Reconstruir Europa empieza por el hormigón, no por el acero
En los últimos años, Europa ha intensificado su discurso sobre autonomía estratégica, resiliencia y soberanía tecnológica. Sin embargo, mientras los titulares se centran en las capacidades, los presupuestos de Defensa y las alianzas geopolíticas, hay una dimensión crítica que permanece en segundo plano: la infraestructura industrial que hace posible todo lo anterior.
Europa necesita fábricas, no solo capacidades. Pero no cualquier tipo de fábricas. Las llamadas Smart Factories representan una transformación radical del modelo productivo tradicional. Se trata de instalaciones inteligentes, automatizadas, modulares y conectadas, basadas en la Industria 5.0 y capaces de integrar tecnologías como la fabricación aditiva, los gemelos digitales, la robótica colaborativa, la inteligencia artificial y el edge computing.
Estas tecnologías no son un fin en sí mismas, sino herramientas para construir una infraestructura industrial flexible, escalable y resiliente, capaz de responder a las exigencias de un sector que opera bajo presión constante y en entornos de alta incertidumbre.
Durante décadas, la industria de Defensa europea ha operado bajo un modelo fragmentado, con capacidades dispersas, ciclos de producción largos y una fuerte dependencia de proveedores externos. Este modelo, aunque funcional en tiempos de paz, ha demostrado ser insuficiente en contextos de guerra ampliada, como el que vivimos desde 2022, especialmente. Las smart factories deben ser concebidas como una condición estructural para que Europa pueda sostener su Defensa en el tiempo, con autonomía y eficiencia; más que como un lujo tecnológico.
La realidad es que Europa no dispone hoy de la capacidad industrial necesaria para afrontar el volumen de demanda que se avecina. Los compromisos de rearme, reposición de arsenales y modernización tecnológica requieren una aceleración sin precedentes en la producción. Este es el momento de hacerlo. Y si hay que hacerlo, debe hacerse bien desde el principio: con infraestructuras modernas, interoperables, seguras y sostenibles. No se trata de replicar modelos del pasado, sino de construir una base industrial preparada para los desafíos del presente y del futuro.
Estas fábricas permiten superar las limitaciones actuales mediante una infraestructura productiva basada en tres principios: modularidad (instalaciones capaces de adaptarse rápidamente a distintos productos, volúmenes y tecnologías); digitalización (integración de sistemas de gestión, trazabilidad, simulación y mantenimiento predictivo en tiempo real); e interconectividad (fábricas que no operan de forma aislada, sino como nodos de una red industrial europea interoperable). La velocidad ya no basta: Las organizaciones necesitan producir con trazabilidad total, seguridad cibernética y capacidad de adaptación inmediata.
Además, La incorporación de inteligencia artificial y transformación digital en estas fábricas está redefiniendo el concepto mismo de manufactura. Los algoritmos de machine learning favorecen la optimización de líneas de producción, la automatización tareas rutinarias y la anticipación de fallos antes de que ocurran.
Los sistemas de visión artificial mejoran la inspección de calidad, mientras que las plataformas de análisis predictivo ayudan a decidir con mayor precisión la toma de decisiones informadas en tiempo real. En algunos casos, estas tecnologías han logrado reducir defectos en un 25% y mejorar la eficiencia general de producción en más de un 20%.
Un ejemplo paradigmático de esta evolución es la Base Logística del Ejército de Tierra (BLET), en Córdoba. Este proyecto, impulsado por el Ministerio de Defensa español, no es simplemente una instalación logística: es un demostrador tecnológico de cómo debe ser la infraestructura industrial de Defensa en el siglo XXI.
La BLET incorpora zonas de fabricación aditiva, almacenes automatizados, laboratorios de simulación y plataformas digitales de gestión. Su arquitectura modular facilita la integración de proveedores locales, pymes tecnológicas y centros de investigación en una cadena de valor orientada a la disponibilidad operativa. Más allá de su función logística, la BLET representa una nueva forma de entender la infraestructura como activo estratégico.
Este enfoque es especialmente relevante en el contexto español, donde la cadena de suministro, aunque «engrasada», necesita foco. Y ese foco debe estar en la infraestructura. No basta con tener proveedores capaces: es necesario que estén integrados en un ecosistema físico y digital que permita responder con agilidad a las necesidades del sector.
Esto implica invertir, entre otros, en centros de mecanizado y fabricación aditiva de alta precisión, almacenes automatizados e inteligentes con trazabilidad total, plataformas digitales de gestión de ciclo de vida de producto e infraestructuras energéticas seguras y sostenibles. Sin estas infraestructuras, cualquier estrategia de rearme o modernización será vulnerable a cuellos de botella, retrasos y dependencias externas.
Llegados a este punto, no podemos obviar la generación y atracción de talento. Una infraestructura avanzada requiere perfiles altamente cualificados en ingeniería, automatización, análisis de datos y ciberseguridad. Y a la inversa: el talento necesita infraestructuras donde desarrollarse. Las Smart Factories son entornos donde la innovación se convierte en producción, y donde la formación se traduce en soberanía.
También permiten integrar a startups, centros tecnológicos y universidades en proyectos concretos, generando un ecosistema de innovación aplicada que trasciende el sector Defensa y dinamiza el tejido industrial en su conjunto.
La Defensa no se improvisa. Se construye. Y se construye, literalmente, en fábricas. Fábricas que no solo producen, sino que conectan, adaptan, escalan y protegen. Fábricas que son, en sí mismas, infraestructuras críticas de seguridad.
Europa no puede permitirse una Defensa sin cimientos. Invertir en Smart Factories no es una cuestión de modernización industrial. Es una decisión estratégica. Porque en un mundo donde la seguridad depende de la capacidad de producir bajo presión, la infraestructura es poder.
Salvador Magán Gómez-Cabrero, Head of Aerospace & Defense de Capgemini España.
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