España
Falsa agresión en Madrid

El joven que denunció ser víctima de una agresión homófoba en Malasaña confiesa que se la inventó

En la última conversación mantenida con la Policía Nacional ha reconocido que se trató de una lesión consentida

El joven reconoce que las heridas las sufrió practicando sadomasoquismo con otras personas

La Policía investiga una agresión homófoba en la que grabaron «maricón» en el glúteo de la víctima

La Policía no encuentra a los autores de la agresión homófoba de Malasaña en ninguna de las cámaras

  • Alfonso Egea
  • Jefe de Investigación en OKDIARIO. Anteriormente fui responsable de la sección de Actualidad y Sucesos en Espejo Público, en Atresmedia. He publicado cuatro libros y actualmente colaboro en programas de televisión en Mediaset y en Telemadrid. Agradecido por tener el reconocimiento de la Policía Nacional de Madrid y la medalla al mérito de la Guardia Civil.

Ninguna cámara de seguridad grabó el grupo de ocho encapuchados, ningún testigo los vio y nadie en el edificio escuchó nada el domingo por la tarde cuando aseguró haber sido atacado. La Brigada Provincial de Información se ha entrevistado varias veces con el denunciante hasta que esta misma tarde ha reconocido que se lo ha inventado todo. El chico ha reconocido a los agentes que las marcas se las hicieron en una sesión de sadomasoquismo voluntario con otras personas.

Las redes sociales, su agenda reciente de citas y contactos y su entorno personal. Esas son las coordenadas en las que los investigadores del Cuerpo Nacional de Policía se estaba moviendo para tratar de resolver la supuesta terrible agresión sufrida por un joven de 20 años el pasado fin de semana en el madrileño barrio de Malasaña. Y resulta que todo era mentira.

OKDIARIO ha visitado la escena de la agresión, cuyas señas exactas omitimos para proteger a la falsa víctima, y ha sido testigo de una de las visitas policiales a los inquilinos del edificio. Nadie vio nada, nadie escuchó nada, ninguna de las cámaras cercanas localizó a un grupo sospechoso y por eso los agentes descartaban ya la existencia de una banda que de forma organizada buscara a un chico homosexual para grabarle con un cuchillo la palabra “maricón” en el culo.

La lesión, la herida en forma de caligrafía homófoba, existe. De eso no hay la menor duda. Lo que los agentes tenían menos claro es en qué circunstancias se produjo. Este mismo miércoles OKDIARIO ha sido testigo de una nueva visita de los investigadores al escenario de los hechos denunciados el pasado domingo por el joven de 20 años. El edificio de cuatro plantas se encuentra en una de las calles más conocidas del barrio de Malasaña. Es una finca antigua, centenaria, con escaleras y puertas de madera, muy vieja, con ese encanto decadente de los edificios que rodean la Plaza del 2 de mayo de la capital. Tras franquear una puerta de hierro y subir cuatro escalones una puerta de madera y cristales deja paso al recibidor del edificio, un pequeño espacio de apenas tres metros cuadrados en el que se acumulan tres puertas de viviendas particulares. Lo siguiente son ya las escaleras que lleva a las plantas superiores del edificio con dos puertas en cada piso. Antes una ventana abierta revela el patio de luces donde los vecinos tienden la ropa.

En ese escenario aseguraba el chico de 20 años que el domingo, sobre las cinco de la tarde, ocho varones con capuchas, pasamontañas y mascarillas lo asaltaron nada más entrar en el edificio. La calle, una de las más transitadas de Malasaña, tiene varios comercios a la altura del portal de la víctima. Según el chico, entre los ocho desconocidos le agredieron, le inmovilizaron y le acabaron bajando los pantalones para marcarle en la piel de sus glúteos con un cuchillo la palabra “maricón”.

Ningún vecino escuchó nada, ni siquiera los que tienen la puerta a escasos centímetros de donde debieron producirse los hechos. Nadie percibió nada extraño en el portal durante de los hechos. Una de las vecinas bajó a la calle a las seis de la tarde. Lo recuerda perfectamente porque se lo ha repetido cuatro veces a la Policía esta semana. Ella no advirtió nada que delatara la brutal agresión que allí se había producido. Ni sangre, ni cristales rotos, ni signos de lucha o resistencia.

En una sesión de sadomasoquismo

Esta misma tarde el joven, acorralado por la Policía reconocía que consintió que le marcaran la palabra “maricón” en el culo y que no hubo tal agresión. Fue Manuel Marlasca, en La Sexta, quien adelantó la confesión del falso denunciante. El chico ha reconocido a los agentes que las marcas se las hicieron en una sesión de sadomasoquismo voluntario con otras personas.

Los investigadores han visitado varias veces el edificio y sus alrededores. Ya en la calle los agentes se han afanado en hablar con los comerciantes, en ver las grabaciones de sus sistemas de seguridad y en revisar las cámaras de seguridad urbana de la. Nada, ni un grupo sospechoso ni nadie que se le parezca. Por supuesto ni una imagen de ocho hombres encapuchados. Por cierto, la búsqueda se ha hecho a conciencia porque a quien sí han localizado en las cámaras de seguridad ha sido a la propia víctima caminando sola por la calle.

Con una persona herida, pero sin pistas del grupo de agresores que él describe, la Policía se inclinaba a pensar que la solución del caso iba a estar más en el ámbito personal del denunciante incluyendo la posibilidad de que ni él mismo lo sepa. Por eso, durante esta semana los investigadores han hablado varias veces con él para pedirle que haga memoria y trate de recordar si ha tenido algún incidente, por pequeño que fuera, con alguna persona. En esa línea de trabajo sus los investigadores han accedido a sus redes sociales, su agenda reciente e incluso le ha pedido un listado de personas por las que hubiera podido sentirse agraviado o amenazado. Él ha llegado a mencionar un par de episodios, pero les ha restado importancia y gravedad a los hechos.

Al final, rodeado por las circunstancias y consciente de la ola de rechazo generalizado que se había instalado en el país por solidaridad se ha venido abajo y ha confesado que se dejó marcar los glúteos de manera absolutamente voluntaria, gratuita e incomprensible.