Mercado inmobiliario

La actividad inmobiliaria vuelve a pisar el freno: las operaciones se reducen un 50% en julio y agosto

Actividad inmobiliaria

La actividad inmobiliaria residencial se ha reducido a la mitad en julio y agosto frente a los dos meses previos, cuando se ejecutaron todas las operaciones aplazadas por el confinamiento. Ahora, terminado el efecto de la demanda embalsada, los usuarios prefieren aplazar sus decisiones de compraventa debido a la incertidumbre económica y a la falta de confianza generalizada. El mercado ha vuelto a entrar en modo pausa.

«Tras el confinamiento, se produjo una toma de posiciones debido a la retención de la demanda. Sin embargo, ya hemos comprobado que la actividad inmobiliaria ha descendido en julio y agosto, pero lo ha hecho dentro de una tendencia de estabilización del mercado después de tres años de crecimiento con oferta escasa», confirman a este periódico desde la Federación Nacional de Agencias Inmobiliarias. En los dos meses previos al verano la actividad creció más de lo esperado por los expertos del sector, llegando incluso a superar la media de operaciones de compraventa, de alquileres y también las visitas a inmuebles, lo que se conoce como efecto overshooting inmobiliario.

De cara a finales de año, las previsiones de la Federación de Agencias Inmobiliarias (FAI) apuntan a que actividad inmobiliaria seguirá ralentizándose más de lo previsto y dependerán, en gran medida, de cómo avance la crisis económica y de las necesidades de venta que tenga cada usuario. «El otoño será complicado. Los consumidores se lo pensarán dos veces antes de realizar cualquier operación, mientras que el que quiera vender, estará abierto a escuchar propuestas. Una parte de la oferta no saldrá a la venta y otra parte de la demanda esperará», dice Jose María Alfaro, coordinador general de FAI.

Mientras la Federación anticipa un final de año incierto para el sector, el último dato elaborado por el INE (Instituto Nacional de Estadística) sobre la compraventa de viviendas confirma -por cuarto mes consecutivo- el duro castigo que el coronavirus ha supuesto para el mercado inmobiliario residencial: las operaciones de compraventa se desplomaron un 34,3% en junio respecto al mismo mes de 2019, hasta sumar 27.221 transacciones. El resultado supone encadenar cuatro meses consecutivos de tasas interanuales negativas después de retroceder un 18,6% en marzo, un 39,2% en abril y un 53,7% en el quinto mes del año.

Según el INE, el resultado de junio se explica por el descenso del 36,4% de las operaciones sobre viviendas usadas y de la caída del 24,5% en la compraventa de viviendas nuevas. En términos intermensuales -junio sobre mayo-, la compraventa de viviendas subió un 21,6%, lo que supone 35,9 puntos más que la del año anterior. Todas las comunidades autónomas arrojaron tasas anuales negativas en el número de compraventas de viviendas. Canarias (-41,8%), Comunidad Valenciana (-43,9%) y Galicia (-44,8%) registraron los mayores descensos, mientras que las caídas más moderadas se dieron en La Rioja (-8,9%), País Vasco (-12,4%) y Extremadura (-14,2%).

Aunque las operaciones de compraventa de vivienda han caído a plomo, el coronavirus todavía no ha impactado significativamente en los precios de la vivienda de segunda mano. De hecho, los principales portales inmobiliarios han confirmado recientemente que en las principales ciudades del país los precios apenas han caído. No ocurre lo mismo en otras capitales de provincia donde la corrección ha superado el doble dígito.

La compraventa supera al alquiler

Otro de los efectos que el coronavirus produjo en la actividad inmobiliaria residencial tras el confinamiento fue elevar la facturación que las agencias inmobiliarias dedicaban al alquiler: subió del 20% hasta el 50% en mayo, mientras que la facturación procedente de la compraventa del inmuebles se redujo desde  el 80% al 50%. Sin embargo, ahora, ese comportamiento se ha revertido.

El experto de la Federación Nacional de Agencias Inmobiliarias explica que el mercado de alquiler funciona a cortos plazos y que, por lo general, un usuario puede esperar para comprar una casa, pero no para alquilar. «El mercado inmobiliario es muy cortoplacista. El usuario se mueve en espacios de tres o cuatro semanas, por lo que el parón de tres meses provocó que se concentrara mucha actividad», dice Jose María Alfaro.

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