Vicente Gil: «Irene Montero, cierra la puerta al salir»

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Ya tenemos nuevo Gobierno. Más de lo mismo. Extremismo de ultraizquierda española casposa disimulado con corbata, zapatos de tacón, ropa de marca, maquillaje y peluquería. Una «banda», como anticipó Albert Rivera, encabezada por el felón de La Moncloa.

Usted no llega a final de mes, pero Pedro Sánchez ha nombrado 22 ministros y ha creado una vicepresidencia más por si no había suficientes. Clientelismo peronista.

Son tantos los ministros, que casi han necesitado dos salones en el Palacio de La Zarzuela para que pudieran prometer todos a la vez. Les invito a que vean la imagen del momento en que entran al salón de audiencias. Parecía el camarote de los hermanos Marx.

Eso sí. Todos muy rojos, pero a cada cual más satisfecho y sonriente ante el monarca. Henchidos. No cabían en sí. Casi en estado flotante… y no sólo Óscar Puente. Ni en los tiempos de Franco se veía tanta satisfacción ministerial en el NO-DO.

Es curioso el rojerío español. Ha pasado de querer tomar el Palacio Real y de querer guillotinar al Rey y a sus hijas a «por poco me meo de gusto en las bragas» (en palabras de Julia Roberts en la película Pretty Woman) por ser ministro, tener coche oficial, enchufar amiguetes con sueldazo y que los policías se te cuadren al verte, en vez de detenerte por machacarles la cabeza con adoquines, que es lo que siempre ha hecho la ultraizquierda con la UIP.

Me da pena Íñigo Errejón, que, por más méritos que ha hecho peloteando a Sánchez, se ha quedado sin ministerio. Si esta noche sale a celebrar con Mónica García su nombramiento, pido, por favor, a los escoltas de la nueva ministra de Sanidad que le acompañen a casa y lo dejen acostado, no vaya a cruzarse con algún ciudadano discrepante.

Verlos jurar ha sido maravilloso. Carne de psiquiatra forense y neurolingüista. Porque algunos de sus lapsus mentales, verbales o gestuales son significativos.

A la propia Mónica García se le ha olvidado la palabra «lealtad» al prometérsela al Rey. Alguno se ha trabado al decir lo de «cumplir y hacer cumplir la Constitución». «Constitución» no les sale bien. Por no hablar del lapsus «lingüe-mental» de Sánchez al prometer su cargo, el otro día, ante don Felipe. Hubo suspense. Dijo: «Cumplir… ehhh… fielmente…». Lo de «cumplir» y lo de «fielmente» se le atragantó.

A veces el cerebro nos juega malas pasadas al hablar y los gestos nos dejan desnudos. Como la actitud corporal de algunos de los nuevos ministros al pasar por delante del Rey e ir a prometer el cargo. La educación no la conocen y el sectarismo les puede. A alguno le ha faltado hacerle un corte de mangas o escupirle en los zapatos a Su Majestad.

Es muy sintomático de lo que harían -si pudieran- con el Rey, con Letizia y con Leonor y Sofía, aunque sean unas niñas. No en vano, alguna de las nuevas ministras, como Sira Rego, justificó el 7 de octubre los asesinatos y violaciones masivas de mujeres y niñas israelíes por parte de los terroristas de Hamás. A esta tal Sira Rego, encima, la han nombrado ministra de Infancia y Juventud. Sánchez es un crack y un provocador. Imaginen a Sira Rego en un acto con niños contando las bondades del genocidio de Lenin.

Este es el nivel del nuevo Gobierno. La tal Sira Rego es la nueva Pam del ejecutivo. Nos dará tardes de gloria. Pam, te echaremos de menos, aunque siempre nos quedará Óscar Puente, que es más de noche que de tarde.

En realidad no hay que preocuparse. Este tipo de ministros, ministras o ministres son muy gallitos de la República en su casa o en TikTok, pero son unos chupópteros de la Monarquía parlamentaria en cuanto les das un carguete. Terminarán como los clásicos de Izquierda Unida (el propio Alberto Garzón) traicionando a los suyos por mantener su sueldo público o haciéndose sanchistas.

Vean, si no, a Yolanda Díaz, que esta mañana sobeteaba, besaba y tocaba la cara de sus ministros y ministras como si no hubiera un mañana. Si ese sobeteo de Yolanda Díaz lo hace Rubiales, lo destierran. Pero como ella es roja y comunista, puede hacerlo. Y a la masa borrega que consume realities no le parece mal.

Por eso. Preocúpense más -de verdad- de los ultras del Gobierno que no lo parecen. Los comunistas de traje y corbata, que hablan bien y hasta parecen «Santos Varones», que diría Tip. Como Félix Bolaños, asumiendo en un solo ministerio las carteras que significan los tres poderes del Estado: Presidencia, Relaciones con las Cortes y Justicia. Este tipo de pelotas son los más peligrosos. En su vida se verán con tanto poder. Por su jefe se hubiera metido en la tumba con Franco en Mingorrubio.

O como el tal Urtasun, educado y guapete, diplomático, asumiendo Cultura. Esperemos que no en plan Revolución Cultural a lo Mao, que es lo que el cuerpo le pide a esta izquierda española guerracivilista. Mao se cepilló a 60 millones de chinos en 10 años, a razón de seis millones de chinos por año. Cifra que -seguro- a la hamas-iana Sira Rego le parecen pocos chinos ejecutados.

Aunque, hoy, en su despedida, quiero hacer mención especial a Pili y Mili. O sea: a Irene Montero y Ione Belarra, que son de esas amigas de verdad que, cuando salen por la noche de fiesta, van al baño juntas y no solas y borrachas.

Si en algo, en su despedida, ha tenido razón Irene Montero es en decir que Sánchez les ha echado del Gobierno y que les ha echado por ser como son, sin disimular ni mentir. Es decir: sectarios, fanáticos, violentos y ligeros de cascos respecto al dinero público, que se lo han fumado en sueldos para camaradas y chorradas de género.

Viendo la rabieta de la niñata Montero al ceder su cartera de Igualdad, e imaginando la rabieta de toda su cuchipandi, me ha venido a la memoria aquel día en que Iván Espinosa de los Monteros se fue de una comisión del Congreso y el chulete de Pablo Iglesias le dijo -sonriente- aquello de: «Cierre la puerta al salir».

Pues eso, Irene. «Cierra la puerta al salir» y un saludito para Pablo. Os da igual todo porque ya os habéis forrado y tu pareja seguro que te pone en las listas de las europeas para ver si sales eurodiputada y te llevas 10.000 al mes.

Y gracias Pedro, por haberlos quitado de en medio. Unos cuantos menos. Ya sólo quedas tú y la «banda» que diriges.

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