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Mindfulness eating: cómo comer de forma saludable y consciente

Esta práctica busca fomentar una relación más saludable con los alimentos, evitando así comer en exceso o de manera impulsiva

El mindfulness eating o alimentación consciente es una práctica que promueve prestar total atención a la experiencia de comer, desde los sabores, olores y texturas, hasta las sensaciones de hambre y saciedad del cuerpo. Se trata de una tendencia que ha cobrado fuerza en los últimos años debido a su capacidad para fomentar una relación más saludable con los alimentos, evitando así comer en exceso o de manera impulsiva.

«El mindfulness eating se enfoca en reducir las distracciones y comer con plena conciencia, para favorecer una mejor digestión, una mayor satisfacción y el reconocimiento temprano de la saciedad. Al centrarse en el momento presente, las personas logran identificar mejor cuándo han satisfecho su apetito real y disfrutan más de la comida, lo que a su vez mejora su bienestar general», explica el Dr. Christian Alvarado, especialista en endocrinología y nutrición y director de la Unidad de Obesidad de los hospitales universitarios Sanitas La Zarzuela y Virgen del Mar.

Cabe señalar que este término se ha asociado con beneficios que van más allá de la alimentación. «El mindfulness eating contribuye a disminuir el estrés y la ansiedad relacionados con la comida. Esta práctica es especialmente útil para quienes tienden a comer por emociones, como el nerviosismo o el aburrimiento, en lugar de por hambre. Asimismo, es una herramienta eficaz para mejorar trastornos alimentarios leves y gestionar el tema del peso de manera natural», añade Natalia Galán de Blua de Sanitas.

Sin embargo, a pesar de que ponerlo en práctica parece sencillo, requiere atención y disciplina. Por ello, los expertos de Sanitas ofrecen algunas pautas para poder llevarlo a cabo:

Planificar las comidas con antelación: al organizar la compra con tiempo, se facilita la elección de ingredientes frescos y equilibrados, lo que asegura una dieta variada y nutritiva. También se reduce la probabilidad de optar por alimentos poco saludables en situaciones de urgencia, así como el desperdicio de alimentos.

Masticar bien los alimentos: alimentarse de manera pausada posibilita disfrutar más de los sabores y texturas. Además, mejora la digestión, pues los alimentos llegan mejor procesados al estómago, y permite que el cerebro reciba las señas de saciedad, huyendo así del consumo excesivo de calorías.

Evitar distracciones durante las comidas: la televisión o el móvil suelen llevar a consumir más alimentos de los necesarios, ya que no se presta atención a las señales de saciedad. Al enfocarse en el almuerzo, el proceso es más complaciente y se es más consciente de lo que se ingiere.

Reducir el consumo de productos procesados: las versiones integrales, como el arroz integral o la avena, son más saludables porque conservan más nutrientes que sus versiones refinadas. Además, son ricos en fibra, permitiendo estabilizar los niveles de azúcar en sangre, aumentando la saciedad y regulando nuestro hábito intestinal. Los productos ultraprocesados, además de ser menos saludables suelen aumentar nuestra apetencia por sabores dulces, aumentar nuestro apetito y por ende repercutir negativamente en nuestra salud.

Controlar las porciones: es importante equilibrar las cantidades en cada comida sin excluir ningún grupo, ya que todos aportan nutrientes esenciales. En este sentido, es muy útil seguir el método del plato: 50% verduras, 25% proteínas y 25% carbohidratos. Así, se asegura una ingesta completa sin caer en deficiencias.

«El objetivo debe ser disfrutar de las comidas en un entorno relajado y crear una relación saludable con los alimentos. Sin embargo, si trastornos como el estrés o la ansiedad persisten, dificultando la alimentación o generando malestar digestivo recurrente, es importante buscar atención especializada, ya sea de manera presencial o a través de videoconsulta», concluye Natalia Galán.