Una tormenta económica perfecta
Los organismos económicos también prevén que el PIB suba en 2022 menos del 7% ‘fake’ de Sánchez
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El horizonte económico se está volviendo cada vez más sombrío. El crecimiento del PIB se ralentiza y presenta signos de estancamiento. Se apaga el consumo de los hogares, mientras la industria no remonta y el sector servicios languidece. Los resultados, tanto en tasa intertrimestral como interanual, muestran, claramente, que la actividad económica ha perdido empuje. Tras la revisión a la baja de los datos del I y II trimestre, con especial fuerza en los del segundo, el tercer trimestre no ha crecido como cabía esperar, al tratarse del período del año en el que el sector turístico más aporta. Pues bien, pese a la campaña de vacunación y al levantamiento de bastantes restricciones, no ha sido así. Es cierto que hasta que no se levanten todas, la economía no remontará del todo, pero el crecimiento debería haber sido más fuerte.
Paralelamente, el coste energético no cesa en su escalada y, día tras día, se encarece la factura de la energía. El gas, que es muy responsable de dicho ascenso, tiene su precio disparado. Con el cierre del gaseoducto que atraviesa Marruecos desde Argelia, el suministro a España puede reducirse y presionar, así, todavía más, sobre los precios. Ese aumento de precios es avivado por el aumento de costes de transporte y la escasez de algunos componentes, por el lado de la oferta.
Dicho coste se está repercutiendo ya con fuerza a lo largo de toda la cadena productiva, de manera que los precios de todos los productos están subiendo, tanto por traslado de costes como por disminución de la producción, según sea la demanda a la que se enfrenten las distintas ramas de actividad. No hay nada más que pasearse por un supermercado para comprobarlo: las subidas de muchos productos en un período de entre cuatro y seis semanas ha sido muy importante y ya afecta directamente al poder adquisitivo de la población.
Aunque los bancos centrales todavía mantienen que parece que esta subida de la inflación será un fenómeno pasajero, cada vez más voces de dichas instituciones comienzan a indicar que podría no ser así y que podría darse un giro en la política monetaria. Aquí, nos encontramos con dos problemas: el primero, que, siendo necesaria, no puede ser excesivamente rápida, porque podría colapsar la economía, con lo que la corrección de la inflación podría no resolverse de inmediato (es el problema que tiene el llevar tanto tiempo con una política monetaria tan tremendamente laxa); la segunda, que con la subida de tipos se empobrecerán las familias endeudadas a tipo variable, de manera que les restará recursos para el consumo y el ahorro. Toda la financiación se encarecería, afectando, por tanto, a proyectos empresariales y, en definitiva, a la actividad económica y el empleo. También, en el medio y largo plazo se encarecerá el coste de la deuda de las AAPP, aunque en el corto plazo, por la vida media de su cartera no les impacte.
Por otra parte, si el cuadro macroeconómico del Gobierno era excesivamente optimista, ahora se antoja imposible de cumplir, pese a lo cual el Ejecutivo no da su brazo a torcer y no lo modifica. El PIB tendría que crecer alrededor del 10% interanual en el IVTR de este año para que se cumpliesen las previsiones del Gobierno, lo cual parece poco probable, siempre que no se toque la serie. El crecimiento será menor, el empleo generado, también, y el déficit y la deuda, mayores, aunque confían en que sus cocientes sobre el PIB y la recaudación se puedan salvar gracias al empuje de la inflación sobre el PIB nominal. Todo se da, además, sin haber regresado a la normalidad que necesita la economía para crecer fuertemente.
Por todo ello, el escenario económico es sombrío, muy sombrío. El Gobierno espera que los fondos europeos puedan paliar la situación, pero tampoco parece que haya un gran plan en este aspecto, con dificultades para poder ejecutarlos. Además, el Ejecutivo aplica una política económica que no es la que necesita la economía, con peleas, además, entre sus miembros, que crea inestabilidad, desconfianza e incertidumbre. Ojalá se superen estas dificultades, pero se está generando una tormenta perfecta económica que, como estalle, puede tener unas dimensiones muy importantes.
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