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Manolo Valdés: «Sinceramente, pienso que en España ahora hay una censura y somos menos libres»

Manolo Valdés, el artista valenciano afincado en Nueva York, tiene una exposición individual en Opera Gallery de Madrid, tras diez años sin exponer en España

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Manolo Valdés Exposición
El artista Manolo Valdés en su taller de Nueva York. @Enrique Palacio
María Villardón

Pintor español afincado en Nueva York. Manolo Valdés (Valencia, 1942) regresa a Madrid para una súper exposición tras una década de ausencia. Es cierto que ha habido obra del valenciano en ferias de arte y en espacios colectivos, pero hace diez años que no viene a la capital con una muestra individual tan ambiciosa como la de Opera Gallery, ubicada en la madrileña calle Serrano.

Explica que cuando viene a Madrid siempre va al Museo del Prado, le gusta cómo está gestionado, y no está tan de acuerdo con la gestión de otros más contemporáneos como el Museo Reina Sofía. «La gestión debe ser neutral y noto que no es así, se convierten en proyectos personales y se adueñan de una institución que es de todos», apunta.

Y confiesa, además, que percibe menos libertad en España y más polarización. «Sinceramente, pienso que hay una censura. No me cabe en la cabeza, por ejemplo, que un periódico de referencia en España haya podido despedir a Fernando Savater porque haya dicho algo inconveniente. A mí El País muchas veces me ha puesto a parir y no por eso lo he dejado de leer», concluye.

Este viernes ha sido su cumpleaños, ha cumplido 83 años. ¿Cómo se siente? ¿Está preparado para convertirse en un clásico algún día?

Creo que siempre he sido un clásico, así que no he tenido nunca ese problema. (Ríe) Me siento bien, hago lo que sé hacer y lo que siempre he hecho. Cuando veo mis exposiciones, como la última en Madrid, noto y percibo una evolución, pero muy leve porque yo sigo yendo al estudio todos los días a trabajar y hago lo mismo, regreso sobre lo mismo. Veo que otros artistas cuando están en crisis cambian y hacen otras cosas, hacen un parón; yo no. Cuando no me sale algo, hago lo que sé hacer. Es la única forma en la que consigo dar pasos. Ese es mi método, no tengo otro.

Pero, ¿qué pasa cuando te haces mayor? Que haces una exposición como esta –Allegro– y no haces estrategia, como en otros momentos. Tienes esa libertad que te has ganado, haces lo que quieres hacer y lo que te gusta. Todo es bastante doméstico ya.

La exposición es preciosa. 

Yo no la veo tan preciosa como la ves tú, porque uno siempre ve las cosas que cree que deberían estar mejor; pero eso también es un buen síntoma. Paseo y pienso: esto lo podría haber hecho más corto por aquí unos centímetros, allí no sé qué.

Manolo Valdés Exposición
Sala de Opera Gallery. @OperaGallery

Usted dice que los artistas también requieren ser empresarios. ¿Cree que este binomio se ha dado en su persona?

Mi reflexión sobre eso es la siguiente. Lo que siempre hago –y he hecho–es que cuando he tenido ingresos, no los he usado para comprarme un barco o una moto, los he gastado para hacer una escultura. Esa es la parte de empresario a la que me refiero. No quiero esperar a que una galería o una institución me tenga que pagar un trabajo. Si lo hace, bienvenido sea, por supuesto; pero siempre he tratado de no depender de eso.

Hago esculturas y las pago, un sacrificio que sólo sé yo y que me da la libertad de creación y de pensamiento. Tiene la ventaja, también, de que cuando ofreces las esculturas no le puedes decir al coleccionista qué es lo que vas a hacer. Ya lo tienes hecho. Es que eso no se puede explicar. Cuando voy a comprar una camisa no me dicen qué es lo que van a hacer, está hecha y la compro o no.

La parte de hacer la escultura pagada por ti es una forma de pagar la libertad. A eso me refiero cuando hablo de artista y empresario. Pero hay que tener un poco de arrojo.

