Morante borda el toreo y se lleva una oreja mientras el palco le niega la puerta del Príncipe a Roca Rey

Sevilla toros
El torero Roca Rey, con la muleta a su segundo toro de la tarde.

La torería y el sabor añejo de cuanto hizo Morante de la Puebla en la corrida de hoy de la feria de Sevilla fue el perfecto contrapunto del despliegue de arrojo de Roca Rey, que no logró salir por la Puerta del Príncipe al serle denegada una mayoritaria petición de oreja tras su última faena.

Quien sabe si el presidente desoyó la voluntad popular para no cometer la injusticia de igualar en trofeos ese trasteo del peruano -un embarullado arrimón a la desesperada, con voltereta incluida, y una estocada volcándose en busca de la salida a hombros- con la antología de Morante con el rajado cuarto toro, llena de caros detalles y unos cuantos de los lances y muletazos de más calidad de esta feria de dispendios.

Porque desde el palco volvió a premiarse con la misma amplia generosidad de casi todo el abono, una primera faena de Roca al toro de mayor duración y entrega del desfondado encierro de Cuvillo, que prologó en los medios aguantando sin inmutarse una escalofriante colada en los estatuarios.

Hubo en ese trasteo mejores y más asentados muletazos por el pitón derecho que por el izquierdo, por donde el toro vendió más caras sus embestidas, durante una sucesión de altibajos que Roca remachó con unas quebradas y ajustadas bernadinas de adorno que acabaron de calentar los tendidos y proporcionarle, muy holgadamente, esas dos orejas que le dejaban entornada la Puerta del Príncipe.

Y quien sabe si la hubiera abierto, y si el presidente hubiera sido más complaciente, de no haber llegado entre la lidia de ambos toros de su lote el toreo de deleite de Morante de la Puebla, que se pudo así desquitar de un infructuoso intento con el endeble y parado toro que abrió festejo.

Este cuarto, hondo y de cuajado morrillo, tampoco sacó demasiada fuerza, pero se movió lo suficiente para que el artista sevillano le cuajara ya en el tercio de quites, tres redondeadas verónicas y media de auténtico ralentí, en las que debió confirmar la nobleza y las medidas energías del del Cuvillo como suficientes bazas para seguir apostando.

Porque, tras brindar al público con torero señorío, Morante dejó caer la montera a sus pies para abrir el trasteo con la muleta recogida en la izquierda, el famoso cite «del cartucho de pescado» de Pepe Luis Vázquez, y seguir directamente toreando al natural al mismo ritmo dormido con que el animal siguió los sutiles vuelos de su engaño.

Yéndose con el pecho en cada embestida, recreándose en cada trazo, el de la Puebla hizo vibrar de verdad a los tendidos lo mismo en esas dos tandas de muletazos que en el atípico resto de la faena, porque el de Cuvillo volvió grupas y se fue rajado hacia las tablas seguido por el torero, que no quiso llevarle la contraria.

Y fue pegado a la barrera, con reposo, dejando imágenes en sepia de su actitud y su estrategia lidiadora, cuando Morante se volvió a rebozar de toro y a demostrar su auténtico concepto gallista aprovechando lo poco que quedaba e incluso entrando a matar desde los terrenos de adentro a los de afuera, en un recurso muy antiguo que le sirvió para aprovechar la querencia del manso.

La recreada vuelta al ruedo que paseó fue igual de lenta que su toreo, ante unos tendidos entregados a su magia y que también quisieron alentar al paisano Juan Ortega, hoy espeso y poco resolutivo con los dos insulsos toros de su lote.

Ficha del festejo:

Seis toros de Núñez del Cuvillo, el segundo como sobrero de un titular devuelto por flojo. Corrida de muy desigual presentación, en cuanto a encornaduras, tipos, volúmenes y cuajo, pero pareja en su condición noble y muy escasa de raza, pues casi todos se desfondaron pronto y acabaron rajados.

Morante de la Puebla, de malva y oro: pinchazo, media estocada trasera y descabellos (silencio tras aviso); estocada trasera desprendida (oreja).

Juan Ortega, de verde botella y plata: estocada delantera (silencio); estocada caída (silencio).

Roca Rey, de añil y oro: estocada corta (dos orejas); estocada (dos vueltas al ruedo tras petición de oreja mayoritaria).

Entre las cuadrillas, destacó picando al segundo José Palomares; y en la brega y en banderillas Antonio Chacón, que saludó, al igual que Abraham Neiro en el quinto.

Duodécimo festejo de abono de la Feria de Abril, con cartel de «no ha billetes» (unos 11.000 espectadores), en tarde calurosa.

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