EL CUADERNO DE PEDRO PAN

La Orquesta Nacional de España obsequia al festival con la ‘Obertura Pollença’

La clausura del 61 Festival de Pollença contó con un inesperado broche de oro

Festival de Pollença: el ayer (Vivaldi) maridado con el presente, una opción audaz

festival pollença
Momento del estreno de 'Obertura Pollença'. MICER

La clausura del 61 Festival de Pollença ha contado con un inesperado broche de oro, como sin duda lo es el estreno absoluto de Obertura Pollença de la que es autor el compositor del Llevant, Antoni Parera Fons. Era un encargo directo de la Orquesta Nacional de España (ONE) al compositor mallorquín una vez confirmado el regreso al Festival de Pollença 48 años después de la anterior visita en 1974. En primer lugar, debe considerarse la trascendencia de un estreno absoluto -en el seno de un festival- porque eso le otorga una dimensión en extremo singular. Acto seguido hay que reconocer el trabajo de Parera Fons cuadrando una partitura que conjuga tradición popular y un elegante sinfonismo sin concesiones a tendencias contemporáneas y sí en cambio sometida gustosamente a la ortodoxia circa del clasicismo.

Es una obertura que se aleja conscientemente de corrientes rupturistas de la música clásica contemporánea, para buscar respuestas exclusivamente en el continuismo más radical, como lo es regresar al lenguaje evocador tanto de situaciones como de emociones y consiguiendo establecer las referencias al ceremonial de los cavallets de Pollença a través de una serie de variaciones de este rito ancestral (posiblemente data del siglo XIII) con introspecciones en un reposado sinfonismo. Parera Fons describe la obertura como tributo a Pollença y en este sentido mi percepción nada más iniciarse el recorrido orquestal era -y así lo reconozco- entrever la potencialidad de transformar algunas de las variaciones en la fanfarria protocolaria para solemnidades propias del lugar. La aceptación incondicional por parte del público local así también lo permitía presentir. Pero antes que nada, la obertura solo era una gentileza de la ONE al Festival Internacional de Música de Pollença.

El resto del programa giraba en torno a Felix Mendelssohn. Su Concierto para violín además de la Sinfonía número 3 Escocesa desplegaban desde ese instante un referente en sí mismo: la Orquesta Nacional de España y su particular personalidad, que en cierto modo hermanaba con aquellas obras seleccionadas de Mendelssohn, y me explico.

Tanto el concierto como la sinfonía se dilataron en el tiempo, seis años en el caso del concierto y doce si nos referimos a la sinfonía. También la ONE se tomó su tiempo –cinco años- entre el momento de su fundación durante la Guerra Civil (1937) y la fecha de su primer concierto oficial en marzo de 1942. Fundada por el gobierno de la República para uso propagandístico y consolidada por el régimen franquista para ser sencillamente una orquesta levantado su cese de actividad que había sido decretado en 1939.

Hoy la ONE goza de personalidad propia, de sonoridad propia en definitiva por el excelente trabajo que legaron directores como Pérez Casas, Argenta, Frühbeck de Burgos, Ros-Marbà, López Cobo y desde 2014 Afkham. Impresiona la energía en sus interpretaciones, la contundencia de los planos sonoros, la transparencia de los desarrollos y sobre todo el compromiso de todos sus integrantes a la hora de aunar voluntades para el éxito colectivo y siempre, dejando constancia de una huella estilística ganada con los años.

Así pudimos apreciarlo en el claustro de Sant Domingo: abarrotado, abierto al deleite. Y qué mejor acompañante solista que el misticismo de Christian Tetzlaff al violín, precisamente para interpretar el concierto con reputación de ser esencial su dominio para todos los virtuosos del violín. De inicio iba dedicado al concertino de la Gewandhaus de Leipiz, Ferdinand David, que era amigo de la infancia de Mendelsohn, y que efectivamente lo estrenó en 1850 con gran éxito. Un concierto a fecha de hoy en el que la energía de la ONE y los elaborados matices de Tetzlaff son la perfecta combinación.

El único bis que ofreció el violinista de Hamburgo parecía ser una alusión directa al importante papel de Mendelssohn en el resurgimiento del interés en la obra de J. S. Bach al empeñarse en estrenar en 1829 su Pasión según San Mateo casi 80 años después de la muerte de Bach cuando permanecía en aquellos momentos su legado en stand by. Tal vez por la contribución de Mendelssohn, Tetzlaff después del concierto de violín decidió encarar una partita del barroco a modo de homenaje, el segundo de la noche, que el primero fue obsequiar la ONE al Festival el estreno de Obertura Pollença.

Las dudas que habían dilatado la composición del Concierto para violín (1838-1844), ya se habían producido años antes coincidiendo con la visita a Inglaterra por primera vez en 1829, incluyendo desplazamiento a Escocia. Se conoce esta sinfonía como Escocesa, a pesar de la escasa predilección por las músicas nacionales que tenía Mendelssohn, de manera que se tiende a explicar que en realidad sólo el scherzo (segundo movimiento) contiene algunas referencias a los ritmos de las canciones escocesas. Lo que abunda en ella es el caudal de relámpagos breves y muy vivaces que impregna muy en especial el recorrido de la cuerda. Es de imaginar que la Reina Victoria quedaría encantada por la dedicatoria, cuando asistió al estreno en 1842.

La clausura del Festival acabó siendo mayúscula gracias a una orquesta que asume su recorrido, se sabe un referente sin alardear de ello e hipnotiza ver a sus músicos bailar las notas con desbordante inspiración, en un resignado anonimato para beneficio exclusivo del conjunto.

¡Qué envidia! y lo digo pensando en la Simfònica Illes Balears. Ambas se hermanan por historia y de inmediato se distancian. Ambas orquestas se despertaron a la historia en la primera mitad del siglo XX: el nacimiento de la ONE en1937 y la Orquesta de Mallorca en 1947 siendo primer director Eak Tai Ahn. La diferencia está en que la ONE reconoce sus orígenes y se los trabaja, en cambio la OSIB opta –craso error- por ignorar su pasado y centrarse exclusivamente en su refundación el año 1989.

Postdata. Ninguna autoridad institucional –salvo miembros del consistorio pollensín- en este concierto de clausura, pese a protagonizar un momento único en el estío cultural mallorquín. Solamente el conseller de Educación, Martí March, que iba por libre y además no cuenta: es pollensín y además hijo del alcalde que le dio mayor esplendor al Festival, convirtiéndolo en el pequeño Salzburgo del Mediterráneo. Dicho queda una vez más.

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