¿Es mejor lo malo conocido o lo bueno por conocer?
Una de las frases que más se oyen, no solamente en el ámbito de la empresa, sino en cualquier otro es “si algo va bien, mejor no tocarlo”. Es decir, si hasta el momento se ha seguido una estrategia o procedimiento adecuado y ha funcionado, más vale seguir con él que probar otras cosas cuyo resultado desconocemos.
Ahora bien, en determinados contextos, esta visión puede ser letal para una compañía a medio o largo plazo. Los cambios en el mercado son constantes y, por lo tanto, aquello que funcionó ayer puede que no sirva para mañana. Además, es mucho más fácil empezar algo nuevo y distinto cuando se está a la alza y se disponen de los recursos para ello. En cambio, si se intenta cambiar en momentos de recesión o caída, lo más probable es que las propias prisas conduzcan a errores desafortunados.
Algunas de las pautas a seguir para valorar la necesidad del cambio son las siguientes:
- Evaluación de los propios procesos: En todo momento, los responsables de cada parcela deben de verificar que se están aprovechando al máximo los recursos disponibles. Para ello, es imprescindible dar voz a los componentes de la plantilla, ya que cada uno de ellos es especialista en aquello que trabaja. Aunque los resultados sean buenos, nunca deben de cerrarse las puertas a la mejora.
- Seguimiento de las preferencias de los clientes: El público objetivo, en un entorno tan cambiante, puede variar sus preferencias de una forma relativamente rápida. Por lo tanto, hay que mantener un contacto constante con él para estar atentos a estos posibles cambios. En caso que se produzcan, se deberán realizar en el producto o servicio aquellas modificaciones que sean necesarias para cumplir con las expectativas esperadas.
- Estancamiento en las ventas: Hay empresas que creen, cuando llegan a un determinado volumen de ventas, que no tienen más margen de recorrido, que han tocado techo porque no existe más público objetivo interesado. Ahora bien, este hecho puede suponer una pérdida de interés hacia lo que está ofreciendo la compañía y el inicio de una desbandada general.
- Menos interacciones en las redes sociales: El feedback recibido por los clientes es clave en el desarrollo del producto o servicio. Si, durante un cierto tiempo, la gente ha dejado de comunicarse con la compañía, puede significar que ha perdido el interés por el producto porque no le ofrece nada nuevo ni distinto.
- Entrada de nuevos competidores: Evidentemente, la entrada de un competidor en el mercado puede suponer la pérdida de cuota de mercado. En caso que sea así, hay que estudiar qué es capaz de ofrecer la compañía competidora que atrae a los clientes y, enseguida, empezar el diseño de producto que lo contrarreste.
- Cambios en la dirección: Especialmente en las empresas familiares, los relevos acostumbran a ser complicados. Los más jóvenes, en algunas ocasiones, tienen una visión distinta de cómo debe de funcionar la compañía. Además, puede existir una cierta voluntad de diferenciarse y crear un proyecto propio. En ese sentido, hay que evitar grandes roturas y llevar a cabo unos cambios progresivos que, también, sean comprendidos por todos los componentes de la empresa. En caso contrario, la incertidumbre acarrea pérdidas de competitividad.
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