empleo

Afiliación a la Seguridad Social: la receta contraria a la prosperidad

seguridad social receta equivocada
Diego Barceló Larran

Los datos de afiliación a la Seguridad Social de marzo fueron, otra vez, mejores que lo esperado. En esta oportunidad, si cabe, los resultados fueron más sorprendentes porque no muestran un impacto adverso significativo ni por la inflación desbocada ni por la huelga de transportes.

En marzo hubo 19,83 millones de afiliados, cifra que marca un nuevo máximo histórico. Son 913.600 más que un año antes. En términos porcentuales, el incremento es de 4,8%, el más alto desde mayo de 2006. Todo el empleo creado es privado: ya van dos meses en que el total de empleados públicos disminuye en la comparación interanual.

Es cierto que aún quedan 96.600 personas en ERTE (0,5% del total). Pero hace un año, los asalariados que estaban en esa situación sumaban 743.600. Por lo tanto, si observamos la evolución del número de ocupados excluyendo a los que están en ERTE, el aumento del empleo es aún más robusto: +8,6%.

El mejor ejemplo de la buena evolución de la afiliación la tenemos en el sector del Transporte terrestre. Pese a la huelga y la subida del precio de los carburantes, el número de ocupados en el mismo aumentó 3,6% interanual, que es su mayor incremento en nueve meses. Las 617.800 personas que trabajan en dicho sector son el mayor número en al menos 12 años. Además, en plena huelga, salieron del ERTE 542 trabajadores y 127 empresas. Los asalariados en ERTE de Transporte terrestre son el 0,4% de los ocupados del sector, es decir, menos que la media general. No son las cifras que uno esperaría de un sector que trabaja a pérdidas, según se denuncia.

Con sinceridad, es difícil encontrar una justificación a este comportamiento del empleo. Los últimos datos muestran que el consumo privado, principal componente de la demanda, está lejos de recuperar lo perdido en la pandemia. En el cuarto trimestre de 2021 fue menor al de 2016. Tampoco la inversión está boyante. Aunque los datos de maquinaria no son malos, la inversión como un todo tampoco recuperó lo perdido en la pandemia. Las exportaciones lo están haciendo bien, pero aún no volvieron a su nivel de 2019.

Estos datos de empleo, entonces, implican una caída de la productividad: para producir una misma unidad de PIB ahora hace falta más gente que antes. Es la receta contraria a la prosperidad. Al menos una parte de los empleos que se crean no son productivos, por lo que cabe dudar de su sostenibilidad.

A diferencia de los años de la burbuja, inflada por el desbordante gasto público de Zapatero y Solbes, cuando la Construcción compensaba la menor productividad aumentando sus precios (que a su vez el sector privado financiaba con deuda exterior), ahora los márgenes empresariales se contraen y la deuda privada está contenida. ¿Cuánto tiempo más pueden aguantar así las empresas?

Un Gobierno competente estaría todo el tiempo buscando revertir la caída de la productividad. En nuestro caso, el riesgo es que Pedro Sánchez y su tropa interpreten los datos de afiliación a la Seguridad Social como una validación de su política económica. Es decir, que piensen que vamos bien y que no tienen importancia ni la menor productividad, ni la pérdida de poder adquisitivo, ni el déficit fiscal, ni la presión tributaria asfixiante. Y que crean que tanto las contrarreformas aprobadas (laboral, de pensiones, prohibición de explotar el gas que tenemos con la técnica del fracking) como los ataques al derecho de propiedad (confiscación a petroleras, prohibición de despedir, intervención a los contratos de alquiler, etc.) no tienen ni tendrán coste alguno.

Un equipo que juega mal puede ganar un partido, o incluso más si tiene suerte. Pero creer que puede ganarse la Liga sin un entrenamiento riguroso y sin estudiar a los rivales, entre otras muchas cosas, es simplemente absurdo: la realidad, tarde o temprano, se hará presente. En economía es exactamente igual.

Diego Barceló Larran, director de Barceló & asociados

@diebarcelo

Lo último en Economía

Últimas noticias