Vitamina D: disminuye hasta la mitad entre los 20 y los 80 años

La deficiencia de vitamina D puede llevar a una disminución de la densidad mineral ósea, lo que hace que los huesos sean más frágiles

¿Cómo mantener los niveles de vitamina D tras el verano?

vitamina D
En las personas mayores suele ser necesaria la suplementación de vitamina D.

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La capacidad de la piel para sintetizar vitamina D disminuye a medida que envejecemos debido a varios factores. Uno de los principales es la reducción en los niveles de 7-dehidrocolesterol, el precursor de la vitamina D3 en la piel, que se convierte en vitamina D3 cuando se expone a la radiación UVB del sol. Se ha demostrado que estos niveles podrían disminuir hasta un 50% desde los 20 años hasta los 80. Además, a mayor edad suele darse también una menor exposición solar y cambios en el estilo de vida.

Esa pérdida en la capacidad de síntesis genera una mayor probabilidad de déficit de vitamina D, especialmente en las personas mayores, «y este déficit podría llevar a múltiples problemas de salud. Aunque el más conocido es la osteoporosis, la hipovitaminosis D también se ha asociado con debilidad muscular, y podría influir negativamente en el sistema inmunológico, elevando el riesgo de infecciones y enfermedades autoinmunes», explica el Dr. Abel Cedeño Veloz, del Servicio de Geriatría del Hospital Universitario de Pamplona.

Aunque España es uno de los países con mayor cantidad de horas de sol al año, existen otros factores que, más allá de la edad, también pueden interferir en la síntesis cutánea de vitamina D. Entre estos, destacan el sedentarismo -del que se deriva una escasa exposición solar-, la limitada exposición al sol, y la propia ubicación geográfica del país. Pero, además, el uso de determinados fármacos, como los corticosteroides y anticonvulsivos, o algunas condiciones de salud, como la insuficiencia renal crónica y el síndrome de malabsorción, mucho más frecuentes en la tercera edad, pueden comprometer los niveles de vitamina D en las personas mayores.

La hormona D, más comúnmente llamado calcitriol, es esencial para la absorción de calcio y el mantenimiento de la salud ósea. La deficiencia de esta hormona puede llevar a una disminución de la densidad mineral ósea, lo que hace que los huesos sean más frágiles. Esto, a su vez, supone un incremento del riesgo de fracturas. «Además, la debilidad muscular asociada al déficit de vitamina D puede aumentar también la probabilidad de caídas que, en la tercera edad, pueden acarrear consecuencias especialmente graves», completa el Dr. Cedeño.

Tercera edad y vitamina D

El déficit de vitamina D ha evidenciado múltiples efectos extra esqueléticos en los adultos mayores, por lo que la suplementación podría ser relevante para prevenir o mejorar el pronóstico de algunas enfermedades. Sobre este perfil de población, el Dr. Cedeño insiste en que «a menudo, las personas mayores necesitan dosis más altas de suplementación con vitamina D, ya que tienen niveles basales más bajos debido a la disminución en su capacidad de síntesis cutánea y en la absorción intestinal de esta vitamina. En cuanto a la recomendación general sobre qué niveles se consideran óptimos, las sociedades científicas mantienen unos niveles de 25-hidroxivitamina D (25(OH)D) en sangre por encima de 20 o 30 ng/mL, «aunque algunos expertos sugieren ya que niveles entre 40 y 60 ng/mL pueden ser más beneficiosos para la salud ósea y general de este colectivo», subraya el experto.

A la hora de valorar la adherencia al tratamiento con vitamina D, el Dr. Cedeño resalta los diversos factores que pueden afectar el mantenimiento de la terapia a largo plazo en personas mayores: «factores como la polifarmacia (uso de múltiples medicamentos), la disminución de la memoria y la función cognitiva, y dificultades en la ingesta debido a problemas gastrointestinales o disfagia son claves».

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