Fue fundador de Equipo Crónica, un grupo de artistas junto a Rafael Solbes que era tildado de gamberro. ¿Qué queda de ese humor de Crónica en Manolo Valdés?

Huy, todo ha cambiado mucho. Recuerdo que la época de Crónica estaba marcada por que en España vivíamos una anomalía, éramos el único país de Europa que vivía en dictadura. Estaba todo el mundo luchando por la libertad y por conseguir una normalidad que no teníamos. En esa pelea estábamos todos y era un trabajo más político. Pasó el tiempo, llegó la normalidad y todo cambió; sigue habiendo problemas, por supuesto, pero los de aquellos momentos eran muy acuciantes. Tuve la suerte de vivir la conquista de la libertad. Un momento en el que también había mucha gente que pensábamos diferente, pero era mucho más cómodo que el actual.

Y eso, ¿por qué?

Siento que en este momento, cuando llego a España, somos menos libres. Lo siento porque si yo, después de tantos años y tanta pelea, tengo que pensar qué decir y qué no para no tener un conflicto, es que somos menos libres.

Encuentro diferencia con aquellos años en los que podías hablar con quien fuera porque tenías un objetivo, ahora siento esa incomodidad si vas a Cataluña, por ejemplo. Realmente, estoy en un sitio más cómodo en este sentido, que es EEUU, aunque sigo leyendo la prensa de mi país, sigo teniendo ese vínculo.

¿Piensa que estamos un poco en una cárcel de lo políticamente correcto de la que no salimos por no tener un lío? Un espacio donde esperamos la aprobación de los demás, quizá, y eso nos frena a dar una opinión más sincera.

Sinceramente, pienso que hay una censura. Yo no soy de ningún partido político, puedo cambiar de voto cuando quiera; pero sí que noto esa gran polarización en la prensa. No me cabe en la cabeza, por ejemplo, que un periódico de referencia en España pueda echar a un colaborador porque lo cuestiona. No entra en mis esquemas que se haya podido despedir a Fernando Savater porque haya dicho algo inconveniente. A mí El País muchas veces me ha puesto a parir y no por eso lo he dejado de leer, no sé cómo hemos llegado a este grado de sospecha. Me pregunto qué pensará esta chica, la directora… No me acuerdo de su nombre.

Pepa Bueno. 

Sí. ¿Qué pensará? ¿Le gustará ser censora? Pongo ese ejemplo porque es reciente, un tema que te duele y que no te entra en la cabeza.

Manolo Valdés Exposición
Sala de Opera Gallery. @OperaGallery

Con respecto a las críticas que hacen de usted, ¿las lee?

Ninguna. No leo nunca lo que escriben sobre mí. No digo que no lo respete, al final te llega una ligera música porque alguien te lo cuenta o te dice algo, pero no puedo estar preocupado por eso. Los criterios de la gente, afortunadamente, son diferentes y la misma obra puede despertar sentimientos diferentes entre varias personas. ¡Faltaría más!

Bien, ¿qué tiene la Reina Mariana de Velázquez que tanto le encanta?

Bueno, y no sólo a mí. Este cuadro ha inspirado a muchos artistas, intelectuales, etc. Hay una tesis de una amiga mía en Suiza que ha recogido todas las cosas que han hecho sobre la Reina Mariana en su cultura, independientemente de la calidad, y hay alrededor de 400 artistas que han hecho algo con ella o sobre ella o partiendo de ella. Es que es tremendo lo que tiene la obra de Velázquez.

Yo conozco estos cuadros de Las Meninas muy pronto. Yo vengo de Valencia y de un barrio pobre; pero en España teníamos el Museo del Prado, allí podíamos ir a ver esas obras. Con Saura siempre comentábamos que los que vivían en Madrid, teniendo este museo, estaban obligados a pintar bien. Esos viajes que yo hacía para ver esos grandes cuadros de Velázquez o de Goya se quedaban rondando mi cabeza, así que lo que hago es comentar las obras a través de la pintura. Unos lo hacen con la escritura, yo con la escultura o la pintura.

