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Ni Comillas ni Santillana del Mar: el pueblo de cuento de Cantabria con vistas a los Picos de Europa desde la playa

  • Janire Manzanas
  • Graduada en Marketing y experta en Marketing Digital. Redactora en OK Diario. Experta en curiosidades, mascotas, consumo y Lotería de Navidad.

En el corazón de la costa occidental de Cantabria, existe un lugar que, aunque no es tan conocido como Comillas o Santillana del Mar, tiene una esencia propia que lo hace inolvidable: San Vicente de la Barquera. Basta con llegar y dejarse envolver por su autenticidad, su atmósfera marinera, y su impresionante telón de fondo: los imponentes Picos de Europa recortando el horizonte mientras el mar Cantábrico baña sus playas doradas. Aquí, lo tradicional convive con la naturaleza más salvaje en una armonía que parece detenida en el tiempo.

Pocos rincones del norte de España ofrecen una estampa tan completa y equilibrada. En San Vicente se respira historia, se saborea mar, y se escucha el viento contar historias de barcos, peregrinos y leyendas locales. Pasear por sus calles empedradas es como caminar dentro de una postal viva: el castillo, la iglesia sobre la colina, las barcas flotando en la ría… Todo parece salido de un sueño tranquilo, de esos que uno no quiere despertar. Porque este pueblo no solo se ve: se siente

San Vicente de la Barquera, entre el mar y la montaña

San Vicente de la Barquera es uno de esos lugares mágicos donde la naturaleza se muestra generosa en cada rincón. Situado entre el mar y la montaña, éste pequeño municipio cántabro ofrece panorámicas únicas: desde su playa principal, la vista se extiende hasta los Picos de Europa, creando un contraste visual espectacular entre el azul del mar y las cumbres nevadas en los meses del invierno. Es un escenario tan especial que cuesta creer que sea real.

La ría de San Vicente, con sus barcas coloridas y sus reflejos cambiantes, atraviesa el pueblo como una arteria viva que conecta la tierra con el mar. Las mareas transforman el paisaje dos veces al día, dejando tras de sí bancos de arena donde revolotean las aves, y pequeños canales que serpentean hasta perderse de vista. Pasear por el puente de la Maza, con sus infinitos arcos de piedra, es una de esas experiencias que conectan al visitante con el alma del lugar.

Un casco antiguo con sabor a historia

El centro histórico de San Vicente conserva esa esencia medieval que tanto atrae a los amantes de lo auténtico. Sus calles empedradas, sus casas con balcones de madera y sus edificios centenarios relatan siglos de historia ligados al mar y a la fe. No en vano, este fue un punto importante en el Camino de Santiago del Norte, lo que explica la presencia de monumentos como la iglesia de Santa María de los Ángeles.

Situada en lo alto de una colina, esta iglesia gótica ofrece no solo un recorrido artístico e histórico, sino también una de las mejores vistas del pueblo. A su lado, el castillo del Rey, del siglo XIII, domina la ría y recuerda la importancia estratégica que tuvo esta villa en otros tiempos. Desde sus almenas se puede contemplar una panorámica que abarca desde el puente medieval hasta las playas del entorno. Es fácil imaginar vigías apostados, oteando el mar en busca de embarcaciones enemigas o barcos pesqueros.

Sabores del mar en cada bocado

Uno de los mayores placeres de visitar San Vicente de la Barquera es, sin duda, su gastronomía. Aquí, el mar no sólo se contempla: se saborea. El puerto pesquero sigue en activo, y es común ver a los marineros descargando sus capturas diarias que luego terminarán en las cocinas de los restaurantes del pueblo. El resultado: una cocina fresca, honesta, y llena de sabor.

El plato estrella por excelencia es el sorropotún, una especie de marmita marinera elaborada con bonito del norte, patatas y pimiento, cocinada lentamente hasta alcanzar una textura y un sabor delicioos. También destacan los pescados a la plancha, las rabas crujientes, y los mariscos de la ría.

Playas para todos los gustos

Si algo define también a San Vicente de la Barquera es la variedad y calidad de sus playas. Desde la extensa y salvaje playa de Merón, ideal para los amantes del surf y de los paseos infinitos, hasta la playa de El Tostadero, perfecta para familias y baños tranquilos. Cada una tiene su propio carácter, pero todas comparten un mismo denominador común: la limpieza, la belleza del entorno y la vista constante de los Picos de Europa como fondo inigualable.

Además, al estar dentro del Parque Natural de Oyambre, la conservación del entorno es una prioridad. Esto permite disfrutar de un paisaje prácticamente virgen, sin grandes construcciones ni aglomeraciones, donde la naturaleza marca el ritmo.

San Vicente de la Barquera es uno de esos tesoros que, aunque a veces pasa desapercibido entre nombres más conocidos, ofrece una experiencia completa, auténtica y profundamente humana. Su paisaje, su historia y su gente hacen de este pueblo algo más que un destino turístico: lo convierten en un refugio para el alma, un rincón donde volver a conectar con lo esencial.