Humans 2.0, un ejercicio de confianza extrema y sin red
La compañía australiana de circo Circa llega al Auditórium con una propuesta no exenta de riesgos, ejemplo de arte total
Trasciende no sólo fronteras sino pensamientos desde el momento en que hace de la coreografía un sinónimo de diálogos
El Ciclo de Danza que desde hace unos años programa el Auditórium de Palma a modo de continuación de la Temporada de Ballet de Mallorca días pasados presentaba una propuesta no exenta de graves riesgos, todos ellos necesarios para cuadrar un espectáculo de altura. Lo vimos entusiasmados y gratamente sorprendidos los pasados 12 y 13 de enero.
La experiencia tiene un nombre propio, Yaron Lifschtiz, director artístico de Circa Contemporary Circus e impulsor del llamado teatro físico que se caracteriza por la fuerza expresiva en el movimiento de sus intérpretes. Los innovadores hallazgos de Lifschtiz pueden considerarse una continuación perfectamente equiparable a los inspirados hallazgos de Cirque du Soleil y salvando las distancias en casa tenemos al siempre inquieto Circ Bover.
Circa, la compañía australiana de circo contemporáneo, en Humans 2.0 lo que en realidad nos propone es enfrentarnos al espejo de nuestra condición y reflexionar al respecto. Técnicamente, en efecto, es la suma de variantes que tienen que ver con las artes escénicas y que se concretan en combinar el teatro, la danza, la música y la acrobacia, mientras vemos crecer figuras en ocasiones inverosímiles y siempre de una belleza suprema, supeditada inevitablemente a la conmoción que nos provoca el simple hecho de verlas.
Han venido del otro lado del planeta para ofrecernos un espectáculo que en realidad es en sí mismo un ejercicio de confianza extrema y sin red, que el espectador solamente puede presenciar con el corazón dividido. La belleza extraordinaria de unas figuras sabiamente coreografiadas se enfrenta a una realidad permanente: un reto, que conlleva asistir impotentes al constante riesgo de graves consecuencias al mínimo contratiempo. Lo que conduce a la conclusión de presenciar un extraordinario ejemplo de arte total.
Aquí no hay cartón piedra que valga. Porque los pas de deux y otras formas asimilables a la evolución de la danza se hermanan con las acrobacias para acabar en un goce estético, supremo, que sublima la simple gimnasia. Los participantes van armados de amplia formación en danza contemporánea y dominando a la perfección sus movimientos a ras de suelo, a través de los cuales va encadenándose el relato. Las figuras en suelo adquieren la fineza y el talento de los grandes coreógrafos del siglo XX y por momentos nos remiten al delicado trabajo de Paulo Pederneiras para el Corpo de Brasil, bien conocido por el público mallorquín a través de las reiteradas visitas de esta compañía a la desaparecida Temporada de Ballet (1996-2010).
No es ajeno a ello la contundente música de Ori Lichtik, que renuncia a ser simple perfume para crecerse como correa de transmisión de unos números malabares transformados en genuinos poemas carnales a través de formas, que son expresión del lenguaje del cuerpo: con diálogos y sus polémicas; sus encuentros y distancias. Los equilibrios, incluso llevados a la negación subjetiva de la gravedad que es manera de darle alas a la fantasía.
Hay momentos, incluso, que ralentizan el tiempo a través de unas figuras cuya evolución –digámoslo así- viaja a cámara lenta, encontrando además en los pequeños detalles la materia prima suficiente para crear sketches.
Humans 2.0 trasciende no solamente fronteras sino pensamientos desde el momento en que hace de la coreografía un sinónimo de diálogos, también de encuentros radicales. Un sublime placer, en definitiva, y un sufrimiento también. Porque el accidente está en todo momento presente, convertido en sublimación de la condición humana, que éste es el verdadero mensaje que nos transmite el espectáculo: el ritual continuado de lo que pueda pasar de un momento a otro y, mientras tanto, un canto a la vida.
La escenografía es básica, se concentra en un círculo de luz cambiante que recluye en su circunferencia todo cuanto acontece, mayúscula metáfora, y pone en manos de un excelente Paul Jackson dejar constancia de todos los subrayados que va desperdigando una dinámica de fuerza, valor y audacia.