Exhibición de Hamilton con Fernando Alonso y Sainz fuera de Q3
No es el muro de Mónaco, doméstico, un perro de hogar, que cuidas conociendo sus defectos: respeto, sabiendo que puede morder. Canadá es el gato, una trampa, que te pide cariño, y, cuando todo parece controlado, te araña, y hace daño. Es una ratonera, constante, de asfalto ancho. Y en sábado, a una vuelta, se apura como en una primera cita. Algunos, como Alonso y Sainz, iban a tener que pegarse más de la cuenta.
Sin orden de alejamiento, eso sí: cualquier roce de más puede ser mortal. El primero que quiso apurar se fue a las protecciones, finiquitando una Q1 agridulce: Wehrlein aguó la paranoia de un minuto al tocar la hierba en la 1. Bandera amarilla, y a falta de 50 segundos, todo quedaba igual: Vandoorne, Stroll, Magnussen y Ericsson le acompañaban en la desdicha. Sorprende lo del McLaren: Stoffel, Fernando es excesivamente faster than you.
El segundo cateto del isósceles de clasificación, compondría una hipotenusa final en la que todos querían estar de espectadores: Ferrari vs Mercedes por la pole. En la geometría, Honda parecía apropiarse el seudónimo despectivo: Alonso tenía menos potencia que en la Q1. Otra catetada japonesa, cargando la decisión de Fernando en septiembre: el futuro suena a huida.
Porque volvió a quedarse fuera de una zona que le echa de menos allí arriba. Lo de estar allí abajo, como en la serie, es una constante que nunca parece normal en sus manos. Sus ruedas marcadas de los muros, su ingeniero cautivado, risas en el box: ellos sí saben lo que tienen. Un campeón obligado a comer cocido en pleno junio: no apetece, pero no le queda otra. Se lo tiene que tragar cada fin de semana… aunque el final parece estar cerca. Fernando Alonso, fuera de la Q2.
Como Carlos Sainz, al que le molestó todo: un trompo al inicio de la sesión; y Daniil Kvyat, su compañero, al final. Pinchó el ruso, y el 55, que venía volando hacia la Q3, tuvo que frenar. Canadá le enseñó a remontar en el pasado. El domingo tocará otra gesta hacia los puntos. No les tocará tal hazaña a los de arriba, la amalgama roja y plateada, de codazos por la pole.
Hamilton y Canadá no fallan
El reloj se paró con el giro imposible de Hamilton: a Lewis le gustá el Gilles, al Gilles le gusta Lewis. Un amor de 10 años, semi eterno, que Vettel quería romper. Cuatro milésimas les separaban, a falta de 4 minutos para el final. Todo eran nervios, apurados, al límite, como los últimos minutos de un examen de Selectividad. Todavía quedaba una oportunidad.
Pero el amor va mucho más allá de la lógica, la pasión del británico, enamorado de Ayrton Senna, le hizo volar hacia una vuelta ilógica: récord total del circuito. Vettel realizó un segundo mejor tiempo no menos sorprendente, que quedará eclipsado por tal hazaña. Pole para Lewis Hamilton, la 65, igualando al mito brasileño, en el lugar donde empezó todo. Una historia que nunca acaba… aunque, tal vez, el domingo, Sebastian quiera romper la magia eterna entre un circuito y un piloto.
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