am, cada misil no es una estadística, sino una herida directa. Sin embargo, a pesar del peligro, pocos piensan en abandonar. «Este lugar es nuestra casa», han explicado muchos miembros del kibutz. La frontera no solo separa dos países, sino también dos mundos: de un lado, el Israel rural que busca preservar una vida comunitaria; del otro, una organización armada respaldada por Irán que declara abiertamente su objetivo de destruir Israel.

Dumitrescu lo ha resumido con crudeza: «Aquí, en este kibutz, vivimos en el fin de la civilización occidental. Y si nosotros no estamos aquí, ¿quién lo estará?».

La vida en Misgav Am es, en el fondo, un acto de resistencia cotidiana. No se trata solo de aguantar los ataques o de confiar en la protección de las Fuerzas de Defensa de Israel, sino de insistir en la normalidad: abrir escuelas, cultivar la tierra, criar hijos. Convertir un kibutz amenazado en un lugar donde todavía se puede imaginar futuro. Esa es la paradoja de Misgav Am: un punto en el mapa que parece el fin del mundo, pero que sus habitantes defienden como el principio de todo lo que creen que merece ser preservado.

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