Los artesanos indígenas hartos de las marcas de moda: plagios constantes sin pasar por caja
Los artesanos de diversas zonas indígenas están uniendo sus voces para protestar contra el plagio -también tildado como inspiración- que sufren por parte de las grandes marcas multinacionales. Una apropiación de los motivos regionales que usan en sus productos por los que, en la mayoría de los casos, por los que las compañías no pagan. La falta de recursos económicos y legales no permite a los artesanos proteger su Propiedad Intelectual y Cultural o llevar a los tribunales a las marcas de retail que les copian. Es cierto, señalan los expertos consultados, que si no están protegidos como Marca Gráfica las cadenas de moda pueden reproducir sus ornamentos, pero las consecuencias de mala imagen son complicadas de limpiar.
Mango, Isabel Marant, Hermès, Nestlé o Louis Vuitton son algunas de las marcas que engrosan la lista de las compañías que rastrean el mundo en busca de inspiración para sus diseños. Cecilia Keil, artesana del arte de Samoa, ha explicado que “se siente robada” por parte de los gigantes internacionales y, además, explica con indignación “ninguno de ellos sabe qué significan los motivos regionales que usan”.
Pero esta diseñadora de Samoa no es la única que está alzando la voz contra el plagio de las grandes marcas de moda. El ruido procede de diversos puntos del globo cansados de ver sus motivos étnicos en colecciones cápsula del ‘fast fashion’.
Alegan los artesanos que se lanzan las colecciones en beneficio económico de las marcas de moda, pero ellos no tienen ningún retorno económico tangible de este plagio, eufemísticamente calificado de inspiración. Este grupo de personas que se dedica a la artesanía tradicional exige un pago por el uso de sus motivos culturales o la oportunidad de colaborar con las marcas para tener un retorno económico.
Sonado ha sido los casos de ‘inspiración’ de la española Mango, la gala Hermès o la suiza Nestlé con los estampados de la región de Tenango de Doria, en el Estado mexicano de Hidalgo. Esta zona azteca está especializada en la artesanía textil y bordados multicolores e inspirados en la naturaleza sobre bases blancas de algodón y lino.
En 2014, un grupo de artesanos, con el objeto de proteger su tradición, se asociaron en Tenangos Bordados Textiles y obtuvieron la marca colectiva “Tenangos Bordados de Hidalgo” ante Instituto Mexicano de la Propiedad Industrial (IMPI). Dicha marca les brindó respaldo legal para exportar a los mercados locales e internacionales.
Sin embargo, no ha sido suficiente para esquivar los embates de las compañías multinacionales. Ezequiel Vecente, un artesano mexicano, señalaba a Al Jazeera que “deberían pagarnos, de este modo podemos salir adelante, generar empleo y pagara las personas con un salario justo”.
Mango lanzó a finales de año un jersey con bordados muy parecidos a los que usan los artesanos de Tenango de Doria. La compañía catalana, a través de una carta, aseguraba que los dibujos usados como “fuente de inspiración fueron hallados en internet” y afirmaba que su equipo de diseño “desconocían absolutamente que se tratara de representaciones artísticas elaboradas por comunidades indígenas y, más aún, que fueran fuente de sustento de las mismas”.
De manera inmediata, la cadena de moda retiró del mercado la prenda de todos sus canales de venta. Y no sólo eso, para resarcir su error, la firma de moda española pedía el contacto con “fundación o asociación que tenga como propósito de ayudar a estas comunidades” para buscar vías de colaboración que nos permitan reparar el eventual daño causado”.
Flor Antón, abogada de PONS IP, explica que, si no hay un registro o una protección de la marca gráfica, las compañías de moda “sí que pueden hacer reproducciones, pero las marcas deben valorar la imagen que se da posteriormente”.
No fue el caso de la compañía de moda Madewell. Ésta también usó los estampados de los artesanos de San Andrés Larráinzar, en Chiapas (México) para algunas de sus blusas, pero al pedirles una colaboración no se llego a un acuerdo. Lo relata Harper Poe, director de la empresa de moda que pone en contacto artesanos con marcas globales Proud Mary: “Me hubiera gustado brindar la oportunidad a estos artesanos de producir las blusas de Madewell, pero no se llegó a hacer ninguna colaboración. La empresa simplemente copió el diseño”.
Poe cree, no obstante, que cada día se hace más complicado el plagio de estampados tradicionales de grupos indígenas. “Si reproduces sus motivos étnicos que pertenece a una de estas culturas, lo más coherente es incorporar estos grupos a la cadena de producción y crear empleos sostenibles”, concluyen desde Proud Mary.
Uno de los problemas de estos artesanos es que no están agrupados para tomar fuerza y, en algunas ocasiones, aunque lo estén, no tienen los recursos económicos y legales suficientes para comenzar una batalla legal internacional por motivos de Propiedad Intelectual.
Aunque poco a poco, tanto a nivel privado como gubernamental, se están tomando medidas para evitar las copias de motivos étnicos. Sin ir más lejos, los Maasai, con sede en Tanzania, han estado trabajando en la búsqueda de medidas legales para proteger su marca y han advertido que comenzarán a emprender procesos judiciales contra aquellos que usan su propiedad cultural sin autorización.
La experta de PONS IP recuerda la polémica con Isabel Marant y las blusas inspiradas en Santa María Tlahuitoltepec (México). “No estaba en ningún registro”, por ello Marant lo podía reproducir porque no tenía la marca de los bordados de las prendas, “pero no le vino bien porque no tuvo buena prensa”, aclara Antón.
Tras la puesta en venta de dicha blusa, la comunidad de artesanas mexicanas se quejó públicamente alegando que se trataba de una copia de su traje tradicional que cuesta 300 pesos, mientras que la de Marant tenía un precio de 200 libras, es decir, al cambio alrededor de 4.000 pesos mexicanos.
Explica, además, que ya “hay países que están incluyendo en su legislación cierta protección de los estampados étnicos y obligan a los diseñadores a señalar la procedencia de los símbolos que usan para sus prendas y hacer referencia a un símbolo cultura”.
También señalan desde PONS IP que la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco) ha escrito mucho sobre la protección de la propiedad intelectual de los artesanos de las tribus indígenas o motivos ornamentales tradicionales. “El organismo ha explicado que se tomara en cuenta que los bordados étnicos también forman parte del Patrimonio Cultural, al igual que un templo o una obra de arte y las compañías no se pueden beneficiar económicamente”.
La mayor parte de las compañías a las que se les levanta los colores por estos plagios toman la determinación de retirar las prendas del mercado, como fue el caso de Mango. Eso sí, la abogada de PONS IP, asegura que “legalmente las marcas no estaban obligados a retirar la mercancía, porque este estampado no estaba protegido como marca gráfica”. Por lo tanto, relata, “lo pueden reproducir, la consecuencia más inmediata no es legal, sino la publicidad negativa”. Y concluye: “Por ejemplo, el caso de Isabel Marant ha quedado en el imaginario común que era un plagio y no un diseño propio de la casa de moda”.
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