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Visita al impactante taller de Andrés Planas en Palma

Un despliegue de todo tipo de recursos, unos elegantes y otros morbosos, invade el lugar

Obras abstractas junto a instalaciones conceptuales de elevada carga esperan la exposición prevista en la galería MA a final de septiembre

andrés planas
El artista Andrés Planas en su taller.

Cuando un artista alcanza la madurez, es decir, cuando es ya propietario de un estilo, de una forma de mirar el mundo y procesarlo, todas las etapas transitadas para llegar ahí cogen sustancia común, compacta, y encajan con facilidad. En este sentido las exposiciones antológicas permiten precisamente recorrer todos los pasos dados por un artista maduro y visualizar con perspectiva su carrera, sus propósitos y ambiciones, sus excursos y sus dianas.

Y ése va a ser el caso de Andrés Planas (Palma, 1957), que a finales de septiembre expondrá una importante muestra antológica en la galería MA de las torres del Temple en Palma, así como será objeto de la presentación de un libro que recorre toda su biografía, tanto artística como meramente vital, un libro, Andrés Planas, el artista en la frontera de lo prohibido, que publica la editorial mallorquina Sloper y que ha confeccionado como autor quien escribe estas líneas. El libro se presentará en el patio de Can Vivot el día 29 de septiembre, a las 19.00 horas, y la exposición se inaugurará a las 20.00 en la galería MA mencionada anteriormente.

Durante la redacción del libro he acudido en diversas ocasiones a visitar el taller de Andrés en el centro de la ciudad de Palma y en todas ellas he quedado impactado por el despliegue de obras en curso y terminadas, de materiales y recursos, de bocetos en diversas técnicas y de instalaciones a cuál más sombrosa en lo plástico y también en su fondo conceptual. El eclecticismo es también una de las características de su obra y en el taller uno puede encontrarse con elegantes lienzos ejecutados en el más puro estilo de los campos de color y el Hard Edge, hasta collages y esculturas desamables que provocan el movimiento de la conciencia del espectador hacia la trinchera de defensa más cercana.

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Algunas de las obras que alberga el impresionante taller de Andrés Planas.

Sus series ejecutadas en azul Klein, que comenzaron con la de los niños muertos, son escalofriantes. Y las pequeñas piezas con materia orgánica, proporcionada por su amigo cirujano plástico Juan Rabell, tristemente desaparecido hace dos meses de manera abrupta e incomprensible, son, como digo, de una ferocidad temible. En el libro se intentan explicar las raíces de estas obras que sortean el territorio de la muerte y del Mal a menudo con desparpajo, y en otras ocasiones bajo la luz mortecina de lo morboso. Justamente esa actitud hacia lo prohibido, en el que se encuentra también, como es lógico, el universo del sexo y de la religión, pueblan las obras feroces de Andrés Planas y de ahí el título del libro.

Además de obras convencionales sobre lienzo y papel, y esculturas y algún vídeo, Andrés ha ido desarrollando un tipo de trabajo muy particular: los denominados libros de artista, en los que inventa historias de personajes singulares y que trata desde el dibujo y el collage, así como la cita literaria (aquí Juan Rabell era el gran colaborador, además de en otros campos de su ejecución). A menudo la monstruosidad física o mental son las protagonistas y ello sin duda arranca de los juegos de niño en torno a un famoso pozo de desechos humanos que había en la antigua clínica familiar. Pero eso se explica en el libro y aquí no hay espacio.

La visita al taller de Andrés Planas es una experiencia fascinante y tal vez para quien no tenga la oportunidad de acceder a él, la exposición de final de septiembre podrá servir de alternativa, si se organiza a modo de muestra intensiva y antológica en lugar de escoger una sola serie de su amplio abanico. Habrá que esperar a esa ocasión a la vuelta del verano.

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