La verdadera alarma es el Gobierno de Sánchez

La verdadera alarma es el Gobierno de Sánchez

Sánchez no deja de atacar a Madrid de manera constante. Después de desistir de sus obligaciones y de negarse a realizar controles efectivos en Barajas, Atocha y Chamartín que permitiesen reducir los casos importados de coronavirus e impedir, así, su propagación por Madrid y por el resto de España (al ser la capital un nudo importantísimo de conexiones), hace unas semanas decidió perseguir a la región capitalina con el objetivo de expulsar del Gobierno a Isabel Díaz Ayuso y al PP.

Tras arruinar a toda España, y especialmente a Madrid, con las prohibiciones decretadas en marzo, Sánchez ha creado un clima de inseguridad jurídica que hace imposible atraer inversiones y generar certidumbre entre ciudadanos y empresas, cuyo último ejemplo es la resolución no ratificada por el TSJM. El Gobierno de la nación ha sembrado el pánico, tras ser ellos los únicos responsables del desastre que vivimos, tanto sanitario como económico, al menos en su agravamiento, y limita cada día las posibilidades de salir adelante de familias y empresas.

Hablan de reducción de aforos, horas de cierre y distancia entre mesas como de meros datos, cuando tras cada una de esas decisiones se encuentra la pérdida de miles de puestos de trabajo de personas que miran con desesperación al futuro y que empiezan a sufrir las consecuencias de estas penurias en el presente. En lugar de proteger con medidas efectivas, prohíben, que es más fácil, pero completamente dañino y autoritario.

A Sánchez le da igual, porque su objetivo es rendir Madrid para hacerse con ella como sea. Como la izquierda lleva veinticinco años sin gobernar en la región y, salvo los años de Carmena, tampoco gobierna en el Ayuntamiento de Madrid, Sánchez ha decidido conseguirla de cualquier modo.

De esa manera, si hay que aumentar las restricciones, las aumentará, no por criterios sanitarios, pues ya sabemos que si el comité de expertos existe, que tampoco estamos seguros de ello, no se basa en sus recomendaciones, sino en los impulsos que le transmite el gabinete de mercadotecnia que tiene en La Moncloa. Si la economía de Madrid queda arrasada, que así sea si con ello puede conseguir la región madrileña, parece querer decir Sánchez con sus actos.

Sánchez está matando todo el tejido productivo del motor económico de España, de quien crea una de cada cuatro empresas, de quien tiene casi uno de cada cinco empleos, el 85% de la inversión extranjera y de quien aporta más de 4.000 millones de euros para que otras regiones menos prósperas puedan pagar su sanidad y su educación.

En su delirio, Sánchez quiere, metafóricamente, quemar Madrid como hizo Nerón con Roma (en este caso, literal), para luego echarle la culpa de ello a los cristianos, en este caso, al PP, y aparecer él mismo como salvador, que es lo que está tratando de hacer ahora.

Cuando la justicia le ha dicho que no puede utilizar las leyes a su antojo, sino que hay que respetar la prelación que se establece entre ellas, y que la suspensión o limitación de derechos fundamentales debe ser llevado a cabo mediante otra fórmula jurídica, Sánchez se enfada y amenaza con la implantación del estado de alarma, amenaza que ejecuta. Dejando al margen lo equivocado de aplicar dicha fórmula y restringir las libertades, el problema más grave está en las maneras, en las formas autoritarias con las que se conduce este Gobierno, que no habla, no acuerda, no pacta, sino que simplemente impone amparado en el instrumento que le da la Constitución a un Gobierno para utilizarlo para el bien, no para gobernar de una forma que se va a aproximando mucho a una dictadura, de momento, en las formas que de vez en cuando, más frecuentemente en cada ocasión, emplea.

Todo, como digo, parece un plan bien urdido para tratar de despojar de la Presidencia de la Comunidad de Madrid al PP y a Isabel Díaz Ayuso. Si eso sucede, si la Comunidad de Madrid acaba en manos de la izquierda por alguna operación de cambio de cromos, entonces el declive económico y laboral de Madrid puede estar asegurado, ya que sólo hace falta ver el desastre en el que nos ha metido Sánchez, con la economía cayendo más de un 20% interanual, con casi un millón de empleos menos -más los que se pueden añadir si los ERTE terminan en ERE y si cierran empresas que reabrieron- y con el triste regreso a España de las colas del hambre. A Sánchez no le importa Madrid para mejorar la gestión, pues visto cómo lo ha hecho el Gobierno de la nación, la izquierda la empeoraría; quieren Madrid para poder imponer el intervencionismo y una política económica fracasada. Es la hipocresía de la izquierda que exhibe en su asedio a Madrid. La verdadera alarma es el Gobierno de Sánchez.

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