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Lo hacemos en España y es clave para acabar con la crisis económica, según China

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China.
Janire Manzanas
  • Janire Manzanas
  • Graduada en Marketing y experta en Marketing Digital. Redactora en OK Diario. Experta en curiosidades, mascotas, consumo y Lotería de Navidad.

China avanza con paso firme hacia convertirse en la mayor economía del mundo. Su crecimiento anual del PIB ronda el 5%, lo que, de mantenerse, podría situarla por delante de Estados Unidos en PIB en dólares. Para lograr ese hito, Pekín ha diseñado estrategias destinadas a reducir su dependencia exterior, potenciando un consumo interno que impulse su economía desde adentro y logrando una especie de «autarquía parcial». Sin embargo, los intentos por aumentar la demanda doméstica no están dando los resultados esperados. Los ciudadanos no gastan lo suficiente en servicios, un motor fundamental en las economías maduras, y esto está frenando el avance necesario.

Curiosamente, la alternativa para superar este escollo podría estar en mirar a cómo se comportan los españoles. En España, el consumo de servicios (desde una comida en un restaurante hasta una noche de hotel) representa más de la mitad del gasto total de los hogares y contribuye de forma sustancial al PIB. Esa dedicación a lo intangible, y a lo social como motor económico podría servir de inspiración para adoptar estrategias similares en China. El contraste entre ambos países revela una lección poderosa: no basta con consumir productos, también hay que invertir en experiencias.

China se inspira en España para acabar con la crisis

China tiene un historial impresionante en el consumo de bienes: electrodomésticos, ropa o tecnología, por ejemplo, ha sido una constante en su crecimiento. Sin embargo, su debilidad radica en el sector servicios. Según un informe de JP Morgan, mientras el consumo de bienes crece a un ritmo comparable al de las economías avanzadas, los servicios apenas cobran protagonismo en el gasto de las familias. Este desequilibrio se agrava cuando se considera que los servicios suelen contribuir más al PIB que los productos, debido a su valor añadido y la generación de empleo especializado.

De hecho, en España el consumo de los hogares representa alrededor del 56% del PIB y más de la mitad de ese gasto va destinado a servicios (incluyendo restauración, ocio, transporte o cuidado personal) según el Instituto Nacional de Estadística. En China, la proporción destinada a servicios apenas roza el 18%, lo que evidencia una brecha significativa. Esto no es un asunto menor: sectores como el turismo, la hostelería, o el deporte generan empleo, ingresos y dinamismo económico, formando una base sólida para una economía equilibrada.

Las causas detrás del bajo consumo de servicios en China son variadas. En primer lugar, existe un problema de registro estadístico: muchos pagos por servicios, como el alquiler, no se incluyen correctamente en las cuentas nacionales, lo que subestima el verdadero peso del sector. Además, el precio de ciertos servicios (sanidad, educación o cultura) es inferior a su coste real, lo que puede desincentivar su desarrollo. Por ejemplo, la sanidad apenas representa un 2% del PIB, una cifra muy baja comparada con el 7,6% en Estados Unidos.

Otro factor clave es el desarrollo insuficiente del sector servicios en sí mismo. Áreas como finanzas, turismo, entretenimiento o deporte aún tienen recorrido, y su expansión está limitada por regulaciones, falta de infraestructura o reticencias culturales. En España, en cambio, estos sectores han crecido con fuerza gracias a inversión, innovación y políticas favorables, logrando un ecosistema donde los servicios no sólo satisfacen necesidades personales, sino que también generan empleo de calidad.

Lecciones que Pekín debería rescatar

El caso de España demuestra que el consumo de servicios puede convertirse en la columna vertebral del bienestar económico. Cuando una economía se enriquece, el consumo de bienes tiende a estabilizarse, mientras que el de servicios crece, impulsado por mayor renta disponible, ocio y necesidades nuevas. En Estados Unidos y otras economías avanzadas, esta tendencia es clara: los hogares destinan más recursos a experiencias y cuidados que a objetos materiales.

Para replicar este modelo, China debería apostar por políticas que favorezcan una red de seguridad social robusta, incentivos fiscales al consumo de servicios, y una liberalización regulatoria que invite a la inversión en sectores subdesarrollados. Además, es esencial fomentar la confianza del consumidor: un mercado de servicios vibrante depende de que los ciudadanos sientan que ese dinero invertido les ofrecerá calidad y seguridad.

Impacto en empleo y crecimiento

Impulsar el consumo de servicios tiene efectos multiplicadores en la economía. Estos sectores suelen requerir capital humano cualificado, lo que significa que generan empleo con salarios más altos y condiciones mejores que muchos trabajos en manufactura. Además, como no dependen tanto de grandes inversiones en infraestructura, su expansión puede lograrse de forma ágil y con menor intervención pública directa.

China podría aprovechar este potencial para reducir la presión sobre su industria pesada, ganar protagonismo en servicios financieros, turismo y cultura, y ofrecer nuevas fuentes de ingreso y oportunidades a su población. En última instancia, se trataría de equilibrar su modelo económico para que no dependa solo de la inversión y las exportaciones, sino también de un mercado interno vibrante.

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