La nº 1 del Instituto de la Mujer censuró a los que como Iglesias «reciben» fotos íntimas y «no lo denuncian»

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Carlos Cuesta

Pablo Iglesias «recibió» la tarjeta del móvil de Dina Bousselham con fotos íntimas y, «en lugar de sentir la más mínima empatía por/con ella, ir a decirle que no se preocupe, denunciar a quien lo haya enviado, enfadarse con sus compañeros» hizo «lo contrario a todo eso»: se quedó la tarjeta y se la devolvió cuatro meses después y destruida, según la primera declaración judicial de la propia Dina.  Todos los entrecomillados reflejan la actitud que Beatriz Gimeno -ahora directora del Instituto de la Mujer, y en mayo de 2019 (cuando escribió este artículo) diputada autonómica de Podemos- censuró con dureza por formar parte del plan de los machistas para lograr la «cosificación» de la mujer.

El artículo fue publicado por Contexto y Acción el 31 de mayo de 2019 a raíz del caso Iveco: «El suicidio de una trabajadora de Iveco ante la difusión de un vídeo suyo de contenido sexual», tal y como explicaba el propio artículo.

En aquel momento, Beatriz Gimeno aún no era la número 1 del Instituto de la Mujer, cargo al que la aupó Podemos con el apoyo personal de Irene Montero. Era diputada de la formación morada en la Asamblea de Madrid.
Gimeno, en ese artículo -que firmaba, de hecho, como «escritora, activista y diputada de Unidos Podemos en la Asamblea de Madrid- aseguraba que ese caso era «un compendio perfecto de lo que significa el patriarcado y de cómo actúa».

La activista feminista y podemita afirmaba que «quizá sea más sintomático incluso que las violaciones o la violencia machista porque la brutalidad evidente genera un enorme rechazo social y por tanto más acuerdo».

Porque «lo normal en un orden de dominación es que sea mucho más difícil llegar a la pregunta clave que ponerse a discutir sobre lo evidente».

«La cuestión» esencial

Gimeno lanzaba la que ella consideraba que era «la cuestión» esencial: «¿Qué porcentaje de hombres sitúan en la cosificación extrema –en la falta de empatía, en definitiva, en la no humanización– de las mujeres sexualmente atractivas para ellos un componente esencial de su identidad masculina, o de su sexualidad? ¿A cuántos les excita eso? ¿Por qué es así? ¿Esta cuestión nos parece relevante o no? ¿Cómo combatirlo?».

El artículo abordaba el acceso a un vídeo sexual de la trabajadora de Iveco que fue posteriormente divulgado. El daño realizado a la empleada fue tal que acabó suicidándose.

«Y eso tiene que ver con el espinoso asunto de la construcción de la subjetividad sexual y si eso nos importa o no como feministas», señalaba Gimeno en su artículo.

Y en ese momento es cuando la ahora directora del Instituto de la Mujer lanzaba su principal argumentación. Un argumentario que, salvo por la parte de la distribución posterior del vídeo, podría ser perfectamente aplicado a la actitud de Pablo Iglesias con Dina Bousselham: se quedó cuatro meses con su tarjeta del móvil, con fotos íntimas, y no se la devolvió hasta que el escándalo creció.

En ese momento, Pablo Iglesias le entregó la SIM destruida, según la primera declaración de la propia Dina en sede judicial y ante el juez García Castellón: «¿Qué parte de la identidad masculina se pone en funcionamiento cuando un hombre ‘normal’ recibe el vídeo sexual de una compañera de trabajo y, en lugar de sentir la más mínima empatía por/con ella, ir a decirle que no se preocupe, denunciar a quien lo haya enviado, enfadarse con sus compañeros, negarse a compartirlo, hace lo contrario a todo eso? Supone, sobre todo, que una parte de la identidad masculina de la mayoría de los hombres, una parte muy importante, se construye sobre la negación de la humanidad de la otra, especialmente, cuando esa otra está en un contexto sexualizado».

«No someter a Dina Bousselham a más presión»

Pablo Iglesias, efectivamente, «recibe» las fotos íntimas «de una compañera de trabajo y, en lugar de sentir la más mínima empatía por/con ella, ir a decirle que no se preocupe, denunciar a quien lo haya enviado, enfadarse con sus compañeros», hizo «lo contrario a todo eso». Se quedó la tarjeta porque, según las propias palabras del vicepresidente, «imagínese lo que supone para una mujer de veintipico años saber que esas fotos íntimas suyas acaban en manos de OKDIARIO, de Eduardo Inda, de Villarejo. Yo examino el contenido y veo el contenido de lo que hay, y tomo una decisión, que es no someter a Dina Bousselham a más presión».

Gimeno iba a más en el artículo y lanzaba una crítica añadida: «La siguiente pregunta va de suyo: ¿qué consecuencias tiene eso para la igualdad entre hombres y mujeres? Cuando Francisco Rivera declara ‘que las mujeres no se graben porque ningún hombre dejaría de compartirlo’ le señalamos (que hay que hacerlo) pero lo cierto es que está diciendo una obviedad. Todos lo compartieron, ninguno lo denunció.  Tenemos que preguntarnos qué normalidad es esa que permite a un hombre ‘normal’ asumir que exponer a una mujer a un tremendo dolor, a una tortura, en realidad es algo que harían, y hacen sin despeinarse la mayoría de los hombres».

La miembro de Podemos se preguntaba a raíz de ese razonamiento «¿cómo conseguimos convertirnos en sujetos, en dueñas de nuestra sexualidad y cuerpo? ¿Cómo conseguimos que los hombres dejen de ser los amos? ¿Cómo conseguimos que nos vean como seres humanos, que nos sientan y reconozcan como tales? ¿Cómo conseguimos que la identidad sexual, la masculinidad hegemónica se vincule a lo emocional igualitario? El patriarcado es, sobre todo, un orden mental, una razón, igual que lo es el neoliberalismo», concluía.

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