Pilar Méndez Jiménez, diplomática y escritora, publica su novela ‘Los mares de la canela’
Pilar Méndez Jiménez debuta en el panorama literario con ‘Los mares de la canela’ (La Esfera), una narración sobre la confluencia cultural entre España, China y Filipinas.
Pilar Méndez Jiménez (Madrid, 1973) ha dedicado su vida a la labor diplomática. Ha pasado por plazas exóticas y destinos políticamente relevantes, desde Puerto Príncipe, Singapur y Tokio hasta Miami. Ahora, debuta en el panorama literario, ese océano de publicaciones donde las primeras singladuras tienen bastante de mítico, con una novela histórica, Los mares de la canela (La Esfera de los libros).
En ella, la escritora da rienda suelta a sus conocimientos sobre Oriente, China y Filipinas, y al mismo tiempo evoca un pretérito de la Galicia agraria del siglo XIX que, como escribió Borges sobre la lluvia, es algo que, sin duda, ocurrió en el pasado, pero que también acontece en el presente. El libro de Méndez Jiménez es una fábula de otro tiempo, como corresponde a la narrativa histórica, que se presta a una lectura contemporánea. En este caso, esa lectura se traduce en un elogio del patrimonio del cosmopolitismo en unos tiempos donde parece resurgir la miopía de los nacionalismos.
La novelista ha elegido un marco temporal decimonónico y una sucesión de paisajes donde lo tradicional se conjuga con lo exótico. La narración, compuesta por dos grandes tramas que se desarrollan en paralelo hasta que convergen con naturalidad, mezcla elementos de géneros como los libros de viaje, los relatos de iniciación, la intriga y la novela de amor. Se presenta pues como un híbrido literario impulsado por unos personajes, creíbles y bien perfilados, que buscan un destino mejor en espacios diferentes a aquellos en los que nacieron. Por un lado, la Galicia rural; por otro, la China imperial y las Filipinas, colonia española que terminaría, apenas unos años después del tiempo del relato, convirtiéndose en una nación independiente.
De estos paisajes, marcados por las gentes que los habitan, Méndez Jiménez escribe con el conocimiento que otorga la experiencia: su fábula se desarrolla en escenarios ciertos y, como actores secundarios, emergen personalidades reales, como las escritoras Leona Florentino, poeta filipina, o Emilia Pardo Bazán, novelista gallega. Predominan las figuras femeninas, la conexión secreta entre la personalidad de las mujeres es uno de los itinerarios narrativos que propone la escritora, y un estilo dialogado y preciso que hace avanzar el relato con presteza, sin tropiezos y convirtiendo sus páginas en una sucesión de episodios entrelazados entre Oriente y Occidente, en viajes reales o imaginarios de ida y vuelta entre estos dos mundos.
Mensaje esperanzador
A pesar de la distancia geográfica y cultural entre ambos sitios geográficos, las ambiciones y esperanzas de mejora de los personajes es muy similar. En el caso de los hombres, se trata de la búsqueda de un futuro distinto al que por nacimiento le correspondería; y en lo que se refiere a las protagonistas femeninas, es este mismo objetivo, sumado a la vocación de independencia en unas sociedades que limitan sus posibilidades personales de desarrollo, el motor esencial de todos sus actos.
El mensaje del libro es pues esperanzador: el progreso de los individuos, no importa el contexto en el que se encuentren, depende de su voluntad, de su esfuerzo y, sobre todo, de su apertura mental al mundo, de su capacidad para buscar lazos y del arte de establecer vínculos distintos a los estrictamente familiares, culturales o políticos.
El destino, nos dice la novela, lo escribimos cada uno de nosotros. Nadie elige donde nace ni la familia en la que viene al mundo; lo que sí depende de uno, de su carácter, de su esfuerzo, es ese destino que llamamos la vida, que no debería depender nunca de creencias ni de supersticiones ajenas o impuestas, sino del anhelo de realización de los individuos. A los dos grandes personajes del relato, Huang y Elba, los mueven sus sueños, la convicción de querer vivir libremente y la suerte de contar con maestros de vida, el señor Syquia y la meiga Aureana, que les facilitan el tránsito por las etapas de su existencia.
“Hay dos tipos de personas: las que trabajan por sus sueños con tenacidad y las que creen que pueden hacer trampas a los dioses”, explica la madre de Huang a su hijo, “las segundas viven rápido y rodeadas de mucha gente, pero mueren solas y jóvenes, como tu padre. Las primeras, lentas pero seguras, eligen a sus compañeros de viaje y saben sacarle todo el jugo a la vida”. Una lección universal de vida, aplicable con independencia de la cultura, la familia y el lugar de nacimiento.
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