También veo que una misma persona que trabaja una imagen, hace un comentario distinto al mío, porque mi escultura ha salido de mi cabeza, imágenes que van y vienen. Hay un punto de reto porque cuando tienes de nuevo otra vez a la Reina Mariana en la cabeza y quieres hacer algo, lo tienes que hacer de diferente manera. Lo hago con muchas otras, pero la Reina Mariana es icónica, digamos. Eso sí, es icónica para nosotros, he podido comprobar que cuando he hecho una exposición en el Museo Nacional de Pekín muchas personas no tenían ni idea de quién era. No en todas partes se la ve con los mismos ojos.

Manolo Valdés Exposición
Sala de Opera Gallery. @OperaGallery

¿Recuerda la primera vez que vino a Madrid al Museo del Prado?

No recuerdo ese primer día, la verdad. Sí que recuerdo cómo estaban Las Meninas puestas en una sala más pequeña, con luz natural. Se veían con unas condiciones excelentes, luego la ubicación ha ido cambiando a medida que han crecido los visitantes. Además, recuerdo cómo era cuando este cuadro estaba sucio y la polémica con la restauración.

Tuve la suerte de ver el cuadro cuando se estaba restaurando, el director me invitó. Hubo bastantes problemas con este asunto de la restauración porque había gente que no era partidaria de que se limpiara, preferían que no se tocara. Yo, desde luego, fui partidario de la restauración en todo momento y mostré mi apoyo a favor. Por ello, el Prado tuvo la cortesía de invitarme a ver el proceso y luego la obra restaurada, claro.

Allí estaba Rafael Alberti, que también apoyó la restauración e incluso recuerdo que se tomó una licencia poética y escribió sobre esas manchas grises que había en el centro de Las Meninas. Todas estas cosas, anécdotas que te ocurren con el tiempo, te unen más a estas imágenes. Yo tomo obras del S. XVII y voy cogiendo todo lo que me va enseñando el paso del tiempo. El tiempo no para, cada día hay gente que hace cosas diferentes.

Manolo Valdés Exposición
Sala de Opera Gallery. @OperaGallery

Estudia en la Real Academia de Bellas Artes de San Carlos de Valencia, ¿cuándo descubre que se puede pintar de otras formas? Cuándo se cae del guindo, digamos. 

(Reímos)

En la Escuela de Bellas Artes conocíamos a Tàpies, que era un poco más mayor que yo, y veíamos fotos y observábamos que usaba como aglutinante un barniz de mármol, por ejemplo; mientras que yo estaba en la tienda comprando tubos de pintura. Entonces, me decía: Pero, bueno, ¿qué pasa? ¿Que resulta que se puede pintar de otra manera? Voy a ver si yo puedo pintar también así, con estas cosas novedosas que este hombre me está ofreciendo.

Tenía 16 años, imagina ahora que tengo 80 años, todo lo que he visto, pasado y aprendido. Todo es una inspiración y está en la memoria. Y es que si pierdes la memoria, has perdido las referencias. Cuando me pongo delante de un cuadro o una escultura ahí está todo lo que he visto y aprendido, me da recursos para expresarme.

Usted se dedicó de pleno a pintar desde muy jovencito, como nos dice, contando plenamente con el apoyo de sus padres. Ellos, ¿cómo vivieron su carrera?

Tuve mucha suerte de tener aquellos padres, que no sé si eran unos inconscientes o muy listos. Ya no sé. (Ríe) Pero me apoyaron. Un día digo que quiero ser pintor, al principio hubo un poco de drama, pero no sentí ninguna oposición. Entré en la Escuela de Bellas Artes de Valencia, pero en el primer curso me expulsan.

¿Por qué?

Tuve algunos problemas un poco por mi inconformismo. Ese verano fui a París, llego allí y me encuentro a gente haciendo cosas increíbles en el mundo del arte. Pintores que tiran la pintura sobre el cuadro, como Rosenberg, o usando un águila disecada, otros que preparan cartuchos con pintura y disparan, etc. Y, claro, regresas a la Escuela de San Carlos y digo: ¡Pero, qué hago yo con un palo con pelos en la punta! Estamos chalados, ¿o qué? Y tuve un choque con un profesor que estaba allí en la escuela.

