Ver más rápido, aprender menos: el impacto del speed-watching en la atención y la memoria
Reproducir un mensaje de audio o vídeo a mayor velocidad de la normal pone de manifiesto los límites de nuestro cerebro frente a un consumo de información cada vez más rápido y exigente.
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El speed-watching -fenómeno por el cual un mensaje de audio o vídeo se reproduce a mayor velocidad de la normal con el fin de consumirlo más rápidamente- es una tendencia cada vez más extendida, especialmente entre los jóvenes, y surge en una sociedad dominada por la inmediatez y la necesidad constante de optimizar el tiempo (Murphy, Hoover & Castel, 2023).
En un contexto en el que la prisa y la sobrecarga informativa marcan el ritmo diario, el speed-watching aparece como una respuesta adaptativa a la falta de tiempo. No obstante, esta práctica también se relaciona con fenómenos psicológicos como el Fear of Missing Out (FOMO), la necesidad de estar constantemente actualizados y el miedo a “perder el tiempo” (Huang, Du & Yang, 2025). “Sin embargo, aunque pueda parecer eficiente, este hábito tiene implicaciones profundas para el procesamiento cognitivo, la atención y el aprendizaje”, afirma la Dra. Lucía Vidorreta Ballesteros, especialista en neurología y Coordinadora de la Unidad de Migrañas del Hospital Quirónsalud San José.
Impacto cognitivo y atencional
Diversos estudios han demostrado que aumentar la velocidad de reproducción afecta a la atención sostenida y a la capacidad de procesamiento de la información. Por ejemplo, Murphy et al. (2023) encontraron que, aunque los adultos jóvenes pueden mantener un nivel aceptable de comprensión al ver vídeos a 1.5× velocidad, el rendimiento disminuye significativamente a velocidades superiores (2× o más). En adultos mayores, las consecuencias son aún más marcadas, con déficits claros en memoria y comprensión.
La atención sostenida, entendida como la capacidad de mantener la concentración en un mismo estímulo durante un periodo prolongado, requiere un ritmo de exposición estable y pausado (Mo et al., 2022). Cuando el cerebro se acostumbra a recibir información de forma acelerada, se incrementa la demanda de novedad y se reduce la capacidad de mantener la atención por periodos prolongados (Huang et al., 2025). Esta alteración no solo dificulta la concentración, sino que también puede fomentar una forma de procesamiento superficial, en la que se prioriza la rapidez por encima de la profundidad.
Efectos sobre el aprendizaje
En el ámbito educativo, el speed-watching se ha convertido en una herramienta frecuente entre estudiantes que intentan optimizar su tiempo de estudio. Sin embargo, la evidencia científica muestra resultados controvertidos. En un estudio con estudiantes universitarios, Mo et al. (2022) observaron que las velocidades moderadas (1.25× o 1.5×) no afectaban significativamente la comprensión ni el recuerdo, pero velocidades superiores reducían la retención de la información y aumentaban la carga cognitiva percibida.
Un reciente metaanálisis llevado a cabo por Huang, Du y Yang (2025) confirmó que la aceleración excesiva de vídeos incrementa la carga cognitiva y disminuye los resultados en pruebas de memoria inmediata y de transferencia. Es decir, aunque puede mantenerse una sensación subjetiva de aprendizaje rápido, la codificación profunda de la información se ve comprometida.
En línea con estos resultados, Murphy et al. (2021) hallaron que reproducir vídeos a doble velocidad reduce la comprensión inmediata y, especialmente, la comprensión diferida (tras varios días), lo que indica un procesamiento más superficial y menos duradero. Este patrón coincide con los hallazgos de Hill, Goicochea y Merlo (2023), quienes observaron que velocidades de 1.5× a 2× no mejoraban el aprendizaje ni la retención a largo plazo, sino que favorecían una ilusión de eficiencia cognitiva.
Consecuencias emocionales y de comportamiento
Más allá del aprendizaje, el speed-watching puede afectar el bienestar emocional. La exposición constante a ritmos acelerados reduce la tolerancia a la espera y la capacidad de disfrutar de procesos más lentos o pausados, generando frustración y ansiedad (Huang et al., 2025). Según Mo et al. (2022), este patrón de consumo rápido fomenta un comportamiento de búsqueda compulsiva de información y disminuye la satisfacción percibida, incluso cuando el individuo logra consumir más contenido.
El cerebro humano necesita pausas, repeticiones y tiempo de consolidación para asimilar información de forma eficaz. Al eliminar estos tiempos naturales mediante la aceleración de contenidos, se obstaculizan los procesos de consolidación de la memoria y de aprendizaje significativo (Murphy et al., 2023).
Conclusión
“Aunque reproducir vídeos a una velocidad ligeramente superior (por ejemplo, 1.25× o 1.5×) puede ser útil en determinadas circunstancias, su uso constante y excesivo puede alterar negativamente funciones cognitivas esenciales como la atención sostenida, la concentración y la consolidación de la memoria”, concluye la Dra. Vidorreta.
El speed-watching refleja una tendencia cultural hacia la inmediatez, pero también pone de manifiesto los límites de nuestro cerebro frente a un consumo de información cada vez más rápido y exigente. Por lo tanto, más que acelerar el contenido, parece necesario desacelerar nuestra forma de procesarlo para recuperar la atención profunda, la paciencia y el aprendizaje significativo (Murphy et al., 2021; Mo et al., 2022; Huang et al., 2025).
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