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Las carreras han vuelto

  • Vicente Mateu
  • Portadista en OKDIARIO. Anteriormente fui redactor jefe de Política, Sociedad y Cierre en EL MUNDO; asesor del Gabinete de la vicepresidenta del Gobierno y ministra de la Presidencia y Administración Territorial Soraya Sáenz de Santamaría; redactor de El Independiente... Y extremeño a mucha honra.

Ayrton Senna no ha podido contener las lágrimas desde su trono en el Olimpo de los pilotos caídos en combate. Porque han vuelto las carreras. Por fin, después de los largos años de dominio de pilotos atiborrados de collares de oro cual chulo de discoteca que nos miraban al resto de los mortales desde los patinetes con los que recorren el paddock, o por robots anodinos a los que bastaba con pisar el acelerador de un monstruo carísimo que le llevaría hasta la meta sin tener que mirar el retrovisor. No ganaban ellos, ganaban los ingenieros.

Ahora en los cockpit se han sentado por fin un puñado de jovenzuelos dispuestos no sólo a forrarse sino, sobre todo, a demostrar que les gusta conducir porque la gloria consiste en algo más que tener más caballos de potencia que el resto.

Las últimas vueltas del gran premio de Arabia Saudí han devuelto la fe en un deporte que se moría de aburrimiento. Las astutas maniobras de Charles Leclerc para evitar que el loco Max le adelantara, frenando antes de tomar una curva para que su contrincante cayera en la trampa y poder recuperar la posición en el siguiente giro no las recordaban ni los más viejos del lugar. Sobre todo porque el holandés ha sabido responderle con otro derroche del arte de manejar un volante. Al final se ha impuesto la fuerza bruta de un motor con más velocidad punta, un final inevitable que en el fondo era lo de menos. Incluso para ellos. Lo importante era disfrutar. Daba igual quien ganara. En las carreras suele ganar el más rápido, como ha sido el caso de los Red Bull gracias a volar 10 kilómetros por hora más que los Ferrari.

Evidentemente, las nuevas reglas de la Fórmula 1 han ayudado a recuperar el espectáculo al democratizar, por decirlo de alguna manera, la tecnología que se esconde bajo los chasis sin que todo dependa del presupuesto millonario de las escuderías. Pero es innegable que sin el factor humano todo seguiría igual. En EEUU lo descubrieron hace mucho tiempo. Todos conducen prácticamente el mismo coche. Allí no hay duda de quién es el mérito de la victoria.

La de hoy ha sido, además, una batalla noble lejos del juego sucio y la marrullería de la temporada pasada. ¿Acaso Verstappen ha aprendido modales de un año para otro o es que antes no tenía otro remedio que comportarse como un gladiador para defenderse del lado oscuro de la Fórmula 1?

Fernando Alonso también era un piloto de verdad. El último de una generación que o se había estrellado o se había jubilado. Quizá por eso se deshicieron de él en cuanto pudieron y le han dejado volver sólo para representar el papel de reina madre y poner orden en las hormonas desbocadas de unos compañeros de parrilla que aún eran críos cuando él se convertía en campeón del mundo. Como Carlos Sainz, como George Russell y unos cuantos más que cada domingo se juegan la vida al volante de un Fórmula 1.