Tamara Falcó y el perdón de los pecados

Tamara Falcó y el perdón de los pecados
  • Carla de la Lá
  • Escritora, periodista y profesora de la Universidad San Pablo CEU. Directora de la agencia Globe Comunicación en Madrid. Escribo sobre política y estilo de vida.

Vale la pena meditar, una y otra vez, acerca del verdadero significado del perdonar, así como del “amar al prójimo como a uno mismo”, para los creyentes, más allá de los mecanismos de actuación y reacción normales y naturales. Al fin y al cabo, los cristianos no deseamos comportarnos, vivir, ni reaccionar con arreglo a lo “corriente”, sino que nos mueve la búsqueda y la fe en algo “más”, en lo que no se ve, a pesar de todo lo que hemos visto.

“Señor, ¿cuántas veces perdonaré a un hermano que peque contra mí? ¿Hasta siete?”. (Mateo 18:21).

Lo divertido es que Pedro fue exagerado a propósito con su pregunta… ¡Perdonar siete veces! ¡Qué barbaridad! ¡A la misma persona! A riesgo de que la situación anómala continúe… ¿No estaríamos fomentando el mal proceder? ¡Qué irresponsabilidad!

Y entonces, imaginen su cara y la del resto de los discípulos cuando Jesús le responde: “No te digo hasta siete, sino aun hasta setenta veces siete”. (Mateo 18:22).

¿Cómo? Pero ¿Qué diablos significa esto? ¿Cuatrocientas noventa veces?
No se alarmen… La perspectiva divina es muy diferente a la de nosotros, simples mortales; porque el perdón, como casi todo lo elevado, no es espontáneo ni es lógico, ni puede que humano. Cuando otra persona nos daña o nos agrede, lo natural es defendernos con fuerza o desearlo, si no podemos desquitarnos. Sin embargo, perdonar hasta “setenta veces siete” significa que no existen límites para la indulgencia.

Con esto, Jesús no quiere decir que todo vale y que debemos convertirnos a ser el sparring de algún trastornado. Lo que quiere es que meditemos en torno al alcance del verdadero amor (y en lo patanes, mezquinos, cobardes o destructivos que somos todos sin excepción. Los que se sienten más virtuosos son los peores) y en cómo Dios actúa ante nuestras traiciones y no se desanima, ni se cansa, ni desiste de nosotros.

Jesús nos invita a actuar de la misma forma. Pero ¡volvamos a la Tierra!
La cosa es que hay muchas razones, nos sólo la misericordia, por las que perdonar (o no) la infidelidad. Por ejemplo, el dinero, el patrimonio, muchos conciben la familia como una empresa y lo que se haga de cintura para abajo no modifica en nada el valor de sus acciones; los hay que transigen por miedo a la soledad, personalidades dependientes; por miedo al qué dirán, los que se validan conforme a la opinión que los demás tienen de ellos… Por los hijos, por el gato, por el sexo, y por liberalidad ¡pelillos a la mar! E incluso por todos esos motivos a la vez.

No sabemos si Tamara Falcó perdonará al hombre que ama y con el que ha convivido al menos el último año. Por si le sirve de inspiración, Isabel II de Inglaterra perdonó tropecientas veces, como otros royals que optaron por soportar con estoicismo las infidelidades de sus parejas antes que generar una crisis nacional. Felipe de Edimburgo aseguraba que el éxito de su férreo matrimonio no se debía a otra cosa que al hecho de hacer reír a su esposa.
Por cierto, nadie está libre de especulaciones (¿o son filtraciones?); ya han visto la luz algunas fotografías que cuestionan la honorabilidad del príncipe Guillermo, acompañado de una joven durante una fiesta. No obstante, la serenísima Catalina Middleton (con un sentido del Estado y del espectáculo imperturbables) ha hecho caso omiso de las supuestas pruebas: «They bark, then we ride».

No olvidemos al pícaro Daniel Ducruet, marido de la singular Estefanía de Mónaco. En 1996 la revista Interviú publicó una de las portadas más sórdidas imaginables, donde el ex guardaespaldas de la princesa mantenía sexo explícito con una stripper dentro y fuera de la piscina. La afligida se divorció en un nanosegundo del metaverso, como diría Tammy.
La política internacional está repleta de casos estrepitosos; Bill Clinton, ex presidente de Estados Unidos, cayó en varias ocasiones. La más sonada, con la becaria aventajada Mónica Lewinsky, que Hillary perdonó con gran temple, dado que su objetivo siempre fue mantener su familia (y posición) unida.

«Lo más duro es ver en la cara del otro el dolor que has causado», confesó Jay-Z en The New York Times tras una aventura extraconyugal. Beyoncé le perdonó ¿o tal vez el rapero duerme desde entonces en el sofá?

La infidelidad de Jada Pinkett a su marido Will Smith con el cantante August Alsina ha sonado en los medios últimamente. No obstante, son una de las parejas más estables de Hollywood. Victoria Beckham es una mujer empoderadísima que ha perdonado varios escarceos a su marido, primero con su asistente Rebeca Loos y más tarde con una chica australiana, que sepamos.

En el panorama nacional, contamos con interesantes casos de misericordia, como la que Eva González desplegó con Cayetano Rivera, al que pillaron paseando en Londres con Karelys Rodríguez, un antiguo affaire con el que había quedado en la ciudad de Mary Poppins a espaldas de su encantadora esposa. La modelo y presentadora le perdonó, y si no lo ha hecho, proyectan una imagen de felicidad sin fin.

Lo último en Opinión

Últimas noticias