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CRÍTICA

Nacho Duato recrea con dureza en ‘Cantus’ a los niños de la guerra

El IX Ciclo de Danza del Auditórium de Palma ha invitado a la Compañía de Danza Nacho Duato

Ha supuesto el regreso del bailarín y coreógrafo valenciano, ausente de los escenarios de Mallorca desde 1997

El IX Ciclo de Danza del Auditórium de Palma ha cosechado un éxito sin precedentes en esta casi década de trayectoria y lo ha hecho invitando a la Compañía de Danza Nacho Duato (CDND), marcando además el regreso del bailarín y coreógrafo valenciano, que permanecía ausente de los escenarios de Mallorca desde que al frente de la Compañía Nacional de Danza fuese invitado en el 97 por la Gran Temporada de Ballet de Mallorca.

El objetivo de la CDND vale identificarlo como una plataforma para el rescate de coreografías propias y alejadas en el tiempo, además de nuevas propuestas de Nacho, planteadas a partir de los presupuestos de una compañía junior, que por definición viene a ser un preciso work in progress. En un viaje a Roma, vi en la recepción de mi hotel que el American Ballet 2 iba a estar en el Teatro Olímpico.

Acudí sin pensarlo dos veces. Me encontré con unas propuestas que debían responder fielmente a los postulados de la marca, American Ballet, sin la menor desviación. Cosa que felizmente así ocurrió. Pues bien, aquí ocurre exactamente lo mismo. Nacho Duato se ha rodeado de jóvenes valores de la danza -de los 25 bailarines sólo cuatro son españoles-, preparándolos para ser fieles transmisores de su legado, además de crear coreografías pensadas para ejecutarlas un cuadro junior. En poco más de un año ha cogido bien la idea el cuerpo de baile, dominando a la perfección las pautas artesanales del movimiento característico que acostumbra a dibujar Nacho Duato.

Esta «artesanía del movimiento», que es definición propia de Duato, se pudo apreciar en esas dos coreografías del pasado que presentó en Palma: Jardí Tancat (1983) y Duende (1991). Se dio la circunstancia de que Maria del Mar Bonet estaba entre el público del Auditórium, de manera que acabada la representación, se produjo una sorpresa mágica, al aparecer Nacho Duato con un ramo de flores, fundiéndose ambos en un abrazo. La parte dedicada a valores del pasado continuó con Duende, esta vez apoyándose en varias piezas de Claude Debussy, compositor por el que Duato siente debilidad.

Hasta entonces habíamos asistido a una suerte de bellísima artesanía en el transcurrir del cuerpo de baile del que van surgiendo con naturalidad solos y duetos en los que sobresalen figuras que huyen de normas para ir creando narrativas dibujadas en el aire, partiendo del eco de antiguos recuerdos y la observación de la belleza interior, incluyendo aquellos pasos originales que son exclusivos de Duato, que tanto disfrutamos el 97 con Por vos muero.

En cambio, el final de la velada se reservaba a la tragedia de los niños de la guerra, tan emocionalmente descrita por Duato en Cantus, acudiendo para ello a la cantata de Karl Jenkins Symphonic Adiemus de la que The Song of The Spirit es parte fundamental. Aquí el coreógrafo se dejará llevar por el desgarro, reflejando una agresividad de circunstancias de la que participa magistralmente el cuerpo de baile, encarnada la espontaneidad de los niños de la guerra llegando al momento extremo de ver a la pureza y la inocencia, desmayada en el centro del escenario, simbolizada en ver caer a la bailarina principal, quedando ingrávida en los momentos finales de la coreografía, en un impulso teatral tan magistral, que solamente podía encarnar un cuerpo de baile junior. Nacho Duato nos regaló un  momento único; el público en un gesto tan sobrecogedor, puesto en pie como un resorte.

En efecto, la noche quedó coronada por un momento sublime, que refleja el gran proceso artístico por el que atraviesa Nacho Duato. La deuda que tenía con él, tratándole de endiosado en 1997, se desvanecía, al sentir un regalo, completamente agradecido por su colosal recreación de la barbarie a la que fueron condenados los niños de la guerra y sin capacidad para superar esos momentos capitales en sus vidas. Ver a la bailarina principal atada inerte al suelo del escenario era una transgresión en danza sólo apta para maestros.  

Ha sido un fin de semana enriquecedor, empezando por la Sinfonía Nº 4 de Carl Nielsen, siguiendo con Desbarats de Llorenç Villalonga y llegar a ese momento, culminante y tan sublime de Cantus con la Compañía de Danza Nacho Duato.