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Nuevas estrategias terapéuticas para el Parkinson

El Parkinson es la segunda enfermedad neurodegenerativa más frecuente por detrás del Alzheimer. Se caracteriza, principalmente, por la pérdida de las neuronas cerebrales productoras de la dopamina, un neurotransmisor que controla la función motora del organismo. A medida que la enfermedad avanza, la cantidad de dopamina que produce el cerebro disminuye y afecta al movimiento y la coordinación de la persona que la padece.

Hoy en día, no se conocen con exactitud las causas por las cuales las células nerviosas que fabrican dopamina se deterioran y mueren. Además, existen pocos métodos diagnósticos para detectar con antelación suficiente la enfermedad. La enfermedad de Parkinson no tiene cura, pero muchos de los síntomas se pueden tratar para mejorar la calidad de vida del paciente. Por estas razones, el Parkinson, como otros movimientos anormales, son un gran reto para la medicina moderna.

El Día Mundial del Parkinson tiene que servir para concienciar a la población sobre los problemas que supone esta enfermedad para quienes la sufren, pero, además, han de ser motivo de celebración los avances que estamos llevando a cabo tanto terapéuticos, en la mejora de las medicaciones o el tratamiento con bombas de perfusión, como los quirúrgicos con la mejora en la exactitud y seguridad de las intervenciones.

En los últimos 10 años hemos adelantado mucho en la disminución de los efectos colaterales de la medicación. Los tratamientos quirúrgicos como los que actualmente estamos realizando en Instituto Clavel, dentro del proyecto Brain, han avanzado mucho y estamos realizando cirugías ambulatorias con ultrasonidos para los movimientos anormales, como el temblor y  realizando cirugías muy precisas gracias a los softwares de última generación y al escáner intraoperatorio para implantación exacta y segura de estimuladores intracerebrales para el Parkinson.

Otro motivo de celebración son los trabajos que estamos llevando a cabo para la creación de nuevas moléculas dirigidas a detener la degeneración en los pacientes con Parkinson. Estas van dirigidas contra la proteína alfa sinucleína, que tiene un papel crucial en el desarrollo de la enfermedad. El objetivo final de estos trabajos es ralentizar y llegar a frenar la progresión de la neurodegeneración asociada al Parkinson. Esto no supone la cura de la  enfermedad, pero sin duda alguna se traduce en un mejor pronostico y mejor calidad de vida para el paciente. Además, como hemos explicado, no existen unas pruebas específicas para diagnosticar el Parkinson, así que también estamos desarrollando biomarcadores tanto en el líquido encefalorraquídeo como a nivel de imágenes de medicina nuclear, para poder diagnosticarlo de manera temprana. Esto nos permitirá encontrar el mejor tratamiento para cada paciente y utilizar los fármacos adecuados para detener la neurodegeneración.

En tercer lugar, estamos trabajando para identificar los diferentes subtipos fenotípicos y genotípicos del Parkinson desde etapas muy tempranas, desde el juvenil hasta el Parkinson, que se acompaña con trastornos cognitivos y conductuales. Estos últimos son los que hoy en día dificultan más la vida el  enfermo.

El tratamiento tanto del Parkinson como de otras enfermedades complejas  del cerebro está avanzado mucho. Los que nos dedicamos a tratar esta  enfermedad estamos trabajando para mejorar estos avances. Conseguir hacer un diagnóstico precoz que nos permita poner el tratamiento adecuado a cada enfermo, así como avanzar en la cirugía poco invasiva para aquellos que no responden a los fármacos son retos que tenemos planteados para estos próximos años.

Dr. Gabriel Salazar
Neurólogo consultor del Instituto Clavel