Opinión

La izquierda explota el miedo

Las  elecciones legislativas en la que fue cuarta potencia del mundo tras las II Guerra Mundial en tiempos del general Charles de Gaulle tienen una lectura política más que evidente en la España de Sánchez. Miedo, miedo, miedo.

El éxito de la ultraizquierda (muy especialmente del líder de la Francia insumisa, un conspicuo y orgulloso trotskista), apoyado sin duda por el liberal Macron, que se mire por donde se quiera él mismo se ha metido en el callejón del gato, tiene mucho que ver con el miedo. Mucho miedo. En este ruedo la izquierda siempre tendrá las de ganar y de hecho lo tiene. En Francia y en España, como se vio con nítida claridad en las elecciones generales de hace ahora justamente un año.

La derecha liberal, el sector más libre e ilustrado en tantas cosas menos en una, no termina de enterarse.  Y no se entera porque no quiere. En las sociedades líquidas como las europeas lo que cuenta es eso tan manido denominado «relato», no la realidad en sí sino lo que se cuenta de la realidad. Es justamente lo que pasó en España hace un año y lo que acaba de suceder en Francia hace una semana.

El relato a la hora de insuflar el miedo en las sociedades tiene un efecto devastador. Y por lo general triunfante. De ahí que las formaciones y las sociedades que aspiren a continuar siendo libres no pueden obviar o despreciar eso tan etéreo pero formal como el «relato». Aquí los medios de comunicación juegan un rol esencial. Habrá que convenir que en nuestro país la izquierda gana por goleada. Desde el momento mismo de iniciarse la Transición.

A ello coadyuva singularmente que la derecha liberal y democrática no haya sido capaz de romper esa corrupción del lenguaje que empieza por la palabreja «progresismo» cuando en realidad es caverna. Gana tanto la izquierda que, incluso teniendo serios problemas con las libertades individuales y de conjunto, casi medio siglo después de contar con una nación democrática (o lo que queda de ella) son capaces de convencer a millones de personas, teóricamente informadas, de que a la derecha de la izquierda y la ultraizquierda sólo existe caspa y antigualla.