Coppola pide «experimentación y riesgo» para que el cine avance

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El cine necesita «experimentación y riesgo». No son palabras que la industria del séptimo arte pueda tomarse a la ligera. Las pronuncia uno de los cineastas  más aclamados del último medio siglo: Francis Ford Coppola. El director de la trilogía El Padrino está en Oviedo, donde mañana recibirá el Premio Princesa de Asturias de las Artes.

Coppola argumenta que requiere de esos dos ingredientes si quiere avanzar hacia el futuro pese a la «aversión» de la industria hacia ambas cuestiones y los autores están obligados a ello aún no estando seguros del resultado o de la reacción del público, ha advertido hoy el director nacido en Detroit.

«El arte sin riesgo es como no hacer el amor e intentar tener hijos», ha advertido Coppola tras confesar que entró en el cine por su componente «mágico», por la ilusión de crear y no para ser famoso ni ganar dinero, durante la rueda de prensa que ha ofrecido en Oviedo.

A su juicio, pese a que el concepto de riesgo no esté «en el menú» de los grandes estudios, algo que sí ocurría tanto en Europa como en Estados Unidos en la década de los años cincuenta, los creadores deben optar por obras personales y «únicas», no por historias que cualquiera podría contar.

«Si hacemos lo que nos parece interesante es posible que a alguien le acabe gustando», ha señalado el autor de Drácula, galardonado con el Premio de las Artes por su continua lucha por mantener su independencia emprendedora y creativa y por la renovación temática y formal que impulsaron sus películas.

Abierto a todas las cuestiones que los periodistas quisieran plantear, según ha asegurado tras saludar en español con un «buenas tardes», Coppola sólo se ha mostrado reacio a hablar de los proyectos en los que trabaja «porque deja el motor sin energía».

Interesado en el cine independiente donde, ha subrayado, se encuentran los productos cinematográficos más interesantes que se producen, ha subrayado, en cualquier país y que cíclicamente «florecen» en un momento determinado como ya ocurrió con el cine japonés, el iraní, el español o, ahora, el mexicano.

El autor de Apocalypse now -una película que trata «sobre la moralidad, no sobre la guerra»- ha repasado sus comienzos en el cine durante la década de los setenta, un periodo que «no fue fácil» y en el que encadenó obras como las dos primeras partes de El Padrino o La conversación no siempre con éxito de crítica y público.

No obstante, y tras recordar que también en la pintura o la ópera hubo creadores que murieron pensando que su obra no interesaba, ha defendido la necesidad de ser «paciente», de apostar por lo que a uno le interesa y de arriesgar, como hizo él, su propio dinero aunque en ocasiones su apuesta le llevara casi a la ruina.

«No tenía ningún problema en arriesgar mi propio dinero y lo haría también hoy. Es mejor que pedirle dinero a una persona que ni siquiera te respeta. Prefiero ganarlo yo e invertirlo luego en mi propio trabajo», ha indicado.

Pese a mostrarse escasamente interesado por la política a la hora de hacer cine, sí se ha mostrado preocupado por la corrupción -«una enfermedad a la que no se puede sobrevivir, hay que acabar con ella, y se puede»- aunque ha eludido plantearse si rodaría una película con ese trasfondo dado que, a sus 76 años, su mayor preocupación es «vivir lo suficiente» para hacer todavía lo que quiere.

Así, ha asegurado no conocer «tan bien» a la familia Corleone que retrató en El Padrino como para imaginar cómo habrían afrontado la crisis económica de los últimos años, pero sí ha lamentado que algunos de los «grandes villanos» actuales la señalen como su película o su libro favorito porque les gusta la actitud «fría» y «pragmática» del clan siciliano.

«La corrupción es una forma de mentir y la mentira es lo que permite que una país grande con un gran ejército bombardee a otro y diga: somos los buenos y los terroristas son los malos», ha advertido el cineasta que ha tenido un recuerdo para los refugiados sirios, un país que visitó hace pocos años, del que nunca olvidará ciudades como Palmira o Alepo y cuya situación actual le resulta inaceptable.

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