Análisis

España no podrá salir de la recesión con aplausos sino con reformas

Francisco Coll Morales es economista y coordinador del servicio de estudios de Fundación Civismo.

Yolanda Díaz másters
Yolanda Díaz, ministra de Trabajo, en el Congreso

La situación que presenta España en estos momentos es muy complicada. La caída pronosticada por los principales organismos de la economía española comienza a despertar el alarmismo de una sociedad que se encuentra severamente amenazada, al menos en lo que respecta a su bienestar y su empleo. Además, teniendo en cuenta los precedentes de España, entre los que destaca una habitual recuperación más tardía que el resto de países de la zona euro, hacen que cualquier ápice de optimismo se presente como una autocomplacencia en la que la frivolidad, a la que además nos tiene acostumbrados durante esta pandemia este Gobierno, resulta insultante para la ciudadanía.

Ante las previsiones que ofrecen los principales organismos internacionales, así como los datos reales que se van publicando, no existe capacidad, al menos para los economistas, de encontrar esperanza en un escenario tan pesimista. Al menos si no se llevan a cabo las reformas que tanto exige Europa para la llegada de los fondos de reconstrucción. Hablamos de unos escenarios que, bajo la lupa de los economistas, preocupan por su dimensión pero también por el gran deterioro que se produce en otra serie de variables macroeconómicas que, como detallaremos a continuación, cuentan con gran relevancia en el análisis.

Hablamos de una contracción que, como anuncia el Fondo Monetario Internacional (FMI) en su última actualización del informe WEO, ya cifra la caída del PIB español en niveles cercanos al -12%. Una contracción sin precedentes en la historia reciente de nuestro país que podría verse agravada ante posibles rebrotes. Rebrotes que, de darse, agravarían el escenario, como establece el mismo organismo multilateral, llegando a situar la contracción en hasta el -19% del PIB.

Los desequilibrios macroeconómicos que presenta la economía española seguirían esa senda de ensanchamiento que, como pronostica el Banco de España, dificultarían la recuperación de la economía nacional. Una recuperación que si ya se esperaba gradual, podría serlo aún más tras una situación en la que estos desequilibrios continuasen deteriorándose. En el caso de la deuda, por ejemplo, la situación que prevén los organismos internacionales sitúan la ratio deuda-PIB en niveles cercanos al 122%. Sin embargo, de darse esos rebrotes, el escenario planteado podría incrementar el nivel de deuda hasta niveles del 135% del PIB, situando el déficit en un nivel cercano al 15% y el desempleo por encima del 40% en muchas autonomías.

Y es precisamente en este punto en el que queríamos destacar, entre esas variables citadas, la del desempleo. Un desempleo que, como recoge la última EPA, ha sufrido un mazazo devastador sin precedentes. En este sentido, las cifras del INE muestran un incremento del paro de 55.000 personas, quedando por detrás de los 63.000 registrados en el segundo trimestre del ejercicio 2012. Además, se han destruido más de un millón de puestos de empleo.

Como vemos, unos datos bastante desoladores para la economía española que, como se recoge en su curva al atender a la ley de Okun, presenta grandes dificultades que dificultan la creación de empleo en el país. Sin embargo, cabe destacar que esta EPA no recoge la cifra de ERTE al no haberse cumplido las condiciones que se establecen para el cómputo de estos trabajadores. Además, dicho sea de paso, hablamos de 55.000 nuevos parados por el hecho de que tampoco se recogen aquellas personas que, por incapacidad, no se encuentran en búsqueda de empleo, habiendo el INE compensado dicho déficit con la publicación del dato de inactivos, que se cifra en 1.062.800 personas más.

Así, estamos ante una situación que, como se ve recogida en la EPA, muestra una vez más el gran impacto del coronavirus en una economía tan vulnerable como la española que, como aconseja la Europa más ortodoxa, carece de grandes reformas que debían haberse aplicado en años anteriores. Si a esto añadimos la gran dependencia del sector turístico y que, además, no levantará cabeza este año hablamos de una situación de la que, sin esas reformas de peso -como la dotación de mayor flexibilidad a los ERTE o al mercado laboral en su conjunto-, no será fácil salir.

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