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El último trabajo de Velcha Velchev, ‘Sombras’, se expone en el espacio Ca Ses Monges

El artista serbio, residente desde hace años en Mallorca, estrena en esta galería de Pòrtol

Se trata de una obra sutil e impregnada de sacralidad que podrá visitarse hasta el próximo 25 de mayo

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Exposición de Velcha Velchev en Ca Ses Monges.

El propio título de la exposición marca el nivel de sutileza con la que uno deberá dirimir la carga simbólica cifrada en la obra mostrada, una carga que no por sutil deja de desbordar por los cuatro costados como es habitual en toda manifestación artística de Velcha Velchev. Sombras (senke en serbio) es una pista que cuesta seguir, puesto que muchas piezas de la muestra son principalmente bidimensionales (telas recogidas de un antiguo cuartel militar, con todo el peso de la sombra de la historia que hay detrás), sobre las que el artista ha dispuesto pequeñas maderas (¡hasta cuatro mil por tela!), adheridas de forma indefectible al soporte textil y que, por esa leve y diminuta protuberancia, generan un campo de pulsiones puntuales de sombra, tenues, frágiles, sutiles sombras sobre la lona cargada de recuerdos y de sufrimiento.

Antes de tratar de indagar sobre el origen de esta peculiar obra me gustaría recordar un libro de Joseph Conrad, La línea de sombra, en el que justamente se describe el tránsito de la juventud a la madurez en el protagonista. Es como si la sombra de lo que se fue proyectase su influjo en aquel que se va a ser. O como dicen los versos del canario Andrés Sánchez Robayna: “Sólo tu sombra / pesa menos que tú / sobre la tierra”. También, para terminar con las acotaciones del mundo de la cultura general, Junichiro Tanizaki, en su célebre Elogio de la sombra, aboga por la valoración estética de la sombra, de lo oscuro, de lo opaco, propio del sentido de la belleza en Japón y tan alejado del núcleo conceptual canónico en Occidente —al menos hasta que el postmodernismo hizo su aparición.

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Una de las obras que forman parte de la muestra.

Todo lo cual es importante tener en cuenta para seguir a Velcha en su recorrido por la memoria, y en consecuencia en la senda de construcción de su personalísima obra. Así, cuenta el artista que en su Serbia natal, en la zona donde nació (Dimitrograd, en 1959) había un monasterio abandonado que tenía una fuente de agua santa (eso creía la gente del lugar) a la sombra de un árbol, que se mostraba lleno de hilos de tejido colgados y anudados a la manera de ofrendas votivas. Esa imagen constituiría el origen de una parte de su obra, que utiliza signos religiosos desde un punto de vista conceptual, revulsivo.

Pero además de la citada fuente, existía allí otro lugar sagrado, otra fuente en la que la gente depositaba todo tipo de objetos anudados: pañuelos, cinturones, sujetadores… También su objetivo era de ofrenda votiva. Pero lo que más le impresionó y se imprimió en su memoria fue la piedra caliza que había detrás de la fuente, una piedra enorme llena de pequeños agujeros, muchos de ellos taponados con trozos de madera tallada. Aquellas maderas contenían pequeñas telas con escritos que recogían deseos y rogativas: se trataba, pues, de una suerte de muro de las lamentaciones. Así llegamos, por este camino del recuerdo, a las obras que constituyen el núcleo de la exposición actual, Sombras, donde enormes telas con piezas diminutas de madera aparecen a la manera de “muros de lamentaciones”, sedimentos de vidas y de proyectos de vidas, rastros de voluntades desgastadas, amuletos de ilusiones que se perdieron en un horizonte que se iba apagando por el roce con el tiempo.

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Una de las piezas de Velcha Velchev.

Es ésta tal vez la exposición con más peso sacro —en el sentido amplio del término— de las que ha realizado Velcha Velchev en su larga trayectoria. Las telas cargadas de simbolismo y de memoria aparecen escoltadas por unos impactantes tótems de aspecto herrumbroso pero que también han sido confeccionados con madera, tanto las columnas en sí como los pequeños fragmentos que aparecen erizando las esculturas y que han sido pintados con una mezcla que reacciona químicamente produciendo la apariencia de óxido férrico o incluso cúprico.

A diferencia de las telas del australiano Lawrence Carroll, tomadas sin más de los velámenes de barcos y recogidas en paquetes de enorme peso (también de memoria, claro), las telas de Velcha Velchev contienen verdaderos mosaicos de deseos y de frustraciones, al igual que, como ya he dicho, el célebre muro de las lamentaciones. Obra que perpetúa la vocación de simbolismo conceptual que es su característica, y también emparentada (siempre lo apuntamos) con el povera, obviamente, de Janis Kounellis, la exposición Sombras es una magnífica manifestación de lo sagrado en el arte, un acercamiento a lo que permanece fuera del alcance de la ciencia y de la lógica y que sólo el arte y la poesía pueden, por medio de la guía de muy contados maestros conductores, ser vislumbrado.

Velcha Velchev ejerce de tal, de médium entre los dos mundos paralelos, y lo hace con una extraordinaria maestría. Al fin y al cabo, nos dice, la sombra habla de lo que existe al otro lado de la luz, se intuye lo que contiene, que pesa en el presente, pero resulta invisible en este mundo como lo es el tejido con el que está confeccionada la memoria, que es la sustancia de toda vida que valga la pena.

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