Lo cierto es que me echan de ahí y sales con toda la inseguridad, así que mi reacción fue irme todos los días al estudio a trabajar como un loco. De hecho, cuando la gente de mi curso terminó los estudios, yo ya era casi un profesional. Había trabajado, viajaba todos los veranos que podía, iba a ver todos los museos, etc. Y en esto estaba.

Después de pasar todo el disgusto de lo de la Escuela, siempre tendré en el recuerdo una imagen de mi padre vigilándome desde la esquina del estudio donde trabajaba porque era domingo y eran las 10 de la noche y yo seguía allí. Me imagino que no se creía que estaba trabajando hasta esas horas, nunca lo hablé con él; pero al llegar a casa a cenar, vi a mi padre con una gran sonrisa. Y no sé habló más del tema, vieron que era una persona bastante responsable, aunque más que responsable es que siempre he tenido mucha pasión por lo que hacía, no me costaba nada, es que me gustaba mucho y me daba igual irme del estudio un domingo a medianoche. Lo que siento es una gran pasión, creo que es una enfermedad.

Sala de Opera Gallery. @OperaGallery

Una enfermedad que está muy bien. 

Sí. ¡Pero podría ser un poco más tranquila! (Ríe) Las pasiones hacen estas cosas, lo veo en mis amigos escritores como Vargas Llosa o en médicos como Valentín Fuster, son apasionados de lo que hacen. No hay tanta diferencia entre unos y otros. El otro día hablé con Valentín, él va todos los días al hospital a las 5 de la mañana. ¿Eso no es una pasión? Es una pasión y una locura, algo que nunca he perdido, afortunadamente.

Hoy todo va muy rápido y hay mucho sentimiento de insatisfacción, Manolo. Tener una pasión puede ser un ingrediente de salvación humana, ¿no?

Seguramente. Yo vivo mal las cosas que no entiendo, las cosas nuevas que los demás disfrutan y que yo no puedo hacer por mis limitaciones. Me fastidia no entender todo el asunto de las tecnologías, por ejemplo. Pero, bueno, al final me aferro a lo que tengo y me siento encantado.

Manolo Valdés Exposición
Sala de Opera Gallery. @OperaGallery

No siempre hay que entenderlo todo de todos. Antes hablábamos de la crítica, gustar a todos ni es posible ni es bueno. 

Ah, por supuesto, claro. Lo que sí echo de menos es la neutralidad, a veces. No puede ser que estemos viviendo un momento en el que los museos, como el Reina Sofía u otros, por ejemplo, se conviertan en proyectos personales cuando tantísima gente pasa por allí. Los museos son de todos y deben tener cierta racionalidad, no ser un proyecto de una persona. Estoy pensando en este hombre del Reina Sofía: mire, escriba libros y nos lo cuenta, pero no haga sus proyectos personales en un sitio que no es suyo. No tenemos hacernos dueños de instituciones que tienen que ser de todos. Eso al final tiene que ver con la tolerancia.

Una vez, y esta es una anécdota que cuento muchas veces, un director del Museo del Prado me dijo que lo que le importaba sólo eran los cuadros, que le daba igual que entraran dos personas o 220. No sé, se pensaría que los Reyes hicieron el museo para él. El Prado es una joya y creo que está muy bien cuidado, aún recuerdo cuando los que cuidaban las salas fumaban dentro.

¡De verdad! 

Sí, yo lo he visto. Y las ventanas abiertas, con toda la polución entrando. Ahora hay mucha conciencia y está muy cuidado. Es un museo que cuenta con un gran prestigio, de esos como imposibles e indestructibles. Creo que está muy bien gestionado, estoy menos de acuerdo con los otros, con los museos contemporáneos, siempre cambiando en función de quién entra y, sobre todo, por la falta de conciencia de no pensar que es un servicio público y que la gente que va a entrar en ellos es muy variada.

@MaríaVillardón

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