Colas tercermundistas en Barajas de madrugada al apagarse las máquinas de los pasaportes a las 22.00

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Juanan Jiménez
  • Juanan Jiménez
  • Responsable de la mesa de coordinación. Especializado en información nacional e internacional, breaking news, periodismo de datos y visualización, también escribo sobre motor y tecnología.

Los pasajeros que este miércoles por la noche llegaban al aeropuerto Adolfo Suárez-Barajas de Madrid procedentes de países de fuera de la Unión Europea han tenido que esperar colas kilométricas para pasar el control de pasaportes. Pasadas las 22.00 horas, cientos de viajeros esperaban pacientemente en la T4 de Barajas a que uno de los seis funcionarios de Policía les atendieran. Mientras, las máquinas de lectura de pasaportes se encontraban apagadas, fuera de servicio, lo que ha provocado el caos hasta la madrugada del jueves.

El problema en los controles de pasaportes del aeródromo madrileño se viene reproduciendo desde el fin de la pandemia. La vuelta a la normalidad y el creciente número de vuelos han provocado ya el caos en numerosas ocasiones. Y el cuello de botella siempre se reproduce en el mismo lugar: el control de pasaportes.

Bien porque las máquinas electrónicas se estropean o bien porque se toma la decisión de apagarlas, como este miércoles por la noche, lo cierto es que una operación que debía ser ágil, desemboca en el caos. Si a eso le añadimos la falta de funcionarios de Policía para atender al gran número de pasajeros que pueden coincidir por la llegada de varios vuelos, se forma la tormenta perfecta para que Barajas se parezca más a un aeropuerto de un país en vías de desarrollo que al ágil espacio que debe ser.

Este miércoles, pasadas las 22.00 horas, se ha vuelto a reproducir una situación que es habitual en época estival. Cientos de pasajeros, armados de paciencia, esperaban a que alguno de los seis funcionarios de la Policía les atendiera. Las instalaciones tienen capacidad para que hasta 24 agentes puedan atender simultáneamente a los viajeros, pero a altas horas de la noche eso no sucede.

A esta falta de personal se une el que las máquinas lectoras de pasaportes electrónicos estaban apagadas. Un dispositivo moderno que puede aliviar el trabajo de los funcionarios destinados a la frontera aeroportuaria, pero que de nada sirven si no están en funcionamiento.

Al descontento de los pasajeros y su lógico cabreo por la espera, se unen también las críticas de las aerolíneas y de los propios funcionarios. Iberia ha sido una de las que más ha denunciado la situación en los controles de seguridad y pasaportes. El pasado año la aerolínea perteneciente al grupo IAG aseguró que hasta 15.000 pasajeros habían sufrido retrasos o pérdidas de vuelo por los atascos que se forman en el control de pasaportes, algo que hacían extensible, además de a Barajas, al aeropuerto de El Prat en Barcelona.

Las compañías apuntan a un único responsable: el Ministerio del Interior y a la falta de refuerzo en las plantillas de policías destinadas a cubrir el control de pasaportes.

A mediados del pasado mes de marzo, coincidiendo con la vuelta de las vacaciones de Semana Santa, se repitieron las largas colas en el control de pasaportes en Barajas. Las aerolíneas volvieron a elevar sus quejas al Ministerio del Interior, que, lejos de reaccionar, las acusó de «difundir bulos».

El ministerio de Marlaska denunció que las compañías lanzaron «bulos» para «ocultar su propia falta de personal de tierra». Las responsabilizaba así del retraso en algunos vuelos programados ante la acumulación de pasajeros en los controles. El departamento de Grande-Marlaska culpó entonces abiertamente a las compañías aéreas de los eventuales problemas de colas y aseguró no tener ninguna reclamación de pasajeros por esperas o pérdidas de vuelos de conexión en Barajas.

Lo cierto es que cuando comenzaron a producirse los primeros incidentes fue el propio Grande-Marlaska el que prometió un refuerzo de hasta 500 agentes para el control de pasaportes.

Pese a que Barajas es uno de los aeropuertos con más tráfico de Europa, la imagen de España se ve tocada cuando los turistas y los viajeros en general deben esperar colas de horas para poder acceder al país.

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