Si tu hijo tiene fiebre y le pones esto, lo estás haciendo mal: esta práctica tan popular empeora su salud
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Como padres, ver que nuestro hijo tiene fiebre es algo que siempre inquieta. Cuando un niño enferma, y notamos que está decaído, con la piel caliente y sin ganas de jugar o de moverse, lo más normal es preocuparse. Puede que en días previos el niño haya dado algunas señales como que de repente esté más apático, o que tenga algo de mucosidad o también que tosa o que no quiera comer mucho. Son señales que al final nos hacen confirmar que algo le pasa en cuanto le sube la fiebre. Y es entonces, como padres, buscamos cómo aliviarle. Es una reacción natural.
Pero justo ahí, en ese impulso de ayudar, cometemos errores sin darnos cuenta. Uno de los más comunes (y más extendidos) es abrigarlo más de la cuenta. Taparlo hasta el cuello, con mantas y pijamas gruesos, debido a una creencia popular de que el niño tiene que sudar la fiebre. Suena lógico. Pero no lo es. De hecho, puede ser justo lo contrario a lo que necesita. El cuerpo, cuando tiene fiebre, intenta enfriarse. Si lo cubrimos en exceso, estamos impidiendo que ese calor salga. Y eso no sólo no mejora el cuadro, sino que puede empeorarlo. Por eso, es momento de desmontar ese mito. Vamos a explicar qué hacer y qué no hacer cuando un niño tiene fiebre. Porque a veces, cuidar también es saber parar.
Si tu hijo tiene fiebre y le pones esto, lo estás haciendo mal
Si tu hijo tiene fiebre, lo primero de todo es tener muy claro que la fiebre por sí sola, no es algo malo. En realidad, debemos entenderla como una señal de que el cuerpo está luchando contra algo, como una infección. Es una respuesta de defensa. Subir la temperatura ayuda a frenar virus y bacterias. Por eso, intentar bajarla a toda costa no siempre es lo más adecuado.
Lo importante no es tanto el número del termómetro como cómo está el niño. ¿Está decaído? ¿Lloroso? ¿Se queja o sigue activo? Si la fiebre es alta y le molesta, entonces sí conviene actuar. Pero si está animado y sólo un poco caliente, a veces basta con observar y esperar. Y sobre todo, no caer en prácticas que, sin querer, pueden hacerle daño.
Taparlo de más: un error más común de lo que parece
Esa costumbre tan arraigada de abrigar mucho a los niños con fiebre viene de la idea de que así sudarán y se les pasará. Pero es justo al revés. Cuando un cuerpo tiene fiebre, necesita liberar ese calor. Si lo tapamos con mantas gruesas o lo vestimos con demasiada ropa, lo estamos encerrando en su propio calor, y eso puede subir aún más la temperatura corporal.
Lo ideal es ponerle ropa cómoda, ligera, y mantener la habitación fresca, pero sin corrientes de aire. Si el niño tiene frío, una sábana fina es suficiente. Lo que no hay que hacer es empacarlo como si estuviéramos en pleno invierno. Porque no estamos ayudando: estamos frenando un proceso natural.
Lo que sí puedes hacer para aliviar la fiebre
Hay formas sencillas de cuidar a un niño con fiebre sin riesgos:
- Dale líquidos con frecuencia. Agua, caldos o zumos naturales. La fiebre deshidrata y mantenerse hidratado es clave.
- Si está incómodo, puedes darle antitérmicos. Paracetamol o ibuprofeno, siempre con la dosis correcta según su edad y peso. Nada de automedicar sin consultar.
- Respeta su apetito. Si no quiere comer, no lo fuerces. Ofrécele cosas suaves y pequeñas cantidades, pero sin insistir demasiado.
- Déjalo descansar. No hace falta que esté en la cama todo el día, pero tampoco debe hacer esfuerzos. El cuerpo necesita reposar.
Cosas que no debes hacer (aunque parezcan inofensivas)
Además de no abrigarlo en exceso, hay otras cosas que conviene evitar. Una de ellas es bañarlo con agua fría o alcohol. Aunque parezca que bajará la fiebre, en realidad puede provocar escalofríos y empeorar la sensación de malestar. Si vas a darle un baño, que sea corto y con agua tibia, nunca fría.
Y jamás le des aspirina. En niños y adolescentes puede provocar el síndrome de Reye, una complicación poco común, pero muy grave. Si tienes dudas, lo mejor es preguntar a su pediatra.
Menos mitos, más sentido común
Cuando un hijo tiene fiebre, lo primero es mantener la calma. No siempre es señal de algo grave. La mayoría de las veces, con descanso y cuidados básicos, se recupera en unos días. Pero esos cuidados deben ir en la dirección correcta. No todo lo que se ha hecho siempre está bien.
A veces, lo más sencillo es lo mejor: un poco de agua, ropa ligera, descanso y mucha atención. Porque cuidar también es observar. Y si algo no te cuadra o la fiebre no baja tras varios días, entonces sí, toca consultar. Mientras tanto, deja las mantas pesadas a un lado y confía en el cuerpo de tu hijo. Sabe cómo defenderse. Solo necesita que no lo frenemos.
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