España
Crónica del día

Primeros escarceos para la reunión PP-Ciudadanos

Son balbuceos. Pero con indicios. Uno, y no baladí, el favor que el PP del Senado ha hecho a Ciudadanos cediéndoles un escaño para que formen grupo parlamentario. Tenían antes una raquítica representación que no les otorgaba voz propia, sumidos en el totum revolutum del Grupo Mixto, y ahora la senadora Amelia Salanueva, popular en Navarra Suma, se ha prestado a unirse a unos Ciudadanos que, la verdad, aún están por agradecérselo. La maniobra de entrada era otra; era la Unión del Pueblo Navarro quien tenía en principio que ofrecer su ayuda y no, no lo hizo. Literalmente se negó a perder su delegación. Así que Javier Maroto tuvo que emplearse a fondo para conseguir que la Dirección de su partido se aviniera al traslado. No era fácil porque en el PP todavía se recuerda el desaire grosero que recibieron sus cuatro parlamentarios en Cataluña cuando pidieron a Arrimadas algo similar: que les dejara un sillón para poseer allí un grupo autónomo. No solo se negó Inés Arrimadas sino que el argumento que utilizó fue francamente descortés y burdo: «No vamos a dar dinero (alusión a las subvenciones que reciben los grupos) a quien los votantes han condenado prácticamente al ostracismo». Esa, más o menos fue la respuesta al requerimiento del PP.

No era fácil pues para Maroto convencer a Pablo Casado, pero sobre todo al secretario general, Teodoro García Egea, de que, aunque ha negociado en las autonomías la coalición para los gobiernos regionales, pasa en el PP por ser duro entre los duros. Al final, ha prevalecido el interés y, sobre todo, el empeño en demostrar a Arrimadas, y a ese infortunado Manuel García Bofill, jefe de la Gestora al que los clásicos de Ciudadanos desdeñan hasta el ninguneo, que el experimento «España Suma» tiene que realizarse de una vez. En puridad, lo que piensan en el PP y más concretamente aún lo que desearían sus barones regionales, es una estrategia global para refundar el partido por la vía de reintegrar a los que en el PP, con mucho sarcasmo, denominan: los «hermanos separados». O sea, una fusión fría más que una coalición a la navarra. Téngase en cuenta a este respecto que este año que se avecina habrá, por lo menos, dos elecciones, unas seguras, porque toca así, en el País Vasco y en Galicia, y otras ciertas, pero pendientes de fecha, en Cataluña. A Alberto Núñez Feijóo ya le interesa añadir a todos sus votos los sesenta y tres y pico mil que Albert Rivera logró el pasado 10 de noviembre. Si encima pudiera incorporar los ciento quince mil de VOX, obtendría en las venideras regionales una mayoría absoluta de escándalo, una posibilidad cierta que, hoy por hoy, está en entredicho.

Como Feijoó opina también un presidente regional en ascenso, Alfonso Fernández Mañueco que, en Castilla y León está consiguiendo en poco tiempo una gobernación plácida aún contando con la difícil personalidad de su vicepresidente Francisco Igea de Ciudadanos. El parecer de estos dirigentes y el de otros que, en todo caso, se cuidan de exponer sus pretensiones públicamente, es que se trace una estrategia permanente de acuerdo con lo que queda de Ciudadanos para conseguir, «por lo menos-esta es su opinión literal- que en los comicios del próximo año exista un pacto de colaboración que ya veremos como se articula». No hay que ser muy lúcido para saber que existen tres fórmulas de consenso; una, la que por ahora parece más complicada, sería la unificación de los dos partidos; una segunda un remedo de «Navarra Suma» en Galicia, el País Vasco y desde luego, en Cataluña; la tercera, consistiría, y eso ya lo pidió Casado para las Generales, en que en las demarcaciones electorales más complicadas, el pez grande, el PP, engulla al chico, Ciudadanos, por la vía de la ausencia de éste partido en las listas. Son tres modelos que ya se han empezado a manejar en el PP con suma discreción porque, casi en leguaje de telenovela, nadie quiere herir la sensibilidad herida tras las elecciones del grupo minoritario que, según parece, va a liderar a partir de marzo, Arrimadas. Puede ser incluso que el Congreso de Ciudadanos coincida en marzo con las elecciones catalanas; eso dificultaría cualquier entendimiento porque Ciudadanos aún se cree la fuerza mayoritaria constitucionalista en el Principado. Hoy, cuando ya se sabe cómo va a transcurrir el futuro próximo de la política en España, con un Sánchez que está quedando, según fuentes socialistas de todo crédito, muy ajado tras su pacto con Podemos y sus devaneos con ERC, hay también dentro de Ciudadanos (mírese por ejemplo el caso del vicepresidente andaluz, Juan Marín) quienes apuestan por un entendimiento rápido con el PP. «Si no -aventuran- estamos llamados a la desaparición».