Palma, una ciudad diferente
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He escrito en alguna ocasión que Mallorca tiene tres activos sobre los cuales ha basado este último siglo gran parte de su prosperidad: el sol, el paisaje y un mar de aguas cristalinas. Todo ello ha permitido, sin gran esfuerzo, que hayamos llegado a recibir alrededor de 18 millones de turistas cada año, una parte de los cuales pasan por Palma, aunque Palma ofrezca mucho más que sol y playa. Porque nuestra ciudad tiene una larga historia y una cultura que hunde sus raíces en la antigüedad clásica. Y es la conjunción de tradición y modernidad lo que permitirá que Palma, aunque aún no lo ha logrado plenamente, pueda llegar a convertirse en una de las ciudades más atractivas de todo el Mediterráneo, proyectándonos en el futuro en el mundo como un enclave emblemático.
Por nuestra dignidad, aunque también para atraer a los visitantes, que son en definitiva los que garantizan y también deberán garantizar en el futuro el mantenimiento de nuestra actual prosperidad. Y así lo avanzaba ya hace algunos años un estudio que evaluaba 221 ciudades de todo el mundo como mejores lugares para vivir, siendo Palma una de las primeras. Ello, por su calidad de vida, cultura, gastronomía y servicios, superando ampliamente lugares tan reconocidos como Ginebra o Copenhague.
Admitido esto, debemos considerar que el gran reto de Palma debería ser el de determinar qué debe ser y representar en el futuro en el concierto de las ciudades, no sólo europeas, sino de todo el mundo, y con un perfil diferenciado. Para ello probablemente debería lograrse que Palma se distinga, como ya lo es por sus valiosos monumentos arquitectónicos y por su calidad de vida, también por una oferta cultural y artística -de ahí la voluntad de que se convierta en el 2030 en capital europea de la cultura- porque, igual que hoy, exceptuando las grandes ciudades europeas con las que lógicamente no podemos competir, existen lugares emblemáticos como Florencia, Venecia o Praga -ciudades donde su solo nombre invita a una visita, porque vale la pena sumergirse en su historia y su cultura-, también Palma pueda llegar a ser un auténtico referente entre las más atractivas ciudades del Mediterráneo, ya que es sin duda la más bien conservada, con un núcleo antiguo extraordinario y la que dispone de una historia monumental más valiosa.
En poco lugares se podría disfrutar del placer de poder recorrerla, cualquier día a la caída de la tarde y embebido en su historia, y contemplar una puesta de de sol desde los miradores de la Seu. Pero no sólo podemos ofrecer clima e historia. Habría que poder determinar también cuál ha de ser el rasgo distintivo que puede situar nuestra ciudad al nivel de las ciudades europeas más emblemáticas.
Si la ciudad antigua ha sido ya objeto de una rehabilitación que la ha convertido en una de las mejor conservadas del mundo occidental, paralelamente se están poniendo también en marcha iniciativas que permitirán que la oferta cultural sea notable. Entonces, poseyendo Palma estos valores, debe aspirar a ser entre las ciudades europeas más reconocidas mucho más que un complemento visitable para un turismo que viene de temporada; debería convertirse, en base a los valores expresados, en una ciudad emblemática que necesariamente se quiere y se debe conocer. Palma lo tiene todo para llegar alcanzar esta meta.
Pero hará falta que vayan de la mano la creatividad y la imaginación para que llegue a ser una de las mejores ciudades de Europa, sobre todo porque Palma es una ciudad maravillosa. Y también diferente.