Economía

Los excelentes datos de afiliación pueden ser un espejismo

Los excelentes datos de afiliación pueden ser un espejismo
Los excelentes datos de afiliación pueden ser un espejismo

La política económica del sanchismo-leninismo se caracteriza por subir la presión tributaria, tener en desorden las cuentas públicas (mucho gasto, mucho déficit fiscal y más deuda) y encarecer los costes de producir en España. Son todas cosas negativas para alcanzar un crecimiento sostenido con pleno empleo. La mayor presión tributaria quita recursos a la sociedad para dárselos a los políticos.

En lugar de gastarse con criterios de eficiencia -la gente gasta su dinero buscando obtener el máximo rendimiento-, esos recursos se gastan con criterios políticos (lo que sea que se decida y/o lo que dé más votos). La mayor presión tributaria y el aumento del gasto público, entonces, hacen que la economía sea menos eficiente. Si, además, el sector público gasta más de lo que ingresa, la situación es peor: se acumula una deuda pública por la que hay que pagar intereses y aumenta la desconfianza (por ejemplo, por la vulnerabilidad económica que implica la mayor deuda).

Cuando, encima de lo anterior, se aumentan los costes de producción, se llega al peor de los mundos: una economía que ya desperdicia recursos por el avance del sector público sobre el privado, pierde competitividad porque aumento de costes, sea por peores regulaciones (contrarreformas laboral y previsional, etc.) o por otras causas (salario mínimo, impuestos, prima de riesgo).

Sin embargo, cada mes, nos hemos acostumbrado a que la afiliación bata nuevos máximos y que el paro registrado baje como nunca antes. Nunca se había llegado a los 20 millones de afiliados, como en abril pasado, y nunca antes el paro registrado encadenó cinco meses seguidos bajando más del 20% interanual. ¿Cómo es posible que Pedro Sánchez, con su autodestructiva política económica, pueda pasar a la historia como el campeón del empleo? La explicación al supuesto milagro sanchista tiene dos partes: primero, las horas trabajadas; segundo, la productividad. Para entenderlo mejor hay que comparar los primeros meses de 2022 con el mismo período de 2019.

Comparando la afiliación media del primer cuatrimestre de 2022 con el mismo de 2019, se obtiene un incremento de 4,2%. No obstante, comparando las horas trabajadas de los primeros trimestres de esos mismos años se encuentra una subida de solo 1,3%. Es decir que, de media, cada ocupado trabaja cerca de un 3% menos que antes. En tres sectores claves, que ocupan a casi al 30% del total (manufacturas, comercio y administraciones públicas), aumentó el empleo, aunque el total de horas trabajadas cayó. En las manufacturas, el empleo subió 2,3%, pero las horas trabajadas cayeron 5,4% (cada ocupado trabajó un 8% menos, en promedio). En las AAPP, 8,6% más de personas trabajaron 1,2% menos (cada uno trabajó 10% menos).

Así, tenemos que dos tercios del aumento del empleo del período 2019-2022 es para compensar la menor cantidad de horas trabajadas. El verdadero problema es que, cada hora de trabajo se aprovecha menos: el PIB por hora trabajada cayó 3,6% entre 2019 y 2022. En otras palabras, pese a aumentar un 1,3% las horas trabajadas, el PIB cayó 2,3%. Trabajando más horas se logró una producción menor. Algo, como es evidente, insostenible.

Los excelentes datos de afiliación pueden ser un espejismo. Hay más gente trabajando, pero, de momento, no producen los suficiente como para asegurar el sostenimiento de los nuevos puestos de trabajo. Ya nos pasó en los años de ZP: un fuerte crecimiento del empleo, junto con una caída de la productividad, se purgó luego con una destrucción masiva de puestos de trabajo. En esos años, el problema estaba concentrado en la construcción; ahora, la infección alcanza a varias partes de la economía.

Un árbol podrido no puede dar buenos frutos. Una mala política económica no puede conseguir récords de empleo sostenible. O empieza ya una política para recuperar la competitividad perdida o el socialismo español repetirá el engaño masivo de ZP: hacer creer a muchos que tenían un empleo, cuando en verdad solo tenían una paga financiada con deuda (entonces deuda privada, ahora deuda pública).

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