La burguesía catalana ha criado a una generación de niñatos anticapitalistas
Organizaciones catalanas directamente vinculadas con la CUP, como Endavant, a la que pertenece Anna Gabriel, o los cachorros de Arran, han protagonizado varias acciones violentas en las últimas semanas. Las que más repercusión han tenido han sido sus ataques contra el turismo en Baleares, Cataluña o Valencia. Pero también han perpetrado atentados contra entidades financieras, contra las sedes de partidos políticos no nacionalistas y hasta contra la misma Guardia Civil. La base de toda esta violencia está en la propia ideología de todos estos grupos; tanto la CUP como sus organizaciones fundadoras, Endavant y Poble Lliure, o su sección juvenil Arran, se autodefinen como revolucionarios marxistas-leninistas, además de pancatalanistas. Son antisistema y anticapitalistas y pretenden la instauración de una República Popular Pancatalana en la que nacionalizarán las entidades financieras, no pagarán su Deuda Pública y redistribuirán la renta arruinando a todo el mundo, como buenos comunistas.
Se les ha podido ver de la mano de etarras batasunos y afirman que la ‘kale borroka’ vasca «es un movimiento inspirador», por lo que no descartan un mayor uso de la violencia «según requiera cada contexto». Se circunscriben en un entorno en el que la alcaldesa de Barcelona es una okupa sin oficio ni beneficio, hasta que cogió la vara de mando que le regaló Miquel Iceta, el bailón. En unas elecciones municipales, las barcelonesas, en las que el 43,6 % de los votos fue a caer repartido en todo un aquelarre de coaliciones de extrema izquierda, anarquistas y antisistema. La moderna y cultural Barcelona se ha convertido en una sede antisistema porque la burguesía catalana ha criado a una generación de niñatos anticapitalistas, como Pablo Hasél.
Y cada vez van a más, porque se les está consintiendo todo. Sus acciones violentas quedan impunes y los aprendices de etarras se están envalentonando, presumiendo en las redes sociales de la autoría de sus atentados. Se les aplica la misma política de apaciguamiento con la que ha sido tratado todo el movimiento sedicioso y golpista catalán, que ha provocado que cada vez la situación sea más insostenible y ha animado a estas malas bestias a colocarse a un paso de cometer algún atentado sangriento.
Se pretende amansar a la fiera creyendo que todavía es una cría, se le mima, se le alimenta y se le consiente todo, mientras la bestia crece y se convierte en un depredador dañino que pretende devorarnos. Tanto la CUP como sus cachorros tienen entre sus objetivos declarados destruir nuestro sistema democrático, por lo que debemos hacer caer sobre ellos todo el peso de la ley. Tenemos un Código Penal y una Ley de Partidos Políticos que hizo músculo, con sangre, sudor, lágrimas y mucho esfuerzo, en la lucha contra el terrorismo etarra. Debemos usar ahora esas mismas herramientas legales para cortar de raíz este nuevo movimiento violento catalán, sería una irresponsabilidad de impredecibles consecuencias si no lo hiciéramos y dejáramos que los cachorros se conviertan en alimañas.