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Una paciente con problemas de fertilidad relata su experiencia

«Todavía existe mucha falta de empatía y sensibilidad social hacia la persona infértil»

A partir de los 35 años la fertilidad se reduce hasta un 50% y la probabilidad de embarazo con óvulos propios cae en picado

"Sufrí un embarazo ectópico y aborto incluidos, y, como consecuencia de ello, pasé por una depresión muy severa", cuenta Desi

¿Sabías que 1 de cada 10 mujeres en España necesitará recurrir a la medicina reproductiva para ser madre? Así lo reflejan los datos facilitados por la Sociedad Española de Fertilidad (SEF). Se trata de una realidad que provoca gran desgaste físico y emocional para muchas mujeres que esperan ser mamás algún día.

Así es la historia de Desi, que consiguió ser mamá tras diez años de infertilidad: «Cuando nos dieron la noticia de que necesitaría acudir a la medicina reproductiva para ser madre, me sentí perdida. Recuerdo que nos dieron la noticia tras la prueba de histerosalpingografía. Habían pasado dos años de la primera consulta en mi médico de cabecera y dicha prueba me dijo que tenía las trompas obstruidas».

Y prosigue: «Los siguientes días lloré muchísimo. Yo tenía 26 años y sentí que me habían arrebatado parte de mi intimidad; lloré porque anhelaba ser una pareja normal, teniendo hijos de una forma normal, también porque quedaba en entredicho si alguna vez podríamos tener hijos. Viví un duelo».

La edad también es un factor clave para la infertilidad. Y es que, además de que la tasa de natalidad se ha reducido casi a la mitad en los últimos 40 años (en 1982 era del 13,7% y en 2020 del 7,19%), las mujeres cada vez retrasan más la gestación. El problema es que a partir de los 35 años la fertilidad femenina se reduce un 50% y la probabilidad de embarazo con óvulos propios cae en picado.

Reproducción asistida, un sueño

El doctor Fernando Sánchez, ginecólogo responsable del área de reproducción asistida de Ginemed y codirector del grupo, define este proceso de gestación como «la ayuda a mujeres que no tienen la posibilidad de quedarse embarazas de manera natural» debido a su infertilidad. Las técnicas más habituales, según el experto, son la FIV, la Inseminación Artificial (IA) y la Donación de Óvulos:

Dos historias contrapuestas con un mismo deseo

Gracias a la reproducción asistida, Desi consiguió ser mamá; en su caso concreto, a través de la Fecundación In Vitro (FIV). Sin embargo, fue un camino duro, recuerda: «Pasé por tres tratamientos de FIV en la Seguridad Social, con embarazo ectópico y aborto incluidos. Como consecuencia de ello, sufrí una depresión muy severa. Más perdida que nunca y con las esperanzas hechas trizas, convivimos con el duelo durante dos años antes de probar suerte en una clínica privada. Preguntamos en varias, incluida Ginemed, donde todo fue muy diferente».

Rhoda, por su parte, también consiguió ser mamá a través de la reproducción asistida: «Al ser dos mujeres, para mí este proceso es el milagro que nos ha posibilitado ser mamás». A pesar de su suerte, y viéndolo con perspectiva, el consejo de Rhoda es contundente: «Si una mujer tiene claro que desea ser madre en algún momento, mi consejo es que se realice las pruebas pertinentes cuanto antes para poder conocer el estado de su fertilidad».

En su caso, al no tener ningún problema de fertilidad, «el proceso fue muy sencillo», explica. Y añade agradecida: «Nosotras tuvimos la suerte de conseguir el embarazo a la primera; lo mismo pasó en el caso de nuestra segunda hija. Sin embargo, somos conscientes de que no siempre sucede así y nos sentimos afortunadas por ello».

En cambio, la historia de Desi es tremendamente distintas: «En esos momentos hubiese agradecido que alguien me hubiese dicho que no dudase en acudir a un psicólogo. Ahora en los medios se habla sin tapujos de enfermedades mentales, pero antes no era así».

Incluso en la actualidad, a pesar de los avances en ciertas materias, Desi asegura que «gran parte de la sociedad no sabe que la infertilidad está reconocida como enfermedad por la Organización Mundial de la Salud (OMS), lo que refleja que existe una gran falta de empatía y sensibilidad hacia la persona infértil».

Y sentencia: «Tal vez por los valores que nos atraviesan como sociedad, no pude dejar de sentir ese estigma social. Ingresas en un club de bichos raros cuyos sentimientos están invalidados. Quiero insistir en esto: todavía somos invisibles, de aquí estriba la importancia de alzar la voz».