Sociedad

Drones: ¿juguetes o armas?

Tras unos años asentándose en el mercado, los drones se presentan como uno de los regalos estrella para estas navidades. No obstante, hay que tener en cuenta que, aunque pueda parecerlo, no son ningún juguete ni tampoco un videojuego, sino una aeronave que ha de ser manejada con precisión y sin causar molestias a los demás.

Para evitar situaciones  que puedan poner en riesgo la seguridad o la salud de terceros, la Agencia Estatal de Seguridad Aérea (AESA) establece una serie de medidas de seguridad que regula el uso de estos gadgets aéreos. Uno de los requisitos es que el aparato no vuele por encima de los 120 metros de altura y nunca en núcleos urbanos o zonas de vuelo, pues pueden ocasionar graves incidentes en aviones con pasajeros.

El uso de drones está prohibido en núcleos urbanos, aeropuertos y de noche

Para poder trabajar con un dron es necesario estar registrado en AESA, disponer de un seguro de responsabilidad civil específico para aeronaves y ser piloto de drones; es decir, tener conocimientos teóricos de aeronáutica y prácticos del dron que se va a pilotar. Los drones tampoco pueden ser utilizados de noche y, en caso de que causen algún daño, la responsabilidad es siempre de quien lo pilota.

Aunque nos hemos acostumbrado a llamar dron a cualquier aparato volador que podamos manejar, estrictamente sólo pueden considerarse drones aquellas aeronaves utilizadas con fines comerciales o profesionales. Si se realiza un uso exclusivamente recreativo, estamos hablando de aeromodelos y su uso lo regula la Real Federación Aeronáutica Española (RFAE).

La normativa española prohíbe el vuelo de drones a más de 120 metros de altura y su uso nocturno (Foto: GETTY).

Está claro que los drones han venido para quedarse, pero, ¿qué los diferencia de los vehículos radiocontrol de toda la vida, como los helicópteros teledirigidos? La principal característica es que no necesitan una entrada constante de datos por parte de quien lo maneja; es decir, pueden ser capaces de volar por si mismos.

La tecnología y, sobre todo, el precio de acceso (que ha descendido enormemente en los últimos años) hacen que todos podamos poseer un dron. Otra cosa es el uso que se le pueda dar. Ya se han probado drones en la búsqueda de personas tras una catástrofe, en logística y también para hacer reconocimientos en zonas de difícil acceso, pero siempre habrá quién busque el lado perverso y utilice este tipo de aparatos para otro tipo de actividades.

Uso militar vs. uso terrorista

Los vehículos no tripulados tienen su origen en la Primera Guerra Mundial, y los actores que más apostaron por ellos fueron Estados Unidos, Reino Unido y la extinta Unión Soviética. Con el paso del tiempo, su autonomía y sus aplicaciones prácticas han ido creciendo hasta convertirlos en la última revolución militar.

La ventaja de los drones es que la figura del piloto desaparece y con él todos los riesgos que asume. Casos como el del avión de combate ruso derribado este martes pueden ser evitados, pero la parte negativa es que los drones también han caído en manos de grupos armados.

En 2014, el Estado Islámico divulgó un vídeo en el que se observa cómo se llevó a cabo la planificación y el ataque a la Base Militar 93, en la provincia siria de Raqqa. Gracias al uso de un dron que permitió hacer un reconocimiento de la zona, la operación terminó con el cuartel del ejército gubernamental sirio en manos de los terroristas islamistas.