En qué contextos ofrecer información
Una empresa, si quiere ser competitiva, debe de sacar el máximo provecho a sus recursos. No sirve de nada, por ejemplo, realizar una gran inversión en adquirir las distintas novedades que aparecen en el mercado, pero, después, no formar a aquellas personas que las deben de utilizar. Del mismo modo, ante un cambio de preferencias de los clientes, habrá que realizar cambios en el proceso productivo o en la forma de presentar el producto.
Por lo tanto, la compañía tiene que preocuparse en la formación de los empleados, para que éstos estén al corriente de las distintas novedades y las puedan aplicar en su día a día en el trabajo. Este hecho no se tiene que concebir como un gasto, sino como una inversión necesaria para ser competitivos. La empresa debe de saber en qué momentos es imprescindible formar y preparar el curso más adecuado.
Algunos de los momentos más relevantes en los cuales la formación se convierte en imprescindible son los siguientes:
- Cambios en los procesos o programas: puede que, ante un cambio de preferencias, sea necesario realizar variaciones o mejoras en el proceso productivo. Ello puede implicar el uso de una nueva maquinaria, un programa diferente o una organización distinta. Hay que facilitar, por lo tanto, una formación especializada al respecto.
- Cambios en las preferencias de los clientes: la empresa puede verse obligada a cambiar alguna característica del producto o forma de darlo a conocer porque el cliente encuentra algún aspecto a mejorar. En este caso, hay que formar a los comerciales para que redefinan su discurso y remarquen conceptos más preferidos por el público que encajen con el producto o servicio que se ofrece.
- Cambios regulatorios: puede que haya cambios en material fiscal, técnica o medioambiental que obliguen a realizar cambios en determinados departamentos. Por lo tanto, es imprescindible formar a los trabajadores que trabajan en ellos para que se adapten a los nuevos cálculos o procedimientos que se exigen legalmente.
- Entrada de nuevo personal: la incorporación de una persona o grupo siempre precisa de una acogida y tiempo de adaptación. Para que éste sea el más reducido posible, la empresa debe de ofrecer formación sobre la propia compañía en sí y el trabajo que va a realizar. Es recomendable utilizar la figura del mentor, una persona con experiencia que facilite y acompañe durante los primeros días.
Promociones laborales: ante la marcha de una persona, en lugar de buscar alguien a fuera, es recomendable facilitar una promoción interna que permita a alguien ascender de categoría. Escoger a un propio empleado implica una mayor motivación del grupo, que entenderá que a base de buen trabajo se consiguen oportunidades. También, no precisa de ningún periodo de adaptación al grupo porque forma parte de él. Ahora bien, puede presentar algunas lagunas en relación con el trabajo a desempeñar. Para ello, la compañía le ofrecerá la formación que necesita para no cometer ningún error y poderse acoplar enseguida a su nuevo puesto.
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