Ana Julia estuvo siempre al lado del padre de Gabriel para saber cómo iba la investigación y borrar pruebas

Ana Julia Quezada
Ana Julia Quezada junto al padre del niño Gabriel, Ángel, en una imagen publicada en las redes sociales.
Carlos Cuesta

Ana Julia Quezada se quedó junto al padre de Gabriel Cruz a lo largo de casi dos semanas de labor policial para acceder a datos de la investigación de la desaparición y asesinato del niño de 8 años. La Guardia Civil empezó a sospechar de ella a los pocos días e intentó que no pudiera conocer datos de los que los agentes trasladaban al padre. Pero ella permanecía sistemáticamente a su lado y, en especial, cuando se realizaban trámites o trabajo de campo para localizar pruebas.

La asesina de Gabriel se empeñaba en estar presente en cada actuación policial porque, de ese modo, ella accedía a información que le podía resultar útil de cara a destruir pruebas y despistar a los agentes con un solo fin: escapar sin pena tras asesinar a Gabriel.

La Guardia Civil sospechaba de este propósito y, por ello, empezó a limitar la información suministrada al padre. Porque lo contrario habría podido poner en peligro la investigación al haberle permitido a Ana Julia alterar pruebas.

Pese a las cautelas de la Benemérita, ella estaba muy atenta a captar cualquier dato. De hecho, la Guardia Civil sospecha que algunos de sus movimientos e indagaciones pudieron ser los que llevaron a la asesina confesa a mover el cuerpo del niño tras su muerte.

Así ocurrió, de hecho, en la finca de la familia de Ángel Cruz en Rodalquilar (Almería), donde Ana Julia cavó una fosa al lado de un pozo situado en el lateral de la casa y que utilizó para esconder el cadáver del niño desnudo durante un tiempo.

Ana Julia habría trasladado al pequeño allí, posiblemente ya semi-inconsciente, tras abordarlo en el camino que va de casa de la abuela a casa de sus primos y atizarle un golpe.

Un lugar para deshacerse de la ropa

Durante los 12 días que la asesina ha estado en libertad y presente de forma constante en la búsqueda, ella ha aprovechado la información que escuchaba, por ejemplo, para seleccionar el mejor sitio para deshacerse de la ropa, lanzándola a un contenedor alejado de su centro habitual de movimientos. La Guardia Civil, pese a ello, ha encontrado ya los pantalones y el jersey rojo que llevaba Gabriel Cruz antes de morir.

E incluso, usó esa información para mover a un segundo lugar, aún por identificar, al cuerpo en el tránsito de ese tiempo, como ya da por seguro la Guardia Civil.

De hecho, los agentes sospechan que fruto de los datos que recababa, ella elaboró su plan de coger una camiseta que llevaba puesta Gabriel el día de su asesinato, ensuciarla en barro y hacer ver que la encontraba en un punto cercano al lugar donde desapareció el pequeño. Todo ello con el propósito de intentar evitar que los investigadores se detuvieran mucho tiempo en la finca donde realmente estaba escondido el cuerpo del menor.

La actitud encaja con la frialdad de esta mujer descrita por sus vecinos de Burgos. Y es que en aquella ciudad, los vecinos aún se preguntan cómo es posible que en 1996 su hija menor fuese encontrada en el patio interior de la casa tras caer desde un séptimo piso y la investigación policial concluyese de forma acelerada que había sido un accidente sin ninguna duda.

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