La turba en el jardín, qué es y cómo aplicarla
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Si bien la naturaleza tiende a abrirse camino, y muchas de las especies que tienes plantadas en casa crecerán igual, es importante poder ayudarlas desde tu lugar. Aplicar la turba en el jardín es una de las mejores y más fáciles cosas que puedes hacer por ellas.
Si no estás tan familiarizado con este concepto, lo primero es aclarar que existen dos tipos de tierra que se pueden distinguir. Diferenciando entre la tierra mineral y la orgánica, la turba es una clase de orgánica con interesantes características.
Cómo aplicar la turba en el jardín
¿Qué son las tierras orgánicas?
Por definición, son aquellas que provienen de la descomposición de la materia orgánica. El compost es uno de los tantos ejemplos. Introduciendo materia orgánica en una compostera, los hongos y bacterias irán descomponiendo dichos restos hasta obtener lentamente una tierra orgánica más porosa que la mineral y que, a su vez, es mucho más rica en diversas propiedades.
La clave está en el nitrógeno del compost, que no se encuentra en forma natural en la tierra mineral. Ésta sustancia es la primera fuente de alimentación de las plantas, lo que hace que el estiércol y la materia orgánica sea recomendables en la jardinería.
¿Qué beneficios aporta?
De todas las tierras orgánicas que existen, es la de más elevada calidad. La turba nace de la descomposición del musgo Sphagnum. Este musgo crece en las turberas, zonas húmedas de temperaturas bajas, que le permiten desarrollarse sólo 1 milímetro al año.
Su porosidad única hace de la turba una de las mejores opciones posibles para la descomposición de la tierra. No es extraño tan que cuando compremos sustrato universal, un buen porcentaje de éste sea turba. Y por ventajosa que resulte para el jardín, hay que comprender que no se debe abusar de ella. A día de hoy, excederse en su uso significa poner en peligro su supervivencia.
La fibra de coco, otra alternativa
A partir de esa problemática, para no sobreexplotar la turba, se han ido buscando otras potenciales soluciones como la fibra de coco. Aunque no es tan buena cómo la primera, se halla en mucho mayores cantidades y eso hace que se recupere más rápidamente.
Ya sea una u otra, con su porosidad favorecen que las plantas cojan oxígeno y liberen dióxido de carbono a la atmósfera. Son especialmente útiles dentro de los tiestos o las macetas, donde deben producirse largas ramas en espacios muy contenidos.
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