Una pandemia, una guerra y una inflación desbocada: las claves de los 3 años de Lagarde al frente del BCE
Christine Lagarde ya es oficialmente la nueva presidenta del BCE
La inflación de la eurozona sigue desbocada y escala un récord del 10,7% en octubre
El BCE saca más artillería: amplía en 600.000 millones el programa de compra de activos contra el covid-19
Hoy se cumplen tres años desde que la francesa Christine Lagarde comenzó a presidir el Banco Central Europeo (BCE), unos años en los que la política monetaria ha tenido que responder a una pandemia mundial, una guerra en Europa y una inflación desbocada. La ex directora gerente del Fondo Monetario Internacional (FMI) sustituyó a Mario Draghi el 1 de noviembre de 2019, en un momento sin apenas inflación y con los tipos de interés al 0%, cuando nada hacía imaginar las turbulencias que tendría que afrontar la economía europea.
Tres años después, los precios se han disparado al 10,7% en la zona euro, un nivel no alcanzado en toda su historia, y el BCE de Lagarde ha ido de hito en hito histórico: en julio subió los tipos por primera vez en once años, en septiembre los incrementó por primera vez tres cuartos de punto y en octubre situó el precio del dinero en su nivel más alto desde 2009.
Lagarde, la primera mujer en presidir el BCE, llegó en un momento en que la economía de la zona del euro se debilitaba y en el que se temía que su locomotora, Alemania, entrara en recesión y se estancara. Draghi le dejó los tipos de interés en el 0% y la facilidad de depósito, por la que el BCE remunera el exceso de reservas a un día, en el -0,50%. El BCE daba préstamos a los bancos muy baratos para que prestaran a las empresas y los hogares.
La política monetaria seguía su rumbo en piloto automático para impulsar el crecimiento, sin que aparentemente Lagarde tuviera que hacer mucho en ese frente y todo hacía presagiar que daría continuidad a la política de Draghi. Una de sus prioridades era mejorar la comunicación del BCE con la sociedad, que muchas veces no entiende qué hace la entidad, algo que ha mejorado.
Covid-19
Pero a finales de 2019 comenzó a propagarse desde China la pandemia de coronavirus y el mundo cambió. Con el fin de impedir la extensión del virus se aplicaron confinamientos, restricciones a los viajes y otras medidas de distanciamiento social, con las que se paró la actividad económica. Los gobiernos europeos apoyaron a la población afectada, sobre todo con ayudas para mantener el empleo.
El BCE, que en ese momento estaba preparando el fin de las compras de deuda, decidió en marzo y junio de 2020 comprar más deuda de la zona del euro para apoyar el crecimiento económico y mejorar las condiciones de la liquidez a los bancos. Para Uriel Saragusti, gestor de fondos de La Financière de l’Echiquier, «el comienzo no fue muy ágil» y recuerda la frase pronunciada el 12 de marzo de 2020, cuando Lagarde dijo que el BCE «no estaba aquí para reducir los diferenciales» de la deuda (primas de riesgo), declaraciones que matizó ese mismo día.
Unos días después, el BCE anunció un programa de compra de 750.000 millones en deuda pública y privada para evitar la fragmentación de los mercados. «Épocas extraordinarias requieren una acción extraordinaria. No hay límites a nuestro compromiso con el euro. Estamos determinados a usar el potencial completo de nuestras herramientas dentro de nuestro mandato», dijo Lagarde en su cuenta de Twitter.
A diferencia de lo que ocurrió en la crisis de endeudamiento soberano, en la que no hubo respuesta europea común y el BCE, con Draghi al frente, fue el único que lidió con la crisis, la Unión Europea (UE) reaccionó junta a la pandemia con estímulos financiados por Europa para impulsar la recuperación. Y todo apoyado con una política monetaria muy expansiva mediante la cual el BCE seguía estimulando el crecimiento económico.
Guerra e inflación
Cuando parecía que el mundo dejaba atrás la pandemia y comenzaba la recuperación económica, Rusia invadió Ucrania el 24 de febrero de 2022. Como consecuencia del conflicto, se dispararon los precios de la energía y de los alimentos, que impulsaron la inflación hasta cotas no conocidas en las últimas décadas, a lo que contribuyeron también los cuellos de botella en la oferta y la recuperación de la demanda después de la pandemia.
Desde julio, el BCE ha subido sus tasas de interés en tres ocasiones consecutivas en un total de 2 puntos porcentuales para frenar la inflación. Otros bancos centrales, sobre todo la Reserva Federal (Fed), comenzaron antes a incrementar los suyos. Lagarde dijo la semana pasada que el BCE ha logrado un avance considerable en la reversión de la orientación acomodaticia de la política monetaria, pero que deben seguir aumentando el precio del dinero, aunque no obvian que el crecimiento se debilita.
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