EL CUADERNO DE PEDRO PAN

Hay gerente para la Capsa de Música, futura sede de la Orquestra Simfònica

M. A. Parera Salvà, de 39 años y violoncelista de carrera, ya ocupa su despacho desde hace unos días

Palma bien merece que su Auditórium sea la sede de los conciertos de temporada de nuestra Simfònica

capsa de música
La Capsa de Música, la futura sede en propiedad de la Orquestra Simfònica Illes Balears.

El día de la presentación del XVI Jazz Voyeur Festival coincidí allí con un alto cargo del Govern, a quien me acerqué interesándome por el estado de la Capsa de Música, la futura sede en propiedad de la Orquestra Simfònica Illes Balears (OSIB). Desde que fue creada en el año 1946 la Sinfónica de Mallorca, la historia de este colectivo ha sido un continuo altibajo hasta que  ya convertida en la OSIB, el Govern de José Ramón Bauza decidió tomar cartas en el asunto, haciéndola suya para evitar su desaparición.

Los patronos de la OSIB en aquellos días eran el Ayuntamiento de Palma (de ahí lo de Ciutat de Palma), el Consell de Mallorca y el Govern balear. El incumplimiento sistemático de sus obligaciones como patronos, y muy en especial los dos primeros, condujo a una situación insostenible que vino a coincidir con el breve capítulo de Josep Vicent como director titular. Fue un excelente director, probablemente el mejor desde la refundación en 1989, pero a las huelgas y movilizaciones vino a sumarse una conjura en la sombra de determinadas fuerzas vivas que forzaron su destitución. Es una de las mayores vergüenzas, en todos estos años de transiciones anómalas. 

Es decir, que la Sinfónica, independientemente de su formulación, lleva 77 años en el candelero, en sus orígenes confiada la batuta titular al siempre recordado Eak Tai Ahn. La OSIB es la consecuencia de aquellos pasos en la primera mitad del siglo XX. Pero en todos estos años no ha disfrutado de sede estable. Ahora, con la Capsa de Música, la OSIB se dispone a vivir un capítulo nuevo que alberga grandes esperanzas, la más trascendente de ellas una fuerte y decidida apuesta por su inaplazable proyección internacional. 

Tengo la impresión de que fue un milagro que coincidiera en el tiempo esa predisposición público-privada para reunir un presupuesto de 8,5 millones de euros que hiciera realidad el proyecto de la Capsa de Música. De manera que el mes de agosto de 2021 se colocó la primera piedra con foto ufana de la entonces presidenta del Govern, Francina Armengol, hoy presidenta del Congreso de los Diputados, que por cierto mantiene cerrado por exigencias de Moncloa. Un servilismo, obsceno, de la tercera autoridad del Estado. La asignación de fondos fue aprobada en el transcurso del año 2017, en pleno desarrollo del segundo pacte de Progrés de extrema izquierda.

Para que mis queridos progres puedan salir de dudas, ufano es el sinónimo de «presuntuoso, arrogante y engreído», pero también, «satisfecho, alegre y contento». Siempre según la RAE, máxima autoridad de la lengua española. 

La previsión era acabarla en el primer semestre de este año 2023, o sea que llevamos un retraso de cinco meses a fecha de hoy. No es menos cierto que el pasado mes de mayo se hizo la pertinente corrección: será inaugurada en el mes de diciembre, o sea en el plazo de los próximos 50 días. No será así. 

Tomando como probable la fecha de diciembre, la idea era seguir una pauta de pruebas, especialmente del Auditorio, hasta mediados del año 2024. Mi primer contacto con la Capsa de Música coincidió con el período de Pere Bonet como gerente de la OSIB y desde 2020 director artístico del Festival de Pollença. Me enseñó los planos y me enamoró el proyecto. A inicios de este año Pablo Mielgo, director titular de la OSIB, me mostró imágenes que simulaban el Auditorio (espectaculares) y otras dependencias. 

Mi sorpresa fue que durante el encuentro con el alto cargo del Govern pude saber que, nada más llegar el PP al Govern, habiendo ganado las Elecciones del 28M, se comprobó que la ejecución de las obras de la Capsa de Música se encontraba al 37%. Otro proyecto más del Pacte sin resolver. Cómo no.

Desde hace unos días, el nuevo gerente de la OSIB ya ocupa su despacho, de manera que se encuentra en pleno proceso de aterrizaje. Me refiero a M. A. Parera Salvà, de 39 años y violoncelista de carrera, contando además con un interesante currículo a sus espaldas, pese a su juventud.

Buena parte de su trayectoria la ha desarrollado en Austria, como intérprete en el Ensemble de Música Contemporánea de la Universidad de Graz y también en Wiener Jeunesse Orchester, período en el cual desarrollará un Master de Gestión Cultural en el Institut für Kulturkonzeple de Viena.

Durante cinco años ha sido el director de Lux Festspiele, dedicado a rememorar el repertorio del compositor alemán Friedrich Lux (1820-1895), y el año 2017 asumió ser el director técnico del Patronato Insular de Música de Tenerife.

Es importante subrayar que no se trata de un profesor de escuela municipal de música de la part forana, como uno de sus inmediatos predecesores el tal Marcelino Minaya. Tampoco regidor de cultura de Alcúdia, como el tal Pere Malondra. El primero, amigo personal de J. R. Bauzá, y el segundo, con el  carnet del PSIB-PSOE. No. Aquí estamos hablando del profesional que ha accedido al cargo mediante un concurso público. 

Debo reconocer que desconozco la capacidad del llucmajorer M. A. Parera Salvà, aunque no es menos cierto que sus credenciales pintan bastante bien. Así pues, bien puede afirmarse que hay gerente para la Capsa de Música.  

Lo que me preocupa es si prosperará la intención de trasladar al Auditorio de la Capsa de Música los conciertos de la OSIB (Mielgo es partidario de ello). Quiero decir, todos los conciertos. De hacerlo, sería una humillación para el gran emprendedor que fue Marcos Ferragut, gran melómano que no dudó en invertir su patrimonio personal para levantar el primer Auditórium de España en los años 60, con la firme voluntad de aportar al sinfonismo y a la ópera un espacio digno, cargado de ejemplar excelencia. 

Me resulta indiferente que sea una propiedad familiar, sencillamente por el hecho de estar hablando de una cuestión de honor fiada a un hombre que se merece reconocimiento y, por encima de todo, que se adelantó a su época levantando lo que no deja de ser el primer teatro de Mallorca, cuya fecunda historia nos engrandecerá siempre.

Además, el aforo del Auditorio de la Capsa de Música es de 500 butacas, ampliable a 700, frente a las 1.700 del Auditórium de Palma, cuyo escenario es incomparable: de los más grandes de España, sino el mayor. Si en Praga el Rudolfinum, un regalo a la ciudad en el siglo XIX, es sede de conciertos de la Filarmónica Checa, Palma bien merece que su Auditórium sea la sede de los conciertos de temporada de nuestra Simfònica. No debería ser negociable. 

Además, me parece un completo sinsentido levantar una pantalla gigante en los jardines de la Capsa de Música para igualar como sea las 1.700 butacas del Auditórium; herencia que merece el más profundo respeto y admiración independientemente de quién sea la propiedad.  Queda dicho. Amén.

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