Los científicos no dan crédito: un estudio confirma que las heces de un animal forman nubes en la Antártida
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Las nubes son esenciales para el ciclo del agua y la regulación del clima.
Pero, ¿de qué están hechas? De materia, de átomos que se agrupan cuando el vapor encuentra en el aire el momento y el lugar. Es un proceso que suena conocido, la naturaleza funcionando por sí sola, sin que el hombre intervenga.
Lo que nadie esperaba es que, en la Antártida, las heces de un animal son también parte del proceso. Se trata de los excrementos de un pájaro marino que, sin saberlo, ayuda a formar nubes. Su presencia resulta crucial para que ese cielo no se quede vacío.
Descubren que las heces de un animal alimentan las nubes en la Antártida
Una investigación publicada en Communications Earth & Environment y liderada por Matthew Boyer ha sido clave para documentar este descubrimiento inesperado: el papel del guano de pingüino en la formación de nubes sobre la Antártida.
El equipo se instaló cerca de la Base Marambio, en la isla Seymour, y empezó a recoger muestras del aire durante el verano austral. Lo que encontraron es que, cuando el viento llegaba desde una colonia cercana de unos 60.000 pingüinos, las concentraciones de amoníaco en el aire se disparaban a niveles que no se habían registrado nunca en esa región.
Ese amoníaco proviene directamente del guano. Los pingüinos, al alimentarse de krill y peces, generan excrementos ricos en nitrógeno, que luego se descomponen en gases como el amoníaco y la dimetilamina.
Cuando estos compuestos se mezclan con los vapores de azufre emitidos por el fitoplancton del mar, forman partículas que actúan como núcleos de condensación. Ahí es donde las gotas de agua que se agrupan forman nubes.
Además, ese proceso no termina cuando los animales emigran, sino que seguía semanas después de que la colonia se marchaba. El suelo, empapado de guano, funcionaba como un difusor constante.
¿Qué implica este hallazgo para el futuro del clima antártico?
Si bien el hecho de que las nubes de la Antártida se formen gracias, en parte, a la caca de los pingüinos es fascinante, lo que ha puesto a los científicos en alerta es la posibilidad de que este mecanismo afecte al clima.
Las nubes que reflejan la luz solar pueden ayudar a mantener el frío sobre el hielo antártico, lo cual frena su deshielo. Pero si cambian su altura o densidad, podrían atrapar calor. En ese caso, el efecto sería justo el contrario.
Si las poblaciones de pingüinos siguen disminuyendo, el aporte de amoníaco también caería. Y con ello, la formación de nubes en esta región. Menos nubes, más radiación, más deshielo… y menos pingüinos.
Desde la década de 1990, la pérdida de hielo terrestre de la Antártida ha contribuido en 7,2 mm al aumento del nivel del mar, algo preocupante que va en ascenso, impulsado por el calentamiento global.
Y con los pingüinos, los resultados no son los más alentadores, pues se han reportado muertes masivas, como la de 10.000 polluelos de pingüino emperador debido a la pérdida de hielo marino.
Al final, no se trata sólo de proteger a estos adorables animales. Va más allá. Porque algo tan sencillo como la caca tiene un poder de impacto que los humanos jamás podrían igualar.