EL CUADERNO DE PEDRO PAN

Escuchar a Mertens solo era una excusa

El compositor, pianista, musicólogo y contratenor belga vino a visitarnos en dos ocasiones, una con su ensemble y la otra en solitario

wim mertens
El compositor, pianista, musicólogo y contratenor belga Wim Mertens.

Me he levantado con ganas de escuchar Motives for writing, álbum de Wim Mertens editado por Les Disques du Crépuscule en 1989 y que en España apareció en el catálogo de Grabaciones Accidentales, uno de los sellos emblemáticos en la década de la movida donde fueron apareciendo discos de Esclarecidos, Derribos Arias, Os Resentidos, Seguridad Social y Los Coyotes, entre otros. Podría decirse que GASA contribuyó a señalar el camino de las discográficas independientes, frente a la abulia de los sellos de toda la vida, demasiado instalados en el negocio y apenas atentos a las novedades que se estaban produciendo dentro y fuera de casa.

Motives for writing es un buen ejemplo de ello. Mertens llevaba más de una década buscando su lugar en el grupo de cabeza del minimalismo que causaba furor en los 80 caracterizado por decantarse por la Avant-Garde. De hecho, en este álbum, por primera vez Mertens incorporaba una sección de metales (tuba, trompeta, trombón), además de coquetear con suites como ponen de manifiesto Paying for Love y Words on the Page. Aunque no se quedaban atrás las piezas cortas, en especial No testament, Watch! y The Whole, esta última, mi favorita, que tendrá continuidad dos décadas después con Song and Story y en una revisión donde prima ir rebajando sensiblemente el ritmo.

Aquí en los años 80 y parte de los 90 no éramos ajenos a esa fiebre, como lo demuestra que el compositor, pianista, musicólogo y contratenor belga vino a visitarnos en dos ocasiones (sala magna del Auditórium de Palma), una con su ensemble y la otra en solitario. En el primer caso acudí a la rueda de prensa y pregunté como suelo hacerlo, risas incluidas de mis colegas, ya se sabe: si no puedes superarlo, ríete. Lo cierto es que al acabar la rueda de prensa Mertens me pidió que después del concierto pasase por camerinos, para comentarle qué me había parecido, cosa que hice. También recuerdo la noche con Michael Nyman y su ensemble, noche igualmente memorable y también en la sala magna del Auditórium de Palma. Pasaron tantas cositas buenas en aquel período, que no queda otra: ponerse un punto nostálgico.

Puede que el subconsciente me insistiera en ello, cuando al levantarme me diera por un agradecido flash y ponerme a escuchar Motives for writing, de alguna manera en reconocimiento de ese papel trascendental que en el pasado jugó permanentemente la sala magna del Auditórium de Palma. Por eso, no es casual que muchos músicos se acerquen con respeto al escenario en cuestión y al último que se lo oí decir fue a Miguel Ríos el año 2022.

Pero no solamente la música. También el teatro. No en vano, en paralelo al Festival Internacional de Jazz de Palma tuvo lugar el Festival Internacional de Teatro, ambos organizados por el Ayuntamiento de Palma siendo alcalde Ramón Aguiló. Por el Auditórium de Palma desfilaron figuras principales de la escena internacional. Destacaré la noche de Darío Fó, que desde luego no fue la única. Desaparecidos ambos acontecimientos en 1992, gracias al alcalde del PP Joan Fageda, deberemos esperar al primer Govern presidido por Francesc Antich –otro socialista- (1999-2003), para asistir a una suerte de rescate del desaparecido Festival de Teatro convocándonos a una suerte de ciclo internacional, muy interesante por cierto, que apenas duró un par de años. La propuesta llegaba desde la Consejería de Turismo.

Dicho todo lo cual, sigo preguntándome por qué me he despertado con una inaplazable inclinación a escuchar a Wim Mertens. Tal vez será porque los días inmediatos me ha dado por darme un atracón de teatro, como suena, si tengo a la vista la cartelera del Auditórium: el 6 y 7 de abril La Celestina, con Anabel Alonso;  del 12 al 14 de abril, ¡Por fin solo!, con Carles Sans (en la sala Mozart); el 13 y 14 de abril La reina de la belleza, con María Galiana dirigida por Juan Echanove, y del 18 al 12 de abril La curva de la felicidad, contándose Gabino Diego entre los intérpretes.

Lo de Carles Sans en la sala Mozart no es casual. Una vez El Tricicle decidía parar indefinidamente, es lógico que Carles Sans optase por darse un personal respiro escénico, como lo hizo Albert Boadella el 2018, allí mismo, con El sermón del bufón. A todo ello voy a asistir, por respeto a un gran templo de la cultura como lo es el Auditórium de Palma, que dada su condición de propiedad privada apenas merece optar a subvenciones significativas. Si Baleares fuese un Lander alemán, como le gustaría al teutón que nos visita, el Auditórium por su condición de primer teatro de Mallorca recibiría millones de euros en subvenciones, a cambio de programar, por sistema, grandes momentos escénicos. No olvidemos que su escenario es uno de los más espaciosos de España y por supuesto el más grande en Baleares.

Por contra, el Auditórium de Palma se ha visto en la surrealista situación de tener que pagar –sistemáticamente- un IBI equivalente a gran superficie  en primera línea. ¡Carajo con la casta! Aunque parece ser que el alcalde del PP de Palma, Jaime Martínez, tiene el compromiso de cambiar la situación. Ya iba siendo hora. No olvidaré el impacto que me causó ver a la compañía de Lindsay Kemp acercarse a Palma, en los 80, para presentarnos FlowersA Midsummer Night’s Dream. Esta última la vi, acompañado de mi hijo mayor, Dylan, cuando tenía tres años: «Papá, por qué han roto el televisor», refiriéndose a la caída de la red que cubría todo el escenario, nada más dar inicio a la función. Total, que me toca atracón de teatro, hasta que llegue el momento de convertirnos definitivamente en Lander alemán, algo que sí prefiero antes de caer en las garras dels Països Catalans.

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